viernes, noviembre 28, 2008

LOS PRETENDIENTES IDEOL'OGICOS DE " LA REVO "

Tomado de El Nuevo Herald.com

Los pretendientes ideológicos de `la revo'

Por Emilio Ichikawa


La revolución cubana era sólo una niña y ya los conquistadores del barrio le habían echado el ojo. Y también algunos tíos con apellidos extraños que estaban de visita en su propia casa. Ella siempre fue avispada, por lo que supo manejarse entre los mayores como si fuera uno de ellos: se quejaba ante este de aquel; aceptaba un regalo y devolvía otro; bailaba para agradar y, cuando no le concedían lo que necesitaba, se hacía la enferma. ''Ay, esta revolucioncita mía tiene cada cosas'', decía el padre consentidor. ''Pero no puedes malcriarla tanto que de grande será muy caprichosa'', acotaba la madre.

Cuando llegó a jovencita, a la edad de merecer, dos amantes muy fuertes se pelearon por ella. Nadie sabía por cuál de los dos optaría hasta que una vecina chismosa vio a uno de ellos con el misil recto escondido en su patio. Dicen que el rival se puso frenético al enterarse. Pero al final, como pasa entre guapos, hicieron un pacto: ''Bueno, quédate con ella, pero te haces responsable'', le dijo el perdedor. ''Está bien, y si me la tocas, te mato'', concluyó el otro.

Los problemas pudieron terminar ahí, pero ''la revo'' siguió coqueteando a escondidas con el amante desplazado. Le enviaba esquelitas furtivas a través de terceros, aceptaba regalos, se fugaba a un país vecino para disfrutar su dinero. Furioso por tanta ausencia dudosa, el novio se montó en un tanque y empezó a invadir casas ajenas. Mientras las derrumbaba le gritaba: ``Revo, si no eres mía no serás de nadie. ¡No es una broma!''

Y entonces ella, que ya era una mujercita con ganas de asentar cabeza, recapacitó: ``Está bien, bolo, yo hago lo que tú digas: me caso, me hago el congreso, me pongo la constitución y vamos de luna de miel a Angola''.

Pero ''la revo'', incorregible, no dejó de calentar potencias. Sin ponerle los cuernos al marido, hay que decir verdad, llamaba semanalmente a su jeque árabe, al vengador latino y a su cantante español favorito (con quien compartía un ramillete de promesas). Todo estaba en regla: él proveía y ella tenía la casa más o menos en orden, con fiestecitas los fines de semana para hablar de las deudas impagables, el combustible, las marcas de ropa, el gancho de Félix Savón y el bate de Armando Capiró.

El tiempo transcurrió y aquello, de matrimonio feliz, pasó a ser una insoportable rutina. El, muy responsable, trató de rejuvenecerse un poco: se fue al quirófano y empezó a tomar unas pastillitas de perestroika, que empeoraron las cosas. Bueno, todo acabó en divorcio. La ''revo'', que ya era una mujer hecha y derecha, se tiró por la calle del medio, juntándose sucesivamente con un mexicano nacionalista, un venezolano golpista y, para colmo, recibió un día a aquel primer amante desdeñado que con el tiempo se había inflado en dólares.

Había ciertos límites en todas estas correrías, pues ''la revo'' convivía aún con el viejo marido y le guardaba la forma. Hasta que un día enviudó. Y entonces sí se armó la pachanga del siglo XXI. Como si fuera aquella niñita que corría en el portal de los años 50 y 60, la señora empezó a salir con italianos, coreanos, japoneses, congoleses, hasta que a última hora, aquejada de tiempo, dicen que se confesó con un patriarca ruso y entregó lo que queda de cuerpo a un médico chino.