jueves, julio 09, 2009

UNA FORMULA PARA LA LIBERTAD

UNA FORMULA PARA LA LIBERTAD



Por Alfredo M. Cepero .


En un continente plagado por el materialismo, la hipocresía, y el protagonismo, el humilde, estoico y trabajador pueblo hondureño ha sido siempre una especie de bálsamo para el espíritu. Teniendo en cuenta esas características, muy pocos analistas políticos habrían vaticinado los acontecimientos de los últimos doce días. En un acto de audacia y coraje, los hondureños se convirtieron en héroes de la lucha contra un totalitarismo que amenaza con propagarse en América con la celeridad de un incendio de maleza en la estación de la seca. Hoy contemplamos a Tegucigalpa como a una moderna Atenas donde ha encontrado contenido y sentido el renacimiento de la frágil democracia latinoamericana amenazada por dictadorzuelos de nueva escuela. Gobernantes que, manipulando la constitución, se atrincheran en un en un ejecutivo hipertrofiado a expensas del debilitamiento de los demás poderes, desvirtúan la democracia y destruyen el equilibrio sobre el cual debe descansar al Estado de Derecho. De ahí la importancia de lo ocurrido en la patria de Morazán, donde adquirió nueva vida la libertad asediada de Bolívar y tropezó con un infranqueable muro de dignidad y cordura la indignidad y la demencia del tan cacareado Socialismo del Siglo XXI.

Y todo fue logrado actuando conforme derecho, así como aplicando de manera transparente y escrupulosa las cláusulas de la Constitución Hondureña de 1982. Porque en Honduras no hubo un golpe de estado. Hubo la destitución legal de un presidente que no sólo violó la constitución sino que puso en marcha una campaña de división y odio de la sociedad hondureña para perpetuase en el poder imitando a su banquero Hugo Chávez y a su mentor Fidel Castro. Pero como este tema constitucional es materia de difícil análisis y ha sido tratado con frecuencia por numerosos juristas en los últimos días preferimos sugerirles que visiten http://www.gobernacion.gob.hn

Por otra parte, aunque reconocemos que es muy difícil evaluar a distancia acontecimientos de esta envergadura, nos atrevemos a formular sugerencias que podrían ser de utilidad para poner fin al circo mediático de los últimos días y proporcionar a los hondureños una fórmula para la consolidación de su libertad. Veamos:

1- Un Zelaya viajando por el mundo como embajador itinerante de Hugo Chávez y “víctima” de un “golpe de estado” fabricado por la prensa comprometida con la izquierda podría constituir un impedimento a la reincorporación de Honduras a la comunidad internacional. Sobre todo, si se le sigue dando la excusa de que el nuevo gobierno no le permite regresar al país. De ahí que entendamos que la mejor forma de enfrentar este reto sería restaurar la normalidad de las operaciones del aeropuerto internacional de Tegucigalpa y crear las condiciones para un regreso del depuesto presidente. Si Zelaya se llena de valor y regresa tendría que responder a los 18 cargos pendientes en su contra. Si no regresa se le acabaría su cartel de “guapo de barrio” y quedaría en el mismo ridículo del jefe del circo que le manda órdenes y dinero desde Caracas.

( Pleno de la Corte Suprema de la República de Honduras anunciando fallo contra Zelaya)

2- Poner en marcha sin dilación la convocatoria a las elecciones presidenciales a que hizo referencia la semana pasada el presidente provisional Roberto Micheletti. Si esto fuera puesto en práctica en los próximos sesenta días no sólo restaría tiempo a los planes intervencionistas de Chávez y de Ortega a través de Nicaragua sino pondría a la OEA y a la ONU en la incomoda y débil posición de contradecir la voluntad del pueblo hondureño expresada en las urnas.

3- Desistir de las gestiones para establecer diálogo alguno con la OEA o con la ONU, dos entelequias desacreditadas y desmoralizadas por la negación de los principios que dicen defender. Dejar que sea el futuro gobierno hondureño, resultado de una transparente consulta democrática, el que retome esa infame tarea.

4- Suspender las gestiones de diplomacia pública con el gobierno de Washington, aunque siempre manteniendo canales de diplomacia privada para futuras negociaciones económicas y comerciales cuando pase este vendaval. Los norteamericanos pueden ser buenos socios comerciales pero, como es de esperar, han sido tradicionalmente aliados políticos poco confiables cuando sus intereses nacionales entran en conflicto con los de sus socios. Además, los retos y prioridades de la política exterior norteamericana andan diseminados por latitudes tan lejanas como Irán, Irak, Afganistán y Corea del Norte. También los hondureños deben tener presente que la América Latina jamás ha sido una prioridad para los Estados Unidos. Quienes cometimos el error de creer lo contrario pagamos el precio del desengaño, la frustración y la impotencia que trajo como resultado la traición de Playa Girón. De ahí que no tengamos dudas de que, como de costumbre, Washington nadará entre dos aguas y tratará de quedar bien con unos y con otros. Por lo tanto, no moverá un dedo ni para restaurar a Zelaya ni para reconocer a Micheletti. Se lavará las manos como hizo una vez el procónsul romano de Judea.

Un gobierno de Honduras que adoptara estas medidas estaría sin dudas rompiendo las normas de conducta tradicionales de la mayor parte de las naciones del Hemisferio y desafiando a las organizaciones y naciones que se proponen en este momento someterlo a la indignidad de aceptar el regreso del dictadorzuelo Zelaya. Pero estaría al mismo tiempo sentando pautas de independencia, demostrando como lo ha hecho ya que no se amedrenta ante las amenazas y consolidado sus bases de nación celosa de su libertad, defensora de su soberanía y orgullosa de su historia. Por todo ello, merece la admiración y la gratitud de todos los demócratas de América.


Miami, Florida, 8 de julio del 2009
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