jueves, septiembre 18, 2008

CUBANOS EN HARAPOS

Cubanos en harapos (Parte 2 y final)



Por Miriam Leiva.

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Las imágenes de las viviendas totalmente destruidas e incluso las parcialmente en pie, no permiten encontrar techos, que ya serán repuestos por iguales cubiertas. Amasijos de maderas carcomidas se extienden en los poblados siniestrados. Parece una visión de siglos atrás, aunque sin los tradicionales bohíos cubanos, cuyos techos aguantan hasta severos huracanes, pues nuestro árbol nacional, la palma, ha sido tan pródigo que cubrió a los indios encontrados por Cristóbal Colón y a los guajiros. Donde aún quedaban techos de guano, la pobre vivienda está en pie, quizás con algunas goteras.

Los techos de guano se han identificado con la miseria y debían ser eliminados. Ironías del totalitarismo que ha logrado, gracias a los ciclones, eliminar total o parcialmente unas 500 mil de casas para dejar a más de un millón de cubanos en la mayor indigencia, porque con los techos se deterioraron las herencias de colchones y muebles enclenques; hasta los efectos electrodomésticos que la revolución energética impuso. De manera que no hay comida porque está racionada por el Estado y debe adquirirse todo lo demás en las tiendas recaudadoras de divisas a precios exorbitantes, o en los mercados agropecuarios; no pudieron almacenar para tener después del huracán, o la poca que tenían se ha echado a perder con el agua; y sobre todo, porque no hay electricidad para conectar las cocinas y ollas eléctricas.

Después de dilapidar las subvenciones de la Unión Soviética y los países del Este de Europa, la crisis económica y social se llamó Período Especial, pero no cesaron los grandes experimentos.

Llegó la subvención de Venezuela para dar aire y eliminar las tímidas reformas que permitieron alguna actividad privada, cierta independencia productiva de las empresas nacionales y controlada inversión extranjera. Continuaron las dádivas llamadas solidaridad a los pueblos necesitados y la exportación de personal calificado, fundamentalmente en salud y educación. Pero Cuba no se ha desarrollado, más bien continuó la destrucción, incluida la industria azucarera.
Como resultado de los huracanes se han dañado las cosechas de los pocos alimentos producidos en el país, porque más del 80,0% se importa. Incluso peligra la industria tabacalera, que ha perdido unas tres mil casas de cura del tabaco. Ni siquiera se había ejecutado con la premura necesaria la entrega de tierras en usufructo, como parte de las promesas de Raúl Castro de reformas estructurales y de conceptos, ahora indispensables.

Como versa el antiguo dicho: ¨La casita caída, el pozo seco, no hay que comer, no hay que beber. ¡Ay, qué conflicto!”. Más que eso, es un verdadero desastre. El Estado no tiene capacidad para afrontar las necesidades del pueblo. La ayuda humanitaria masiva se requiere con urgencia, sin politizar, tanto de parte del gobierno cubano como de los donantes.
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Cubanos en harapos (Parte 1 de 2)

Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Cientos de miles de cubanos han perdido sus miserables pertenencia acumuladas durante los 50 años de revolución prometedora de un futuro próspero y abundancia para todos. Dos arrasadores huracanes se han encargado de mostrar al mundo la verdad escondida detrás de la propaganda sobre salud pública y educación gratuitas, y la satisfacción de las necesidades.

La información controlada hacia el extranjero y limitada al pueblo por la carencia de electricidad en los lugares más afectados, por muy minimizada que haya sido, ha develado el resultado de las prohibiciones absurdas y los grandiosos planes por capricho. El Estado lo ha controlado todo, de manera que ha sido ilegal reparar o construir nuevas viviendas. Los permisos para hacerlo han estado muy controlados, por tanto era necesario el mercado negro, la economía informal, para conseguir ladrillo, cemento, cabillas, arena. Muchas personas lo han realizado con dinero enviado por sus familiares en el exterior o con sus cuestionados ahorros, pero no siempre pudieron inaugurarlas y disfrutarlas, pues se las han confiscado y hasta pasado años en la cárcel acusados de “macetas” (así llama el gobierno a la gente que acusa de acumular dinero ilícitamente).

Supuestamente el Estado benefactor facilitaría viviendas a través de su programa de construcción, que en los mejores años no han alcanzado las 50 mil, y mediante el movimiento de microbrigadas, compuesto por trabajadores que han construido durante 5 años para optar por un apartamento según sus méritos políticos y laborales, o por tiempo indefinido cuando se ha determinado parar la obra por diversos motivos. Todavía se pueden apreciar edificios iniciados décadas atrás, a medio construir, mientras existen miles de “albergados” debido a fenómenos naturales, además de las lógicas necesidades de nuevas generaciones.

Entre las soluciones encontradas por la revolución estuvo que quien salga a residir al extranjero deberá entregar todas sus propiedades, en primer lugar la morada. También existen muchas dificultades para heredar. En fin, los habitáculos son entregados por intereses del Estado, los llamados méritos y las componendas con los Comités de Defensa de la Revolución, la Seguridad del Estado, algún dirigente amigo, y otros sortilegios. Pero de todos modos envejecen y no hay como darles mantenimiento para que resistan 50 años más.
Se añade que el Estado ha descubierto la manera de ahorrar materiales a través de los techos, que normalmente deberían ser sólidos, sobre todo en un país atacado por huracanes, lluvias torrenciales y el tiempo. Son “tejas infinitas” y cubiertas de asbesto cemento, muy delgadas y mal fijadas, las que vuelan y vuelven a volar, hasta en los almacenes, teatros e instalaciones deportivas.