DANZA ENTRE CUMBRES
Danza entre cumbres
Por Miguel Cossio
Desde México me llega el dato de que el presidente Felipe Calderón estaría evaluando cancelar su viaje a Cuba, previsto para finales de abril.
De verificarse, el hecho coincidiría en el tiempo con tres acontecimientos políticos relacionados con Cuba y que son: el anuncio de la Casa Blanca sobre el levantamiento de las restricciones de viajes y remesas de cubanoamericanos, y la entrada en vigor de otras medidas en materia de telecomunicaciones y envío de paquetes a la isla; la visita del presidente Barack Obama a México este jueves y la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago.
Calderón no querría por ahora sumarse a la comparsa de mandatarios que han estado desfilando ante los Castro por La Habana, en una suerte de besamanos. Sencillamente, no habría una motivación especial desde el punto de vista político, económico o diplomático, pues México y Cuba ya acordaron un esquema migratorio de deportaciones favorable para la dictadura. De manera que no hay qué negociar y sí mucho que poner en riesgo.
Ir a La Habana implicaría un conflicto personal, pues Calderón no podría reunirse con su amigo y compañero de fe religiosa el opositor Oswaldo Payá, sin incomodar a los Castro, que satanizarían cualquier encuentro con líderes de la disidencia interna. Valga el ejemplo de los siete congresistas del caucus negro Demócrata, que ni siquiera preguntaron por la salud de Oscar Elías Biscet (preso) ni hablaron con Félix Bonne Carcasés y Jorge Luis García Pérez, Antúnez, los tres opositores de la raza negra.
Por otro lado, Calderón no estaría en condiciones de ofrecer a Cuba nuevos créditos o perdonar viejas deudas al régimen, en medio de una galopante crisis económica, que en México está muy lejos de tocar fondo.
Sin embargo, la razón más importante para la ''posposición'' se vincula a los lazos con Estados Unidos. La hasta ahora fallida guerra calderonista contra los carteles mexicanos de la droga ha creado una situación sin precedentes de inseguridad a lo largo de la frontera común, que tiene a las autoridades norteamericanas preocupadas en extremo. En lo que va del 2009 han muerto en México casi dos mil personas en hechos vinculados al narcotráfico, de ellas más de 300 sólo en Ciudad Juárez. Mientras, los barones mexicanos de la droga siguen embolsándose $25,000 millones por año, pagados por consumidores estadounidenses.
México necesita el máximo de cooperación posible de Estados Unidos para enfrentar esta guerra. Y aun así, no hay certeza de que pueda ganarse a corto plazo.
Otra razón de peso es la relación comercial entre los dos países. Más del 80 por ciento del comercio exterior mexicano depende de Estados Unidos. En el primer trimestre del 2009, las remesas, una de las tres fuentes principales de los ingresos de México, cayeron notablemente, así como las ventas de automóviles que se fabrican para el mercado norteamericano.
No podemos olvidar que en Estados Unidos hay una corriente que promueve la compra de productos norteamericanos (Buy American), y que si no fuera por el Tratado de Libre Comercio (NAFTA) la comercialización de los productos mexicanos enfrentaría un severo detrimento.
odo ello sin adentrarnos en el capítulo migratorio, que necesita tiempo y voluntades, por más que Calderón desee retomar el tema con la actual administración. Así que de momento no hay enchilada migratoria.
La única explicación que pudiera tener un viaje de Calderón a Cuba en abril o mayo estaría ligada a las elecciones parlamentarias del 6 de julio, en las que el viejo PRI se perfila como un contendiente formidable. A pesar de la presión del ala más radical de la izquierda mexicana a favor de posiciones ultranacionalistas por un cambio del modelo económico imperante.
Si Calderón estima que un encuentro con los Castro, ahora que Fidel ha dejado claro que es quien manda y dicta las claves de la política exterior de su régimen, pudiera representar algún beneficio para su gobierno y su partido, el PAN, tal vez estaría dispuesto a asumir el costo. Dudo que lo haga.
Un viaje suyo a La Habana tras la Cumbre de las Américas y antes de la Asamblea de la OEA en junio perjudicaría quizás la percepción de la administración Obama hacia el gobierno mexicano.
Tanto el presidente norteamericano como su secretaria de Estado, Hillary Clinton, no desean un cambio brusco en la política hacia Cuba. Más allá de las medidas anunciadas por la Casa Blanca ayer.
Fue Calderón el primer mandatario a quien Obama recibió antes de ser proclamado oficialmente presidente de Estados Unidos, y será México el primer país de América Latina que visite este jueves 16.
Entonces, ¿qué sentido tendría ir a La Habana cuando todo el mundo está dándole agua a ese dominó? Es decir, tomando acciones cautelosas, mientras los Castro continúan trancados al doble nueve.
México y Brasil son las dos grandes prioridades para Estados Unidos en la región. Hace un mes, durante la visita de Luiz Inácio Lula da Silva a la Casa Blanca, el consejero de Seguridad Nacional, el general James Jones, pidió al asesor del presidente brasileño, Marco Aurelio García, evitarle a Obama el tema de Cuba. Lula cumplió. Por lo que ha trascendido, el brasileño tampoco irritará a su homólogo estadounidense con tan engorroso asunto en la Cumbre de Trinidad y Tobago. Si acaso, hablará pero sin provocar rispidez. Supongo que Calderón esté leyendo correctamente el tablero y decida no sumarse al besamanos de Castro. Al menos por ahora.
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