HOMBRES LIBRES Y ESCOMBROS ANUNCIADOS
Hombres libres y escombros anunciados
Por Raúl Rivero
Madrid -- La cámara entra y sale de las celdas, de los cepos y de los pasillos vacíos hasta que se queda fija en una reja herrumbrosa y abierta. Entonces, un hombre alto, de unos 70 años, aparece en la escena y dice: ``Sí, en este sitio estuve preso mucho tiempo. Aquí mis carceleros se humillaron y se degradaron al encerrarme y atormentarme por defender mis ideas''.
Es el fragmento de un reportaje en una vieja cárcel soviética. Un equipo de prensa de Gran Bretaña la recorre y muestra la agonía del derrumbe y el abandono. Los edificios están en el medio de un campo y da la impresión de que nadie quiere saber nada de ese lugar, como si aquellas ruinas hubieran crecido de modo natural, hechas ya ruinas, junto a la arboleda, la soledad y el silencio que ahora las rodea.
Los ingleses han traído a uno de los prisioneros que estuvo allí. Y es su memoria la que revive con serenidad sus penurias y las de sus compañeros de disidencias y trabajos por la libertad.
Para Europa, para el gran público envuelto en otras alternativas y en los avatares más amables del desarrollo y la democracia, esas imágenes son historia antigua. Unos minutos de desasosiego y mala conciencia que la pantalla del televisor pone con descaro en los salones de las casas y en los estantes altos de los bares donde se espera el fútbol o la actuación de un músico famoso.
Lo que es nada más que una incursión a una época borrada para el señor que acompaña a los corresponsales británicos es la realidad, el día a día, el minuto a minuto de unos cubanos para quienes las celdas, los cepos, los pasillos y las rejas son todavía un proyecto de escombros. Devastaciones previstas, derribos anunciados.
Para ellos, más de 200 ciudadanos inocentes y pacíficos, los edificios están vivos y funcionan las puertas intermedias, hay vigías en las garitas de la torres, están en vigor los ocho pasos que permite el cepo, la dieta de muerte y toda la parafernalia del mayor rigor.
Lo sufre hoy Orlando Zapata Tamayo, condenado a 10 años el pasado 15 de mayo en Holguín por ``desacato y desórdenes en establecimientos penitenciarios''.
El prisionero, sentenciado a 14 años durante la llamada primavera negra, había hecho una huelga de hambre en diciembre pasado para protestar por los maltratos del régimen carcelario.
Lo padece el periodista Víctor Rolando Arroyo declarado en huelga de hambre en Kilo 5 y Medio de Pinar del Río porque le falta atención médica, está hacinado en un pasillo con otros 130 reclusos, se le niega asistencia religiosa y sólo lo sacan a tomar el sol una vez al mes.
Así está castigado y sin visitas el economista Arnaldo Lauxeriques en la cárcel Nieves Morejón, de Sancti Spíritus. En ese centro, han estado en celdas de castigo por negarse a vestir el uniforme de preso común los prisioneros Omar Ruiz y Blas Giraldo Reyes.
Cada día, a través de las Damas de Blanco y de instituciones independientes cubanas, se reciben reportes de malos tratos, arbitrariedades y acciones de dureza extrema con los presos políticos y sus familiares.
Ellos son los que están de rehenes. En peligro, en el tormento de las celdas que son escombros previstos, pero que los mantiene todavía en los rincones adonde no llegan las cámaras a enseñar cómo los carceleros se humillan ante los hombres libres.
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