domingo, febrero 01, 2009

NOSTALGIAS Y PASIONES

Tomado de http://www.elnuevoherald.com/

Nostalgias y pasiones

Por Manuel Vázquez Portal


Hace más de quinientos años el poeta español Jorge Manrique, en unas coplas que dedicó a la muerte de su padre, escribió: todo tiempo pasado fue mejor. Reflejaba así la idealización que comúnmente se fabrica de aquello que vemos por medio del recuerdo. A eso precisamente le llamamos añoranza, nostalgia, saudade, morriña, según el grado de regodeo que pongamos en ello.

Reconstruir con remebranzas puede parecer melodramático, hasta banal, pero es una necesidad psicológica del ser humano para sobrellevar los rigores y pesares de su presente. Uno de los tantos mecanismo de evasión que, a veces, hasta inconscientemente usamos.

La memoria discrimina. Lo doloroso se olvida o se arropa con menos espinas. Surge así la compensación. Es la manera de justificar que entonces éramos más afortunados, afincarnos en que no fuimos unos aburridos, unos fracasados, unos cobardes o unos hipócritas. Sólo que --y aquí me auxilia otro poeta español, Federico García Lorca-- es que ya yo no soy yo / ni mi casa es ya mi casa.

Por más que coloreemos el pasado no podemos salvarlo. Todo ser humano, para honra o deshonra, es un poco su pasado. El tiempo es un goloso insaciable. Nos pone de canas al espejo mientras rememoramos la lisura del rostro. La imposibilidad de retornar es lo que nos embriaga de saudade. Se puede regresar al sitio que dejamos atrás, aunque no sea el mismo, pero no a la fugacidad del minuto que transcurrió cuando actuamos de tal u otra manera.

Por más pasión que pongamos ahora en negar las tribulaciones o afirmar las venturas, borrar las miserias o repintar las bondades, no hacemos otra cosa que apedrear el caleidoscopio donde tantas figuras se forman y deforman. El presente impone su verdad, la cual, dentro de muy poco, será reinterpretada a pedradas sobre los cristales y se tornará pasado remodelado por la nostalgia. Donde había un oficialillo mediocre de la contrainteligencia cubana, se presenta todo un hombre de confianza de la cúpula de mando, y cuenta sus hazañas sin mentir porque la nostalgia no es un embuste, es un idilio. Donde un funcionario de tercera bostezaba de aburrimiento esperando las orientaciones superiores para el próximo descalabro, despierta un alto responsable de cuanta destreza pobló un ministerio. Y está bien. No se puede vivir eternamente en el fracaso, sobre todo cuando se tiene la posibilidad de que el presente sea más promisorio.

No son los objetos, las penurias o las glorias lo que se añora. Lo que nos llena de morriña es lo irremediable del tiempo escapado. Lo que no vivimos con intensidad y altura podemos enmendarlo con matices más benévolos en el recuerdo, pero lo que nos está negado es volver al instante en que ocurrió y ser a la medida de los deseos o las conveniencias del presente. Por eso apelamos a la nostalgia para querernos un poco más.

( Russian President Dmitri Medvedev gives Cuba's President Raul Castro a plate of fried lard, during a meeting in Zavidovo, 29 Jan 2009 )

Ya Leningrado se llama San Petersburgo y la Unión Soviética no existe por más que Raúl Castro la añore. Ha regresado a Moscú, es cierto, pero sus viejos camaradas no tienen el poder, nadie los recuerda y reposan mustios en un asilo de ancianos. La guerra fría terminó hace veinte años y Cuba no es un buque de guerra alerta en el Caribe. Es una isla náufraga varada en la pobreza, un pueblo errante destilando tristeza en todos los puntos cardinales. Qué más da entonces que un viejito al cual le ha caído de herencia un país arruinado pasee por la nieve tiritando de morriña.

Un grupo de cubanos en Miami bruñe antiguas motocicletas de fabricación alemana para salvar sus sueños habaneros y junto a ellos pasa otro grupo, pero de antiguos hippies con sus relucientes Harley Davidson, y por más que aceleran ambos grupos no pueden alcanzar a los muchachos vigorosos, soñadores, dueños del mundo, que se les escaparon por una rendija de la vida hace dos o tres décadas.

Pablo Milanés declara que ya no confía en ningún dirigente cubano de más de 75 años y lo apludimos con frenesí porque más vale tarde que nunca y, total, a él no le hacía falta porque de todos modos forma parte de la nostalgia nacional y su Yolanda se tararea en todas las esquinas del planeta donde haya un cubano dispuesto a olvidar las camisas de caqui, las botas cañeras, las escuelas al campo, el picadillo de soya, los camellos y los presos políticos.

La nostalgia es eso: maquillaje sobre la cicatriz, cambio de muebles en la sala de la memoria, cortina vaporosa que insinúa la alcoba pero no la muestra. La historia es otra cosa. En la historia, mientras unos eran perseguidos otros eran policías, mientras unos eran presos otros eran guardianes, y eso ya es harina de otro saco.

1 Comments:

At 11:37 p. m., Anonymous Anónimo said...

A Pablo Milanés que lo aplauda el que quiera, pero sus recientes declaraciones no cambian nada, y eso incluye mi opinión del sujeto. Creo que hubiera sido mejor que se quedara calladito y atento al momento de partir al extranjero, donde seguramente lo tiene todo preparado hace tiempo por si la cosa se derrumba y se le pone fea.

Es malo venderse al diablo, pero tratar de pasarse por angelito como si tal venta no hubiera ocurrido, o como si no significara nada, es de una desfachatez insoportable.

 

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