sábado, junio 06, 2009

OEA: PERCEPCIÓN Y POLÍTICA

OEA: Percepción y política


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No sorprende que La Habana intente dar la falsa impresión de que derrotó a Washington. Lo insólito es que sea ayudada por sus acérrimos enemigos.
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Por Juan Antonio Blanco
Ottawa | 05/06/2009


En política, hay algunas reglas elementales, entre las que se encuentran no asumir metas inalcanzables como criterio de éxito, saber distinguir lo esencial de lo que no lo es y asegurarse de que lo que se gane de manera objetiva no se pierda luego por una errada percepción de lo sucedido. En política, lo subjetivo —las percepciones— cuenta.

En la asamblea de la OEA, en Honduras, el criterio de éxito de Fidel Castro no era lograr el reingreso a la institución, sino aislar a Estados Unidos en el debate. Quería que la OEA expresara un mea culpa por la resolución aprobada en 1962, y que, sobre esa base, se derogara. También aspiraba a que la organización le extendiese una amable e incondicional invitación al reingreso, haciendo caso omiso de sus prácticas, propósitos y valores en temas de derechos humanos, democracia y seguridad hemisférica colectiva. Pero eso no era todo.

Su objetivo estratégico era —y es— liquidar la OEA. Por ello, quería usar esta ocasión para dividirla y lograr que se aprobase una resolución que provocara la furia de los congresistas conservadores de EE UU. El fin era motivarlos a cortar el apoyo financiero a la organización, y empujarla a la quiebra. Sin embargo, Castro no pudo alcanzar sus metas.

Por su parte, el criterio de éxito de Estados Unidos en Honduras era impedir una derogación lagrimosa de la resolución de 1962, que, además, se tradujera en una invitación inmediata e incondicional a La Habana para que reingresara. Su objetivo estratégico era mantener la unidad de la organización —que Castro y Chávez están empeñados en destruir— y que ello se lograse reafirmando, a la vez, los pilares fundacionales de la OEA. La delegación de Washington alcanzó todo lo que se proponía.

La inevitabilidad

Los tres elementos claves de la nueva resolución son los siguientes:

a) El preámbulo recalca los principios clave en que se basa la OEA y que todavía presentan dificultades para el reingreso de La Habana (entre ellos, democracia, derechos humanos y seguridad).

b) El primer párrafo operativo dice que deja sin efecto la resolución de 1962, pero no pide excusas al gobierno de Cuba —que fue en realidad el suspendido, no el Estado cubano— por la decisión tomada entonces.

c) El segundo párrafo operativo autoriza a iniciar un proceso de diálogo con el gobierno de Cuba, si éste pidiese el reingreso. Algo extremadamente improbable mientras exista Fidel Castro. Pero la resolución especifica que el diálogo acerca de esa posibilidad ha de producirse a la luz de los principios y propósitos de la institución (antes recordados en el primer párrafo del preámbulo). Traducido al lenguaje común, esto equivale a decir que si La Habana diese el paso de solicitar su reingreso —que ha reiterado no va a dar—, no lo obtendría de forma automática, sino que se enfrentaría a un proceso de diálogo, cuya duración no se precisa, en que la solicitud se analizaría a la luz de los citados principios de la organización.

( Manuel Zelaya, presidente de Honduras, interpretó la derogación de la resolución de 1962 como una absolución de Fidel Castro. (AFP) )

Esta era en esencia la posición declarada de antemano por Hillary Clinton. EE UU ha obtenido la aprobación de su postura por consenso, sin ir a una votación que pusiera en evidencia la falta de unanimidad en torno a su propuesta y sin arriesgarse a perderla por no obtener los apoyos suficientes.

Adicionalmente —y contrario a los objetivos de Fidel Castro—, la Administración Obama ha reforzado su imagen conciliadora al aceptar como concesión lo que resultaba obvio: la inevitabilidad de levantar una sanción de 1962, cuyo texto aludía una alianza cubana con un país inexistente desde hace 18 años. Su ausencia en la organización se explica, a partir de ahora, por motivos mucho más vigentes y claros.

Lo normal y lo insólito

La fórmula aprobada, en realidad, preserva los logros de varios años de trabajo de decenas de organizaciones de la sociedad civil regional, que promovieron con persistencia y paciencia la aprobación de la Carta Democrática Interamericana. Gracias a ese documento fueron revertidos golpes militares en Paraguay y Venezuela y se previno la ocurrencia de otros.

Haber menospreciado la vigencia y valor de ese instrumento para abrir paso a un régimen político de partido y pensamiento únicos, hubiera significado una irresponsabilidad mayúscula, de incalculables consecuencias futuras para la región.

Sucede que quienes no logran imponerse en la realidad objetiva, luego intentan declararse ganadores en las percepciones y en la subjetividad de la opinión publica. Cuando se llega a un acuerdo por consenso, ocurre a menudo que la batalla negociadora se transforma en una nueva contienda por manipular la percepción sobre lo sucedido.

Cada cual quiere que la opinión pública vea los resultados de la negociación del modo que mejor sirve a sus intereses. Quieren ganar en los periódicos lo que no alcanzaron en la mesa de conversaciones. No sorprende por ello que La Habana y sus amigos traten de dar la falsa impresión de que impusieron una derrota rotunda a la actual Administración de Estados Unidos. Eso es normal. Lo insólito es que en ese esfuerzo sean ayudados por quienes se proclaman sus acérrimos enemigos.

Hay cierto sector de la prensa y el público cubanoamericano que alberga sentimientos tan negativos hacia Obama como el propio Fidel Castro. No se trata de ser o no simpatizante del Partido Republicano. Es un estado mental. Exhiben una vocación permanente por anotarle derrotas a la Casa Blanca, incluso donde ninguna ha ocurrido.

Algunas de esas personas han decidido sumarse a la interpretación castrista de lo ocurrido en Honduras e impulsar el único objetivo —ya perdidos los demás— que queda pendiente al caudillo cubano: la liquidación de la OEA por vía del recorte financiero. Los extremos siempre se tocan.

© cubaencuentro.com
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Interesante la interpretación de Juan Antonio y de personalidades como Edmundo García. Solamente quisiera expresar que este es un tema que ha generado opiniones muy diversas. No estamos ante uno de esos en los que detrás de cada opinión hay obligatoriamente un juicio con una importante carga ética, como podría ser si enviar o no remesas familiares a Cuba, o inclusive, si optar o no por el camino del diálogo y la reconciliación para solucionar los problemas de nuestra patria. Creo que en esos dos ejemplos sí hay que cerrar fila detrás de ciertos valores. Pero ahora no estamos ante un caso de esos, sino ante uno muy discutible y opinable, tal y como ha sucedido. Por ello veo un tanto imprudente, que se plantee en términos maniqueos, aunque paradójicamente, con tres extremos. Si porque, tal y como dijo uno de los foristas, convertir lo discutible en dogmas del carácter que sean, podría ser también o degenerar en una posición de extremos, o por lo menos en una falta de humildad, provocada por la idea de creerse exento de haberse visto o verse en su vida fuera del ámbito de esos extremos. En relación con la decisión de la OEA: Las decisiones de las instituciones no pueden ser equiparadas a las decisiones unilaterales de los estados (como podría ser el levantamiento del embargo norteamericano o la eliminación de las restricciones de los viajes y las remesas). Las de los estados entran en el marco de la soberanía de cada uno para actuar en sus relaciones con otros de la manera que crea más conveniente y oportuna, pero en el caso de las instituciones, éstas deberán regirse por los principios y normas que ellas mismas se han otorgado. En todo caso, dudo que en este momento ese sea el camino para sembrar o hacer germinar la democracia en Cuba, máxime cuando muy pocos gobiernos de la región demuestran estar verdaderamente dispuesto a acompañar al pueblo cubano en dicho proceso. Por ejemplo, cuántos han manifestado su preocupación por las violaciones de los derechos humanos en la isla o han pedido la liberación de los presos políticos. Ninguno de ellos se acordó de Víctor Rolando Arroyo injustamente condenado a 25 años de prisión y hoy en huelga de hambre en Pinar del Río. Tampoco se acordaron de Antonio Díaz condenado a 20 años, a quien recientemente han trasladaron de un hospital a una celda de castigo en una prisión a 500 kilómetros de su casa. No fue un fracaso de la política del presidente Obama, pero tampoco creo que una victoria. Aunque en realidad me interesa poco ese aspecto. Fue ante todo un fracaso para la institucionalidad de la OEA, a quien, por cierto, la ODCA ha pedido ponga especial atención al desastre venezolano. (¿sucedió? No) Es una lástima que todos esos circos se monten a costa del dinero de los ciudadanos/contribuyentes de cada país. Si, porque la OEA no vive del aire. El régimen cubano ha dicho que no tiene intención de regresar a la OEA. Está en su derecho, pero hace que nos preguntemos: ¿No será que la OEA “paródica” está siendo utilizada para levantar cortinas de humo y tapar los graves problemas latinoamericanos (Venezuela, Guatemala, etc.? ¿No estará siendo utilizado el tema de Cuba para enervar el nuevo camino que quiere emprender la administración norteamericana en Latinoamérica? Saludos a todos.

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