Los Beatles y la libertad
Los Beatles y la libertad
Por Alejandro Rios
Las dictaduras crean ansiedades suspicaces. Al prohibir a los Beatles, desde que surgieron en 1962 hasta mucho después que se disolvieran en 1970, el régimen de Fidel Castro fabricó una desesperación cruel e innecesaria entre la juventud cubana de la época que no podía estar al tanto, como el resto del mundo, de las incidencias personales y musicales de una carrera artística prodigiosa.
Esta semana se cumplen 40 años de la salida al mercado del paradigmático álbum Abbey Road, que se está celebrando con la edición de la colección definitiva de la música grabada por los cuatro compositores e intérpretes: The Beatles Remastered Box Set, que incluye, tal como fueron saliendo, los 13 discos originales, 217 canciones de una obra todavía no superada por ningún otro grupo contemporáneo.
Los nuevos discos compactos, verdadera fiesta para los oídos y el alma, por la cantidad de detalles sonoros que emergen, terminan por ser, al mismo tiempo, una suerte de viaje a la nostalgia.
El repaso de tantas canciones alojadas en el corazón me ha hecho recordar a dos de mis amigos entrañables que emulaban a Lennon y McCartney armonizando algunas de sus más recordadas composiciones sobre una azotea de la Habana del Este, en un inglés totalmente imaginado.
Me viene a la mente, también, cierta tarde sentados a la salida de la secundaria básica, cuando trinábamos de alegría con el álbum Meet the Beatles recién traído por el padre marino mercante de uno de los estudiantes.
Habitualmente nuestro barrio era mostrado por Castro a delegaciones extranjeras como un plan de viviendas ejemplar, aunque su gobierno no lo hubiera construido. Ese día el dictador llegó con su alboroto de autos y seguridad personal, fue directo a congraciarse con los alumnos y no atinamos a esconder el LP. Noté que supo simular su sorpresa y luego de algunas boberías condescendientes dijo, mirando al disco, que hacían buena música aunque no le gustaba el pelo largo.
Cada álbum de los Beatles que llegaba a nuestras manos era motivo de fiesta. Atuendos, pelados, actitudes, se analizaban de modo minucioso para ser imitados. También perseguíamos las fotos con cierta desesperación porque ni pensar que las filmaciones y programas de televisión que ya les dispensaban por el universo pudieran llegar a la atrincherada isla.
De la censura participaban, con tesón, todos los medios de comunicación cubanos. La radio y la televisión estaban autorizados, solamente, a divulgar las versiones de canciones de los Beatles hechas por grupos españoles y para hacer honor a la verdad fue el Noticiero ICAIC, que a la sazón dirigía Santiago Alvarez, el primero en presentar unos fotogramas esquivos de los famosos de Liverpool.
Luego en 1968, el iconoclasta director de cine Nicolás Guillén Landrián se le ocurrió la temeraria idea de poner en su documental Coffea Arábiga, la imagen de Castro en camino a su tribuna de la Plaza de la Revolución mientras se escucha en la banda sonora El tonto de la colina (The Fool on the Hill).
Dice el escritor y sociólogo ruso Artemy Troitsky, a propósito de un concierto memorable de Paul McCartney en la Plaza Roja el 24 de mayo del 2003, luego de estar prohibidos como en Cuba durante los años nefastos de la Unión Soviética, que ``Los Beatles, Paul, John, George y Ringo, hicieron más por la caída del comunismo que ninguna otra institución occidental''. A lo cual agregó uno de los más conspicuos asistentes al evento, el por entonces presidente Putin: ``Fue como un trago de libertad. Su música abrió una ventana al mundo''.
No obstante, la isla caribeña parece tener mala suerte. Hace un par de años McCartney hizo una visita privada a la ciudad de Santiago de Cuba y sus alrededores, donde elogió las melodías de la llamada vieja trova. Lennon está sentado en un parque habanero a manera de estatua aguantando sol y sereno y a los rateros que insisten en robarle sus famosas gafas de arito. Los Beatles se escuchan en la radio cubana y hasta se celebran eventos debatiendo su legado. La libertad sigue pospuesta, sin embargo, aunque las canciones inolvidables del Abbey Road cumplan cuarenta años.
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