ANCIANIDAD Y SUBSISTENCIA
Por Amarilis C Rey
La Habana 27 de noviembre del 2008 (SDP) La cabra, parecía resignada en su faena de tirar de aquel carretón cargados de niños y guiado por Inocencio, un anciano de setenta años, estatura pequeña y piel curtida.
Construido de forma rústica, el carretón tiene dos ruedas laterales muy grandes y varias tablas que alineadas, sirven de asiento a catorce niños y otros dos, que suelen ser los más pequeños, viajan en el lomo del animal, acondicionado para esto con dos diminutas monturas. Un techo de metro y medio de alto a la plataforma, adornado con marquesinas da colorido a la escena.
“Yo mismo fabriqué este carricoche con mucho trabajo y mucha iniciativa, eso nunca debe faltar. Hace diez años que trabajamos juntos, le llamo Colega, porque casi siempre
los dos tenemos el estomago vacío”. Comenta el anciano mientras acaricia a su productiva mascota.
“Con el voy donde quiera, fiestas populares, cumpleaños, cualquier sitio que pueda pasear a los niños. Para eso le pago una licencia al gobierno de 70. 00 pesos mensuales y con lo que me queda de lo que voy ganando resuelvo el diario, porque tu sabes que la vida esta difícil”. Dice mientras da de beber a su Colega.
Inocencio es oriundo del pueblo de Melena del Sur, en la Provincia La Habana. Allí nació en una finca propiedad de su padre y junto a sus nueve hermanos se dedicó a trabajar la tierra.
“Pero un día, el gobierno nos asoció a una cooperativa y nos llevaron a vivir a un edificio, perdimos la finca y se acabó todo”. Dijo con tristeza.
“Esa gente del gobierno no quiere entender, pero esas cooperativas no funcionan, porque como no es de nadie, los campesinos se ‘recuestan’ unos a otros, y si hay diez integrantes solo trabajan tres y los otros se dedican a vivir del cuento y no producen. Por eso cuando me llegó la edad del retiro (jubilación), me fui con 170.00 (menos de diez dólares al mes). Por eso tuve que crear mi pequeña empresa para poder vivir”.
Inocencio tiene dos hijos, que no le han dado nietos, sin embargo el cree que en su negocio tiene muchos. “Yo me siento responsable del niño desde que se monta al carretón hasta que se baja. Durante el paseo les canto canciones infantiles, les digo la letra equivocada, y ellos me rectifican, así nos divertimos”.
Muchos en Cuba en el ocaso de sus vidas, deben realizar diferentes actividades para tratar de aumentar en algo sus exiguas jubilaciones. Algunos venden parte de su pobre canasta básica para cubrir otras necesidades aumentando su riesgo de vida.
Otros venden cigarrillos al menudeo, caramelos o maní. Estas gestiones, consideradas ilegales por las autoridades, han hecho que varios de esos ancianos sufran arrestos multas y decomisos de su pobre mercancía. Otros, simplemente, deambulan por las calles.
Inocencio, ha tenido suerte. Le favorecen su buena salud y sus instintos de hombre emprendedor que ha vivido muchos años y diversas etapas.
“Esta ha sido la etapa más mala, porque ha sido muy larga, y hay que estar bien preparado sobre todo para la subsistencia, porque mientras que haya vida, habrá esperanzas”. Comentó al tiempo que se alejaba junto a su inseparable compañero.
amarilisrey@yahoo.com
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