MIAMI: NOTAS PARA UN ENTIERRO
Tomado de http://www.nuevoaccion.com/
Por Esteban Casañas Lostal
Montreal, Canadá
Hola Aldo...Como te comenté por teléfono, no podía quedarme con la boca cerrada. Si puedes envíale el artículo a Ileana Curra, no tengo su email. Un abrazo.. Esteban
Fuimos por pastelitos, mientras mi hija entra a la dulcería decido tomarle unas fotos a la valla del Versailles. Busco un ángulo que abarque ese fragmento de la Calle 8 e incluya también el cartel de La Carreta, una palmera interrumpe su lectura completa, no le presto mucha atención y tomo varias fotos. Dirijo mis pasos hacia la cafetería y pido un café cubano. Saco la cajetilla de cigarros, no puedo evitarlo. El sabor de ese delicioso café que se toma en cualquier lugar de Miami, viaja contigo durante mucho tiempo y sonrío mientras pienso con ironía, ¿café cubano? Pudo haber sido así alguna vez, solo aquí se aferran a ese sabor y aroma que existió hace cincuenta años en nuestra tierra.
Enciendo un cigarrillo y mis pasos se dirigen hasta la acera, soy sorprendido por una pequeña tarja fijada a un pedazo de roca. Me detengo y leo, releo y trato de aspirar cada una de sus palabras. “En reconocimiento a los cubanos; hombres y mujeres que nunca se resignaron a vivir sin libertad. Los cuales diariamente se reunieron en este restaurante Versailles centro patriótico y cultural del exilio cubano para aportar ideas y compartir el sueño del regreso a la Patria que espera. La peña del Versailles. 20 de Mayo, 2007”. Activo la cámara nuevamente y le tomo cuatro fotos desde diferentes distancias.
-Muy buena cámara. Me dijo un hombre que cargaba una profesional sobre sus hombros y sostenía un micrófono en su mano izquierda.
-Sí, ni te imaginas las fotos y videos que toma, son de una fidelidad increíble.
-Tuvo que haber costado bien cara.
-Fue un regalo que me hicieron el día de mi cumpleaños, pero no dudo haya costado mucho. ¿Estás filmando algo por aquí?
-Estoy haciendo entrevistas, trabajo para el noticiero de MEGA TV.
-Yo lo veo diariamente en Canadá por satélite.
-Quisieras responderme algo sobre la visita de la Bachelet a Cuba.
-¿Por qué, no? Me entrega el micrófono y dispara su pregunta.
-¿Cuál es tu opinión sobre la negativa de la presidenta chilena a reunirse con los disidentes cubanos?
No recuerdo cuál fue mi respuesta, fui invadido por ese miedo escénico tan natural en cualquier ser humano, es muy probable haya dicho un disparate. No salió en el noticiero que trató el tema y me alegro mucho, la persona que pusieron esa tarde se desarrolló mucho mejor que yo. Después iría en el auto pensando en la respuesta correcta, tenía que haber dicho algo así; “Es hora de que el exilio y la disidencia acaben de comprender que siempre hemos estado solos. Paren de una vez por todas esas cartas que ellos utilizan cuando van al baño, acaben de entender que salvo raras excepciones, estamos siendo gobernados por una mafia internacional, no sé cuántas cosas más se me ocurrieron posteriormente. Mi hija se aproxima con varias cajitas de pastelitos que viajarían al día siguiente hasta Canadá, mi tiempo en aquel lugar se estaba acabando.
-¿Viste quién está comprando café? Me preguntó estando aún con el micrófono en la mano. Había tres mujeres paradas en el mostrador y de espaldas a mi posición no podía identificarlas.
-Una de ellas es Ninoska Pérez Castellón. El camarógrafo de MEGA lo confirmó.
-Voy a ver si me puedo tomar una foto con ella. Esperé a que se apartaran del mostrador para abordarlas, estaba algo nervioso, era la primera vez que actuaba de esa forma, como un turista cualquiera. –Buenos días y disculpen que las interrumpa, miren, yo vivo en Canadá y desearía tomarme una foto con ustedes.
-No hay objeción, si desea retratarse con nosotras, pues tome la foto.
-El asunto es que yo la conozco desde sus tiempos en la Fundación Cubano Americana. Tuve que decirle que yo escuchaba sus programas radiales en la Voz de la Fundación cuando vivía en Cuba, pero la memoria te traiciona cuando más falta hace. Yo conocía muy bien a otra de las dos mujeres que la acompañaba y trataba de recordar su nombre, pero el tiempo pasaba y no deseaba ser más inoportuno. Fueron muy amables y me regalaron ese recuerdo de su existencia en una foto. Espero me disculpe Iliana Curra por ese patinazo de la memoria, ella es otra de las tantas mujeres cubanas a las que admiro por su valentía mientras algunos idiotas como Paulito FG las califican de chancleteras.
Nuestra próxima parada fue en Lily’s Records, mi hija entró a comprarme el último disco de Willy Chirino y “La Mala” de Lena, yo regresé a pie hasta el parquecito donde nuestros viejitos juegan dominó. Tomé varias vistas exteriores y luego pasé entre todas sus mesas buscando una cara conocida. Todas aquellas cabezas se encontraban nevadas y las arrugas formaban grietas que como riachuelos partían desde las viseras de sus gorras y se perdían debajo de los pullovers repletos de letreros. Pensé que muchos de aquellos hombres y mujeres pertenecían a la estirpe de seres mencionados en la tarja del Versailles.
Miami es una ciudad coqueta donde el verano es casi eterno, un monstruo construido entre cenagales y mangles, un nido de pasiones encontradas, el refugio de ese orgullo que pretenden sepultar desde hace cincuenta años. Miami es la sede del último reducto de una vergüenza que poco a poco muere envenenada, el foco central de los ataques de un Estado una vez poderoso contra esa fracción de su pueblo que se negó a vestir el traje de oveja y quieren morir libres. Hoy, aquel poderosísimo Estado que destruyó su país y lo redujo a todas las miserias jamás conocidas en su tierra, se empeña en continuar inyectando sus dosis venenosas en esta ciudad que es un ejemplo viviente de lo que es capaz de hacer el pueblo cubano. Miami le duele al gobierno cubano porque un millón de cubanos pulieron una ciénaga hasta convertirla en una joya de altos kilates. Tiene que dolerles porque en la isla, once millones de cubanos dirigidos por ellos han reducido la isla a mierda.
Miami no tiene tiempo para descansar, cuando apenas cierra las pestañas es despertada por un nuevo escándalo. Nos desplazamos por la I 95 para luego desviarnos a Miami Beach, me quedan pocas horas de este descanso, mañana me encontraré con una montaña de nieve frente a la casa, mi hija sintoniza una de las emisoras de radio mientras voy tomando fotografías.
-¡El exilio debe aprender! Manifiesta Manolín, un individuo que se hace llamar el médico de la salsa. Se escuchan otras porquerías expresadas por este cretino con relación a un concierto que daría junto a Paulito FG en el corazón de la comunidad cubana, en la ciudad más cubana que he conocido en mis años de existencia, Hialeah. Se destapa la polémica y los sentimientos se enfrentan. Por un lado, los que abogan desde acá por la tolerancia, los mismos que allá se comportaron como carneros degollados. Por el otro lado, aquellos seres incluidos en la tarja que adorna la entrada al restaurante Versailles.
-¡Claro que sí Manolín! El exilio al que tú, Paulito y todos esos pendejos que se mueren por mover el trasero al ritmo que tocan desde La Habana, deben aprender a vivir y morir con un mínimo de dignidad, decoro, orgullo, valor, vergüenza. Estas basuras no se merecen una letra más. Hago unos apuntes, debo escribir con urgencia cuando llegue a Montreal, cuatro desflecaos malparidos no podrán sepultar el fantasma de nuestros muertos, no mientras quede uno de nosotros vivo.(Foto:Esteban Casañas Lostal)
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