lunes, marzo 30, 2009

LOS DISIDENTES SON LOS ÚNICOS CON DISCURSO INTERESANTE SOBRE CUBA

Los Disidentes son los Unicos con Discurso Interesante sobre Cuba.



Por José Vilasuso


Me tocaron a la puerta. Fue para pedir cuenta sobre mi afirmación contenida en reciente artículo y que reza:

“Los disidentes son los únicos con mensaje interesante sobre Cuba, y el resto que caminen para buen sitio.”

Claro que vistas las cosas en esos términos no es de extrañar la queja que no es boba. A despecho de mi obligada aclaración que ahí va.

Toda expresión del lenguaje oral y aun escrito es limitada, nunca se dice todo lo que se piensa ni lo que se piensa se dice completo. Aparte que quien escucha tampoco capta las ideas expuestas de manera acabada y el margen de su interpretación se abre a un infinito de consideraciones variopintas. El lenguaje es una simple fórmula de sonidos recogidos en signos que hacen las letras, silabas, palabras, frases, etc para transmitir las ideas, y las ideas tienen contenido de indefinidomúltiples dimensiones.

Es decir que los mecanismos de que disponemos para comunicar nuestros pensamientos al prójimo están supeditados a incontables e impredecibles componentes y variables que, a su vez se captan en no menor escala de interpretaciones, diversidad y condicionantes.

A mayor abundamiento hay que tomar en cuenta ciertas características particulares no solo de quien habla o escribe; sino del tono y efecto buscado con las ideas expuestas. Aquí como diría Jorge Mañach pueden surgir dos tipos de expositores. El primero sería aquel que busca impactar al lector con frases u oraciones directas capaces de grabar un pensamiento contundente. El segundo preferiría extenderse en razonamientos bien trabados y lógicos apelando al buen entendimiento y objetividad de su interlocutor. Como se puede colegir la oración del revuelo corresponde al primer grupo de publicistas. En cuyo caso al centrar la idea en determinadas personalidades, la sustracción de otras no responde a menoscabos. Es una afirmación complementaria que realza la principal. Esta es la verdadera intención con que me serví del mensaje. Espero con ello no haber herido amores propios o ajenos.

Ahora al grano de arena. No deja de despertar curiosidad la actitud generalizada de tantos queridos presidentes constitucionales latinoamericanos ignorando a los disidentes cubanos en su reciente desfile amistoso frente al dictador en traje deportivo. Sus caras sonrientes, expresiones de complacencia, y hasta cierta sensación como de privilegio por extenderle la mano al comandante en jefe. Particularmente me decepcionó Leonel Fernández por su historial y madurez política debió cuidar mejor los pasos a dar. Leonel no es de los principiantes a quienes tan fácilmente se le pueda ofrecer gato por liebre. Mas el mal ya está hecho y no tiene remedio a la vuelta de la esquina. No me imagino cual será el asombro de unos cuantos al confirmar que la movida diplomática, aparentemente exitosa, tuvo por respuesta la caída en desgracia de sus protagonistas Pérez Roque, Carlos Lage, Remírez Estenoz y otros tal vez considerados moderados. Indiscutiblemente la iniciativa no tenía la aprobación de quién verdaderamente la tuvo que aprobar, el viejo en uniforme deportivo. Se trata de cómo se manejan las cosas dentro de un sistema hermético donde nadie es confiable y todos corren el riesgo que ha dado al traste con los restos de los personajes de cuello y corbata restantes. Triste destino para aquellos que apenas unas semanas antes aspiraban a delfines, se creyeron tales, o una incauta opinión ajena así lo hizo ver. Se jugó con la candidez de los demócratas latinoamericanos, una vez más fueron usados para ganar méritos ante quién todos debíamos de conocer mejor. Pero los relativamente no menos incautos manipuladores de la operación desconocían que con ellos, tras bambalinas, se movían los verdaderos hilos de la trama.

No los compadezco. Me alegro por su bien moral y que se convenzan que abrazaron una mala causa. En su imagen se deben de ver los sustitutos. .

Presenciamos otro episodio continuado que se extiende a medio siglo desde la época de Manuel Urrutia, Felipe Pazos, Hubert Matos, Camilo Cienfuegos, Ernesto Guevara, Aníbal Escalante, e interminable caravana hasta tocar al general Arnaldo Ochoa, Robertico Robaina, los hermanos Laguardia….

Con tantos ejemplos patentes acumulados era hora de conocer mejor las tácticas del titiritero. Amigo, Fidel te usa mientras te necesite. Pero no tolera que otro se luzca o gane galones bajo circunstancia alguna. Los galones los pone él por un tiempo, observa como los usas y luego te los arranca. Su ego no le permite tolerar el más ligero brillo en los zapatos del prójimo. Sin que sus habilidades para el tejemaneje sean tan efectivas ni ingeniosas, como colosal y pasmosa la candidez de quienes una y otra vez caen en la trampa. Aquí la historia se repite. En este caso la destreza no lo es tanto como infantiles sus víctimas.

Pero demás estaría remachar en clavo clavado desde antaño. A un lado las ilusiones y por favor no se le atribuyan a Raúl astucias bajo cuerda que el ingenio político no se descubre a sus setenta y siete años. La causa de haberse sostenido en la cima obedece exactamente a su carencia de artes y sumisión absoluta. El hermano menor cumple las órdenes del hermano mayor, y si se desvía de la ruta su futuro estará parejo al de los caídos en desgracia. Nadie debe albergar la menor duda. ¿Qué les haya parecido todo esto a los generales de Raúl? Bueno, ahí puede haber una incógnita que sólo el tiempo se encargará de despejar.

Por ahora mayor utilidad tiene analizar un tanto esa reincidencia de una conducta harto conocida y de la que ningún fruto se puede caer de la mata. Al cabo la pregunta seria ¿qué motiva la aceptación de regímenes definida y radicalmente opuestos tanto a la democracia en general, como a los derechos humanos en particular? La misma no obedece a orientación, estrategia ni táctica alguna. Es la resultante de rasgos genitales en nuestro carácter y cultura latinoamericanos que los demagogos del momento han sabido aprovechar de manera sobreabundante e irrefutable. El hombre latinoamericano es más emotivo que racional. Su conducta prevalece cual signo de las pasiones e impulsos no calculados por encima de la mesura y equilibrio de que otros pueblos hacen gala, los sajones por ejemplo. A la hora del quehacer político estas fibras sicológicas colectivas se manifiestan de manera sobresaliente y hasta incontrolables. La historia presenta una galería laberíntica de estos personajes grandielocuentes y ensimismados ostentando el poder desde la Independencia. Juan Manuel Rosas en Río de la Plata es tal vez uno de sus exponentes más conspicuos de la especie antropológica. Rosas gobernó la República Argentina durante décadas de brutal tiranía sostenida por turbas fanatizadas cuya consigna era la mazorca y que pedían la cabeza a los llamados “cochinos unitarios,” los hombres educados de Buenos Aires. Era la contienda entre la provincia, la pampa, y la capital representada por los ciudadanos que hablaban perfectamente el inglés de Gran Bretaña y vestían el frac con envidiable elegancia, Bernardino Rivadavia fue su más definido representante. Mientras la fanaticada irredenta cantaba loas a doña Encarnación Ezcurra la señora del general y zalemas a Manuelita la hija caritativa que hacia las delicias de los pobres. Incontables y sabrosas lecturas ilustran aquella lección casi olvidada y magistralmente descrita por Estéban Echevarria en El Matadero, cuento antológico. En Buenos Aires alguna vez todavía se escucha un rumor. Rosas está vivo.

La historia a contar ahora es vieja y es joven al mismo tiempo. ¿Acaso no vemos la coincidencia con el general Perón y Evita un siglo más tarde? El siglo XX1 nos ofrece nuevas ediciones del mismo anecdotario con sus matices, colores y coloretes, claro está. No se requiere mencionar los nombres de los actuales y fieles sucesores de aquellos personajes mesiánicos. Los salvadores de la patria, reivindicadotes de los pobres. Defensores de la nacionalidad ante el peligro exterior. Tampoco se trata de un salto en el vacío; sino de una bien trazada corriente de autoritarismos cultivadores de bajas pasiones que, uniformados de uno u otro color, llegaron a nuestros días en el climax de sus posibilidades. Entonces las arengas se lanzaban desde palacio, el campamento o a lomo del caballo. Hoy contamos con la televisión y el micrófono portátil. Excelentes factores diferenciadores con su agravante manipulador de la información.

Hace unos días se acaba de dar a conocer un serio informe sobre la Empresa Venezolana de Petróleo, PDVSA prácticamente al borde de la bancarrota. La empresa se echa encima gastos ajenos al rubro único. La producción se reduce, precios por debajo de cálculo, corrupción rampante, ineficiencias a pastos, despilfarros y desajustes a chorros. A su despecho cuantos intentos se hagan para balancear los presupuestos Hugo Chávez los veta. Chávez no recorta fondos dedicados a fines propagandísticos. Sabe que en ello le va su fuerza política. Otro tanto en Cuba, la isla carece de médicos para el pueblo. Hoy sólo están disponibles aquellos dedicados a extranjeros con dólares y por supuesto para generales, visitantes comprometidos y jerarcas del partido comunista. Pero Castro mantiene gruesos contingentes de médicos en Bolivia, Venezuela, etc, allí llenan su función proselitista que es lo verdaderamente importante para la subsistencia del régimen.

En resumen la fórmula del momento se cifra en proclamas y promesas bien administradas que halagan sentimientos y aspiraciones justas predominantes en grandes masas no siempre tan ignorantes. La atracción por lo sensacional, dramático, fantasioso emula y supera al buen juicio y sentido común. La salud y educación cubanas son esencialmente instrumentos de politización que calan hondo en nuestros espíritus por lo general bastante acelerados. Al esgrimirlos como plataforma de poder difícil se hace recomponer las ilusiones que despiertan. Nadie irá a comprobar a Matanzas o Jarahueca si los médicos brillan o no por su ausencia. Cualquier periodista que intente comprobar la situación financiera real de PDVSA a lo sumo será leído por personas morigeradas que ya se sospechaban que las cosas tenían que ser así.

El espacio que las intemperancias y desajustes partidistas desempeñan en el ruedo latinoamericano es tan sólido como para no verse debilitado por realidades patrimonio del buen juicio y la ética.

Ahora cabría analizar qué opción alterna procede ante unas corrientes que en menor escala arropan también a Ecuador y Paraguay al menos en potencia. Nos concentramos en el verdadero sustentáculo de la mesura y objetividad requerida. Los disidentes. Entre los que incluimos a la oposición verdaderamente bolivariana que le recalienta los sesos al coronel de paracaidistas residente en Miraflores. Los disidentes tienen la respuesta. Son los únicos con mensaje desde Cuba dado que pisan el polvo fuellado por la bota militar. Su discurso es veraz, pragmático y por ende convincente. ¿Se atreve el gobierno cubano a dialogar con ellos? ¿Los simpatizantes exteriores de Castro? ¿Quién se quiere echar un pulso? Al monologo oficialista se añaden amenazas, golpizas, torturas en las cárceles, acoso a sus hogares, hostigamientos en centros laborales y privaciones de todo género.

¿Cuántos de nuestros queridos presidentes democráticos concederán unos minutillos para considerar estas realidades? No me hago ilusiones. La medicina acostumbrada frente a todo planteamiento desafiante, se llama volver el rostro.

Entonces ¿qué puede explicar una claudicación colectiva de tan altos quilates? Habría que entrar al análisis serio caso por caso. A despecho de no mover de su sitio ese factor sicológico antes aludido. Tengo bien grabadas las declaraciones de la señora Michelle Bachelet, apenas dejaba la reunión con Fidel. Nada en específico, concreto en favor de ambos pueblos. Sólo la formalidad común de vibraciones refrenadas luego de haber conversado con alguien que se admira. Sus declaraciones reflejaban sentimientos, tal vez vaga nostalgia y una ingenuidad de lamentar a estas horas. ¿Por qué? No tiene respuesta segura. Es la manifestación continua de un carácter y de una ideosincracia. Luego vino el apoyo público de Castro a Evo Morales tocante al viejo diferendo Chile Bolivia del Pacífico, y a posteriori la ratificación de Felipe Pérez Roque sobre la declaración fidelista. ¿Qué consecuencias puede traer el incidente, excepto lo desmejorada de la posición chilena? ¿Sería de esperarse una toma de conciencia?

Si estos incidentes no se hubieran producido con harta frecuencia y aun peores, a partir de I959, Ecuador es buen ejemplo. Podríamos abrigar expectativas. Pero no se trata de situaciones racionales. Menos de memorias retroactivas capaces de aprovechar un pasado jugoso en experiencias. No se recuerda aquello que no interesa, sin avaloro de su riqueza. La identificación más o menos velada con el sátrapa responde a esa madera sensitiva de nuestro ardor emocional y rebote sanguíneo. Estamos en América Latina. Sigue predominando el espíritu de los legendarios caudillos. Damos vivas a mi general Francisco Villa aunque no podamos identificar quién era Doroteo Arango.

Se desemboca en la verdadera cuestión al replantearse el termómetro adjudicado a la democracia y los derechos humanos en el continente. Ante toda evidencia no pasa de simple cuestión procesal con vistas al manejo de la cosa pública, sin imbricaciones de principios o compromiso con el sistema. Frente un sacudón ideológico como el de Venezuela o Bolivia eran de esperarse posturas más firmes, al menos en previsión de futuras repeticiones. No se manifiestan dado que se carece de la convicción, del ideario y verdadero liderazgo que la juventud pide a gritos, ahí están los estudiantes venezolanos cumpliendo el mismo deber cívico antaño lidereado por José Antonio Echevarría.

Se puede objetar y hasta con cierto peso que no es igual lidiar con dictaduras tradicionales Somoza o Trujillo, que con Castro o Chávez. Ciertamente no es lo mismo y los procedimientos a seguir difieren de manera radical. A despecho que los fundamentos de la oposición permanecen incólumes y su piedra de toque sigue siendo la libertad. ¿Acaso la censura en Cuba actual no supera colosalmente la de Batista? Sin embargo, no me aparto del sendero. Batista era histriónico, y demagogo. La primera dama repartía raciones de regalo a los pobres desde el balcón de Palacio, cada cien raciones en una se escondía un billete de veinte pesos. Más el rango político del personaje era mediocre, uno más en el género. No pasaba del ámbito local. En cambio su sucesor posee una indiscutible capacidad de maniobra global que mediatiza la gestión gubernamental del colega mejor dotado. Fundamentalmente si se toma en cuenta buena el poder de los afectos, no de la razón. Me detengo en Chile. ¿Acaso hay en todo el continente otro exgobernante tan reconocido y probadamente eficaz como Ricardo Lagos? Pero la señora Michelle Bachelet al hablar de su predecesor probablemente no se emociona en el mismo grado al alcanzado cuando visitó al viejo dictador. Ricardo Lagos exhibe un expediente de capacidad administrativa, inteligencia, eficacia, honradez y los resultados de su gestión quedan a la vista. Esto toca al cerebro, y no al corazón. América Latina no es continente de verdades administrativas, o eficacia política, ni éxito económico, en una escala alarmante preferimos la altisonancia y el discurso agresivo que llenan mejor nuestras expectativas de holocausto o epopeya no importa que al final se frustren. Por esa vía se satisface un ancestro folklórico y se invita a la participación contagiosa en el medio de la calle. Eso levanta masas enardecidas cuyo consentimiento y halago justifica cualquier dislate.

En atención a lo que precede surge el discurso disidente como algo verdaderamente de impacto para la opinión pública latinoamericana. La respuesta contundente a la avalancha demagógica que nos preocupa está en la originalidad de quienes con una moral a toda prueba salen al paso a los dictadores en las calles de Cuba y Venezuela. Un millón más de votos obtenidos por la oposición en la pasada triquiñuela consultiva del imitador de Fidel desde Miraflores. Prueba que alienta los entusiasmos de nuevas generaciones sanas de mente y vista despejada producto de distintas realidades donde los nombres de aquellos Rojas Pinillas, o Tiburcio Carías ya nada sugieren. Por no remontarnos más atrás al Indio Carreras o Mariano Melgarejo. Estos cuadros de renuevo saben que los tiranos uniformados son demagogos que alegan defender a los pobres, aunque viven lujosamente, aplastan los derechos ciudadanos y están manchados de sangre.

Esta perspectiva renovada no alcanza a la señora Michelle Bachelet. A ella nada le dicen Las Damas de Blanco, los presos de conciencia o Marta Beatriz Roque Cabello. La presidenta de Chile pertenece a un pasado que con sus méritos supo erguirse frente a Pinochet o Vilela, y su percepción histórica quedó alli. Vive emocionada contemplando su reloj sin cuerda. Ni por su cerebro de alto cociente pudo cruzar que quienes se opusieron a los hombres fuertes de otros tiempos, no obligatoriamente tenían que ser mejores personas. ¿Acaso existe regla metafísica para ello? Cuántos al pensar en política revolucionaria analizan las cosas atenidos al rigor de la objetividad? El disco rayado providencialista continúa sobrepasando ampliamente toda llamada de equilibrio y ponderación. Reparando que en esa candidez que no queda otro remedio que soportar, se desliza con cierta reserva el efecto de la responsabilidad adquirida por quienes del lado opuesto, tampoco han sabido ofrecer al mundo un proyecto interesante. A ellos puse cual punto de referencia. Pero en su lugar el discurso disidente, lejos de sufrir menoscabo emerge aun más fortalecido, actualizado y contrastante. ¿Quién se le opone?