martes, julio 07, 2009

JOSÉ MANUEL ZELAYA, EN UN SAINETE BANANERO

Nota del Blogguista

Un sainete hasta que Zelaya provocó el primer muerto al convocar este domingo 5 de junio a sus simpatizantes para que fueran a recibirlo al aeropuerto donde dijo que iba aterrizar pese a que las fuerzas militares de Honduras estaban bloqueando el acceso a dicho aeropuerto y se produjeron enfrentamientos. José Manuel Zelaya no atendió los diferentes pedidos, entre ellos los de la jerarquía Católica en Honduras, de que evitara un derramamiento de sangre al regresar al país pese bajo las circunstancias existentes.

Por cierto, el avión venezolano, de PDVSA, piloteado por venezolanos que llevaba a Zelaya a Honduras, tenía como plan de vuelo Washington-San Salvador no tenía permiso para entrar al espacio aéreo hondureño; dicho avión sobrevoló el aeropuerto Toncontín de Tegucigalpa pero no hizo intento de aterrizar.

El peritaje de la bala que mató al joven de 19 años dió como resultado que no era de calibre militar; el Ministro de Defensa Adolfo Lionel Sevilla dijo que el peritaje hecho excluye de responsabilidad a las FF AA.
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Tomado de http://www.abc.es


Manuel Zelaya, en un sainete bananero

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Terrateniente, vástago de una de esas familias que siempre han dominado la vida política de Honduras y miembro de un partido de orden, en cuestión de meses abraza el populismo de Chávez, monta un carajal, le dan un golpe de Estado y pasa de aspirante a tirano a mártir de la democracia
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Por MANUEL M. CASCANTE
ENVIADO ESPECIAL TEGUCIGALPA

«Yo soy un campesino», decía este miércoles ante la Asamblea General de la ONU el depuesto presidente hondureño, Manuel Zelaya. Nadie lo duda. Con sus casi dos metros de estatura, guayabera alba, botazas, mostacho y sombrero de ala ancha para moverse por el rancho, «Mel» no oculta su condición de terrateniente y ganadero.

Manuel Zelaya Rosales es el primogénito de los cuatro hijos tenidos por Manuel Zelaya Ordóñez y Hortensia Rosales Sarmiento, descendiente de una familia de origen vasco: uno de los clanes que han manejado desde siempre, o casi, la política, la economía, la ley, la milicia, la cultura y todo lo que se mueve en Honduras. Estudió en el colegio del Niño Jesús de Praga y en el Instituto Salesiano San Miguel, en Tegucigalpa, y cursó Ingeniería Civil en la Universidad de Honduras, pero en cuarto de carrera abandona la facultad para centrarse en sus tareas empresariales vinculadas a la tala y comercio de madera.

En 1975, tras el golpe que llevó al poder al general Juan Alberto Melgar Castro, los Zelaya se verán envueltos en el asesinato de dos sacerdotes —un estadounidense y un colombiano— y trece campesinos en su finca de Los Horcones. Los criminales habrían sido sicarios contratados por los caciques del lugar. En 1976, «Melito» (luego pasarían a llamarlo «Mel», como a su padre) contrae matrimonio con Xiomara Castro Sarmiento, que le dará tuvo cuatro hijos.

Afiliado desde 1970 al Partido Liberal de Honduras (PLH), una de las dos grandes fuerzas políticas del país, en los ochenta comienza su carrera política. Adscrito, como su padre, al Movimiento Liberal Rodista (MLR), facción conservadora y dominante en el PLH, posteriormente pasa a las filas del Movimiento Azconista. En 1985 obtiene acta de diputado en el Congreso Nacional.

Zelaya protagoniza hacia 1997 otra migración en las filas liberales; ahora, al sector progresista del presidente Carlos Roberto Reina Idiáquez.

En 1999 se presenta como precandidato presidencial para las elecciones de 2001, pero pierde ante Rafael Pineda Ponce. Las primarias de 2005 lo convierten en estandarte del PLH para las elecciones de ese año. Sus limitadas dotes para la oratoria las suple con una actitud desenfadada —pero temerosa de Dios— acompañada de su afición a cantar y a tocar la guitarra. Todo ello le labra una imagen alejada de la clase política tradicional. Habla del poder ciudadano, de combatir la corrupción, de austeridad y honradez, de creación de empleo (sobre todo, en el sector de la maquila manufacturera) y construcción de viviendas, de becas escolares y de servicios sanitarios para todos. Y de poner fin a una pobreza que afecta a más de cinco de los siete millones y medio de hondureños.

Las encuestas lo situaban en los comicios de noviembre de 2005 por debajo del aspirante nacionalista, Porfirio Lobo Sosa, quien ofrecía «mano dura» contras las bandas juveniles (maras), incluida la pena de muerte. Tras casi un mes de recuento de votos plagado de irregularidades, Zelaya es designado ganador por apenas 75.000 papeletas. El 27 de enero de 2006 recibía la banda presidencial (séptima desde el retorno de la democracia en 1980) de manos del presidente del Congreso, Roberto Micheletti, quien tres años, cinco meses y un días después habría de firmar su destitución y sucederlo en el cargo.

Los dos primeros años de Zelaya en el poder transcurren sin demasiados sobresaltos, aunque el mandatario comienza a distanciarse de los poderes públicos, incluidos sus compañeros de partido, y de la oligarquía financiera del país. La sorpresa llega en agosto de 2008, cuando Honduras ingresa en la actual Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA). Lo que al principio parecía una frivolidad destinada a obtener petróleo venezolano a buen precio devino en una deriva populista por parte de Zelaya.

La ruptura del mandatario con sus correligionarios liberales llega ese mismo año, cuando ha de decidirse el candidato a la Presidencia en las elecciones de noviembre de 2009. Zelaya apoya a la canciller, Patricia Rodes, mediante la plataforma Poder Ciudadano. Según sus detractores, ella sería una marioneta en manos de Zelaya para reformar la Constitución y permitir su reelección en la siguiente legislatura. El partido, en cambio, sostiene a Micheletti, quien consigue derogar las leyes que impedían su postulación. Pero las internas dan como vencedor al vicepresidente, Elvin Santos.

La peleada elección de magistrados de la Corte Suprema de Justicia impedirá la ansiada reforma constitucional, por lo que Zelaya se lanza a la campaña de la «cuarta urna»: someter a consulta popular la posibilidad de votar, junto a presidente, legisladores y alcaldes, la convocatoria de Cortes constituyentes. La pregunta sería: «¿Está usted de acuerdo que en las elecciones generales de noviembre de 2009 se instale una cuarta urna para decidir sobre la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que apruebe una Constitución política?»

La oposición denuncia el desvío de recursos públicos para sufragar la iniciativa (Zelaya no ha presentado en 2009 los presupuestos generales) y, para frenar la estrategia, se decreta una ley parlamentaria por la que se impide convocar referendos en año electoral durante los seis meses anteriores a la fecha de celebración de los comicios.

Zelaya sigue en sus trece, o en su cuarta, y, apoyado por organizaciones sindicales, estudiantiles e indigenistas, reclama el derecho del pueblo a hacer oír su voz. Enfrentado también a la Corte Suprema, al Tribunal Electoral y a las iglesias cristianas, ordena al jefe de las Fuerzas Armadas, Romeo Vásquez, que distribuya el material electoral. Éste se niega (en marzo ya le advirtió de que los militares no se prestarían a un «autogolpe» manejado desde el poder) y es destituido, pero antes saca los tanques a la calle «para evitar incidentes». Acompañado de una turba de seguidores, Zelaya marcha hacia una base aérea para recoger urnas y papeletas y se atrinchera con ellas en la Casa Presidencial. Allí permanecerá protegido por una suerte de «ejército de Pancho Villa» compuesto por taxistas, parturientas y espontáneos cantantes folclóricos.

Insiste en que la consulta no es vinculante, que sólo es una sugerencia que después enviará al Congreso para su estudio. De la limpieza del proceso caben serias dudas, pues era el Ejecutivo el que convocaba y organizaba la consulta, el que escrutaría después los votos y el que habría de proclamar los resultados. Sólo los grupos afines al gobernante parecieron interesados en seguirle el juego, a pesar de que muchos funcionarios públicos denunciaron amenazas de despido si no secundaban la convocatoria.

Así las cosas, Zelaya mantuvo su particular cita con las urnas para el pasado domingo. El sábado, bien entrada la noche, abandona la Casa Presidencial para pernoctar en su residencia de la colonia Tres Caminos. Después de tres días de tensión institucional, el Ejército se había retirado de las calles. Pero, de madrugada, dos centenares de soldados se presentan en su casa y, tras enfrentarse con su guardia personal, lo encañonan para, descalzo y en pijama, conducirlo a un avión militar y trasladarlo a Costa Rica.

Horas más tarde, el Congreso, casi por unanimidad, muestra una carta de «renuncia irrevocable» (¡firmada el jueves anterior!) por razones de salud, destituye al mandatario y nombra jefe del Estado interino al presidente de la Asamblea, Roberto Micheletti. Apenas unos cientos de partidarios de Zelaya se congregan ante las puertas de la Casa Presidencial, que serán dispersados el lunes a pelotazos de goma, gases lacrimógenos y agua fría.

La prensa local, compinchada en buena parte con el golpe, difunde —amparada en informes del Congreso— que Zelaya tenía previsto dar a conocer los resultados (favorables a su propuesta) de la consulta a media tarde del domingo, disolver el Parlamento y convocar a Cortes Constituyentes. La nueva Carta Magna ya estaría redactada, a semejanza de las que impulsaron Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia.

En las calles, miles de ciudadanos salieron a festejar la salida de «Mel» bajo el lema «Porque los buenos somos más y queremos vivir en paz». «Zelaya nos quiso imponer un Estado chavista y desatendió sus obligaciones de Gobierno», «Nadie puede estar por encima de la Constitución», «Tenemos miedo a Chávez, no queremos ser como Cuba o Venezuela», «Defendemos la ley y la democracia».., eran algunas de las explicaciones que se escuchaban entre la multitud congregada frente a la catedral de Tegucigalpa.

Pero el mundo entero condena la asonada, que el nuevo Ejecutivo interino define como «sucesión constitucional». Y Zelaya pasa de ser aspirante a tirano a convertirse en mártir de la democracia. El sainete bananero no ha hecho más que comenzar.

1 Comments:

At 7:20 p. m., Anonymous Josie Márquez said...

Agradezo la información que aporta este blog, es otro punto de vista y desde luego a partir de una optica cercana que no podemos tener quienes nunca hemos estado inmersos en la vida de los paises de la zona norte de Sudamérica, pero quiero apuntar que el demérito de nosotros mismos como paises vecinos es lo que ha impedido siempre que nos veamos como hermanos y actuemos unidos para salir del agujero de la pobreza extrema y el subdesarrollo a pesar de la riqueza de nuestra tierra, en fin que no quiero extenderme demasiado, mi intervencion es unica y exclusivamente para pedir un poco de respeto con lo que no se conoce y apunto lo siguiente ..."En su extraordinario relato México insurgente, John Reed dejó un retrato excepcional de Villa, que merece la pena recordar:

"La gran pasión de Villa eran las escuelas. Creía que la tierra para el pueblo y las escuelas resolverían todos los problemas de la civilización. Las escuelas fueron una obsesión para él. Con frecuencia se le oía decir:
-Cuando pasé esta mañana por tal y tal calle, ví a un grupo de niños. Pongamos allí una escuela. "

Chihuahua tenía una población menor a los 40,000 habitantes. Pancho Villa estableció más de cincuenta escuelas allí. El gran sueño de su vida era enviar a su hijo a una escuela de los Estados Unidos. Tuvo que abandonar la idea por no tener dinero suficiente para pagar el medio año de enseñanza, al abrirse los cursos en febrero.

Por tanto, tampoco es casualidad que Pancho Villa, igual que otros grandes revolucionarios que han defendido al pueblo trabajador, sea víctima de una infame campaña de intoxicación por parte de la prensa, siempre al servicio de los intereses del capital y los poderosos."
En el Ejército de Pancho Villa, no habia taxistas, seguro alguna "adelita" parturienta ...si y los cantantes espontáneos del folklore propio como los "corridos" que animaban las noches tan duras que debieron haber pasado a salto de mata para contribuir asi a la historia y actual posición de México en su entorno, por lo que, seguro que si empezamos por respetarnos nuestras propias historias y personajes, empezaremos desde luego a darnos un lugar y conseguir que se nos respete nuestras luchas y batallas y el mundo nos tome en serio y no cualquiera se pitorree del gobernante o el ejercito del vecino, porque vaya si se pueden dar opniones a ligera y traer a cuento a personajes que no se conocen y alegremente nombrar peyorativamente a un ejercito que si bien eran de la clase oprimida y no vamos ahora a entrar en análisis, no eran ni taxistas ni parturientas ni folkloricos espontáneos, que no habria sido una verguenza tampoco porque seguro cuando nacimos, nuestra madre estaba de parto ...o no? asi que no se porque esa forma tan despectiva de referirse a las parturientas... respeto es lo que nos hace falta y no demeritar al vecino para parecer mejores o mas inteligentes.
Creo que queda clara mi atenta solicitud, ya lo dijo otro indígena mexicano que por cierto llegó a ser presidente, Don Benito Juárez, "entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz"

 

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