CUBA: EL ÚLTIMO GUATEQUE
El último guateque
Por Gina Montaner
``¿Ya viste las fotos de Lage y Pérez Roque que contribuyeron a que cayeran en desgracia?'' En cuanto colgué el teléfono tras recibir la llamada de un amigo, sin perder tiempo las busqué en Internet. Hacía unos meses los hermanos Castro habían destituido al vicepresidente de gobierno y al canciller por haber sucumbido ``a las mieles del poder'', según una de las plomizas reflexiones que el comandante escribe compulsivamente desde que cayera gravemente enfermo.
Todavía en shock por las escandalosas fotos de Berlusconi y su harén con chicas de alternes, de pronto lo comprendí todo: Carlos Lage y Felipe Pérez Roque habían sido pillados in fraganti, en plena orgía de lujo y sexo donde las botellas de la Veuve de Clicquot iban y venían junto a bandejas de langosta y bogavante. Un pecado capitalista del que sólo la dinastía Castro puede disfrutar a puerta cerrada en Villa ``Punto Cero''.
Pero ahí estaban las imágenes de los dos revoltosos ex dirigentes, hoy condenados al plan pijama en sus domicilios: una fiesta campestre en una finca que no es precisamente los predios de los Médicis. Es verdad que Lage muestra una mirada soñadora. Y que Pérez Roque sonríe abiertamente. Los dos hombres, junto a otro defenestrado, Fernando Remírez de Estenoz, se ven a gusto junto al dueño de la parcela, un tal Conrado Hernández, quien acabó en la cárcel, tal vez, por ser el proveedor de tanta miel entre sus invitados.
Qué decepción me llevé al contemplar el álbum de tan sosa y pobretona reunión. Ni una cortesana de rompe y rasga como los mujerones que, previo pago, Il Cavalieri lleva hasta su particular Sodoma y Gomorra en las afueras de Roma. Nada de eso. Lage, Pérez Roque y Remírez de Estenoz parecen tres oficinistas en plan dominguero, disfrutando de unos refrescos que en los Wal-Mart siempre suelen estar en oferta. Ni siquiera están enfrascados en una partida de póker o en torno a una ruleta jugándose los pocos cuartos del mísero erario público cubano. Para nada. Juegan dominó con otros amigos y se puede sentir el bochorno y las moscas rondando las neveras portátiles en la propiedad del tal Hernández, quien, por sus contactos con empresarios españoles, los condujo hasta el panal de la fruta prohibida.
Un día de campo más modesto que la celebración del cuatro de julio en una playa americana les ha valido a Lage, Pérez Roque y Remírez el fin de sus fulgurantes carreras como delfines de una dictadura vetusta. Por más que uno revisa las dichosas fotos en busca de un flagrante indicio de decadencia y frivolidad, no se comprende tanta saña con ellos. ¿O será que los tres se dedicaron a hablar mal de sus jefes? Práctica que, por otra parte, es común cuando los oficinistas se reúnen en sus ratos libres y con unas copas de más. Seguro que el trío, distendido con las fichas de dominó y la bebida, se fue de la lengua: que si Fidel está hecho un viejo majadero. Que si no acaba de estirar la pata. Que si Raúl es un necio. Que si sus hijos son unos bon vivants, y no como los nuestros, trabajadores y aplicados. Primo, ¿a quién se le ocurre no haber rematado a Machado Ventura en la sala de operación --interrumpió Lage entre risas al referirse al ya célebre chascarrillo de ascensor del médico Raúl Castellanos, también presente en la barbacoa. La típica conversación entre empleados, molestos con sus despóticos e indiferentes superiores.
Lage, Pérez Roque y Remírez de Estenoz se quedaron con las ganas de probar una bacanal a la altura del inefable Berlusconi: con ninfas de alquiler, Viagra y caviar Beluga. Los tres olvidaron que hoy en Cuba la única libertad posible es la del cambio de sexo. Nunca es tarde. Pobres.
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