TRAS LA TEMPESTAD, EL MAL TIEMPO
Por Francisco Chaviano González
Jaimanitas, La Habana, octubre 23 de 2008, (SDP) Desde hace unos cuantos años en Cuba pagamos los comestibles y otros muchos productos, a más del triple de lo que cuestan en el mercado regional. Esto le dije a un compatriota que vive en Francia y me escribió muy preocupado sobre la situación que tendríamos que enfrentar los cubanos, – con nuestra economía tan depauperada – por el drástico aumento del precio de los alimentos.
Es decir; que existe un margen que permite asumir el desequilibrio del mercado, sin la afectación que se supone a partir de nuestra precariedad económica. Bastaría con reducir los gastos gubernamentales que no son necesarios para el pueblo. No obstante, la situación puede tornarse difícil para el gobierno, empeñado en utilizar esta ganancia de rapiña para otros menesteres muy suyos.
El gobierno nos cobra en el mercado de divisas, que cubre el 80 % de nuestras necesidades de vestimenta e insumos del hogar y el 25 % de los alimentos, un impuesto al valor agregado (IVA) –aunque no se reconoce como tal – que oscila entre el 240 y el 300 %. Tal exacción es justificada por nuestros gobernantes con el pretexto de compensar el 25 % de nuestra canasta alimentaria que recibimos en productos racionados. Los recibimos a precios que ellos consideran subsidiados, aunque están en proporción con el salario medio. El 50 % restante es adquirido en el mercado de particulares, que proviene en un 30 % del campesino y el otro 20 % abarca todo el espectro comercial, más la bolsa negra que es fruto de la malversación generalizada en el país.
No obstante, el gobierno que no está dispuesto a prescindir de los recursos que utiliza para el engaño, la propaganda y el espionaje en América, planificó una subida de los precios. La lista de estos incrementos llegó a circular por la red minorista y se aplicó en el combustible como una avanzadilla de prueba al siguiente día del paso de uno de los meteoros.
Fue para valorar como lo asimilaba la población. Pero, el paso de los Huracanes Gustav y Ike con su secuela de desolación, dejaron un ambiente que no era propicio para que tales aumentos tuvieran lugar. Habría sido muy mal visto por la población y la posibilidad de un estallido social incontrolado estaría presente.
Apercibidos de ello y con la habilidad que tienen para erigirse en buenos que no permiten que se abusen del pueblo, le impusieron a los particulares, a los mismos que acababan de gravar con un aumento en el combustible de un 60 y 80 % : “que no podían aumentar el precios de sus productos”. Lo que equivale a ganar indulgencia con rosario ajeno.
Los justos reclamos de los transportistas de que si se aumenta el precio del combustible y se encarece la transportación, tiene que aumentar también en la misma proporción los productos del agro, encuentran oídos sordos. Como resultado, en los últimos días de septiembre se vaciaron los puestos del mercado agropecuario. Con esa disposición además se desestimula al campesino, quien dejará de sembrar y por tanto, lo único que aumentará será la escasez y el hambre.
Si se tiene en cuenta que el salario medio en Cuba es aproximadamente unos 15 dólares mensuales, resulta inconcebible que la vida pueda tener lugar con los precios señalados. Sin embargo existe, de forma estrambótica, irracional, absurda y con demasiadas estrecheces y penurias, pero aquí estamos. Lo hace posible un proceso de rectificación de cuentas ejecutado por el pueblo, la apropiación de cuanto existe y la bolsa negra. Estos son los artífices de una economía sumergida y paralela que hacen posible la vida. Esa tolerada y manipulada de cierta manera por las autoridades.
En qué consiste la magia, veamos: un operario de una fábrica de cigarrillos ganaba en la década del 50 unos $8 pesos por jornada, cuando una cajetilla de cigarros valía $0,10 pesos, es decir cobraba el equivalente de 80 cajetillas diarias; ahora en ese mismo puesto le pagan unos $12 mientras la cajetilla cuesta $7 pesos, lo cual equivale a menos de dos cajetillas por día. Los trabajadores tratan entonces de robarse las otras 78 que le faltan para venderlas en la bolsa negra y recuperar el valor de uso de su salario del cual han sido despojados.
El gobierno, en una maniobra oportunista, se presenta como defensor del pueblo e impide que se dupliquen los precios del mercado como reclaman los transportistas y que equivaldría a poner la libra de arroz a $10, los frijoles de $12 y $14, el ajo a $8, la malanga a $6, la carne de cerdo a $48 pesos, el jamón a $70 y la leche a $ 20 el litro. Estos precios son realmente insoportables para un trabajador que gana $15 diarios.
Sin embargo, el estado vende en las tiendas de divisa estos mismos productos a precios tales como $24,35 la libra de arroz (0,97 cuc), los frijoles a $31,25 (1,25 cuc), el ajo a $10,20, la papa $22.50 (0.90cuc), el lomo de cerdo ahumado y limpio $245,09 (9,80 cuc), jamón de barra $85,00 (3,40 cuc) y $60,00 (2,40 cuc) el litro de leche. Como se podrá ver, los precios duplicados del mercado particular agropecuario, – que no llegaron a aplicarse en sí – estaban aún muy por debajo de sus similares de las tiendas en divisa del estado, que se erige en defensor del pueblo.
Esta medida, fue malévolamente calculada para hacer colapsar el mercado agropecuario y eliminar la competencia del mismo. La prueba de ello está en que a la gente que sacrificaba cerdos para la venta, le fue prohibida esta actividad a pesar de aceptar el no aumento de precios. Ahora al pueblo no le quedará más remedio que acudir al mercado de divisas donde tendrá que pagar no el doble, sino 4, 5, 6 veces y más de lo que pagaban antes del ciclón, como se muestra anteriormente.
No es primera vez que los Castros hacen este tipo de cosa. Ya en la década de los años 80 hicieron algo parecido al culpar a los intermediarios, cual si fueran demonios que abusaban del pueblo por vender la carne de cerdo a $3,50. Esta justificación la utilizaron para cerrar el entonces “Mercado Libre Campesino” y abrir el paralelo del estado donde la carne costó $4,50.
Ahora, en el contexto de la recesión mundial, habrá una contracción de las remesas y del turismo. Al parecer, pretenden resolverlo con la vuelta a sus andadas de viejos tiempos. Hay una marcha atrás, se usa como pretexto el dilema de la secuela de los huracanes. Esto les vino como anillo al dedo para volver a los viejos e ineficaces modos de producir para el monopolio del estado.
Como antes, el mercado agropecuario virtual de la televisión cubana se llenará de abundantes frutos, pero el real seguirá desolado. No quedará más remedio que acudir a las tiendas de divisas que aumentarán sus ventas, sus ganancias y por qué no sus precios. Todo esto obligará a la población a depender mucho más del CUC, perdiendo importancia el peso tradicional cosa que puede traducirse en devaluación del mismo.
Por otra parte, se ha desatado una represión brutal contra la bolsa negra y la economía sumergida. Han llenado la calle de inspectores y policías vestidos de civil para atrapar a todo el que venda algo. Los infortunados que capturan, son detenidos y enviados a la estación de policía. Allí, un Juez sin hacer juicio, los sanciona cual si pegara etiquetas, a varios años y desde allí son trasladados a un campamento para realizar trabajos forzados.
La sociedad se ha conmocionado, de pronto la gente perdió el resquicio que había encontrado para respirar y la vida se presenta con toda la crudeza de la realidad impuesta por el régimen. Este pueblo que percibe los salarios más bajos de América y tiene a la vez que pagar los precios más altos del continente por lo que consume, es atenazado por la represión, el espionaje y la propaganda manipuladora.
Pero esto tiene que encontrar alguna salida, porque, a excepción de la casta del poder, todos los demás que incluyen inspectores y policías tienen que andar al margen de la ley para poder vivir. Ya aparecen carteles antigubernamentales por muchos lugares. No son tiempos para los viejos métodos de producción comunista, las soluciones de fuerza y la represión; se necesita un CAMBIO. Algo que ponga fin a la inmoralidad y al tener que vivir fuera de la ley.
Esto implica: liberar el mercado para que sea eficiente, estimular la producción particular laboriosa y emprendedora, e instalar la democracia como garante de todo. Los hombres que nos sabemos hijos de lo que fuera una de las naciones más prósperas de América, le pedimos hoy al gobierno: que puede quitarnos los productos normados, que no nos regale nada; pero que nos pague salarios y nos cobre los productos al menos, al mismo nivel de Haití, que es el país más pobre del continente.
chavi_glez@yahoo.com
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