jueves, septiembre 10, 2009

VIVIR SIN LA PATRIA ES ...

Tomado de http://www.cubaencuentro.com


Vivir sin la patria es...


Por Luis Manuel García Méndez

El día de nuestra llegada a Cuba, me preguntaba si Daniel iría a recuperar la patria perdida (en caso de que aún sea su patria y de que la hubiese perdido). Claro que si la patria es el “Estado libre del cual somos miembros y cuyas leyes protegen nuestra libertad”, de momento seguirá siendo súbdito del rey Juan Carlos, aunque nos haya costado un disgusto conseguirle la nacionalidad española. Tenía 14 años y, como menor de edad, tuvimos que acompañarlo. Un solemne juez sevillano lo miró como el rey Arturo a punto de nombrarlo caballero de la mesa redonda: “Dígale que debe jurar (o prometer) fidelidad a la Constitución y al Rey”. Nury le tradujo y Daniel respondió que “a la Constitución sí, pero no al rey, porque yo soy republicano”. Ante la insistencia del juez, y pensando que se trataba de una broma sin mayor importancia, ella le tradujo textualmente. De inmediato, el juez respondió, con una ira contenida como de Borbón venido a menos, que en tal caso no podía concederle la nacionalidad. “Una pregunta, señor juez”, le dije, “¿qué edad tiene el chico?”. “Catorce años”, respondió dubitativo. “¿Es menor de edad o no? ¿Lo representamos nosotros o no?”. Admitió a regañadientes. “Entonces, él es el más juancarlista de España hasta su mayoría de edad, porque lo digo yo, que lo represento”. A la salida de los juzgados, el más reciente españolito del reino, con una sonrisa de complicidad, nos dijo: “Pero acabamos de ganarle una batalla a los monárquicos”.

A lo que iba antes del desvío: si, de acuerdo a Rousseau, sin libertad no hay patria, sólo país, la natio de Cicerón (folklore de lenguaje, costumbres, religión y paisajes) y patria es la república, sus instituciones y un modo de vida acorde con ellas, seguiríamos en las mismas. Y concluí entonces que debería conformarse con la matria, un lugar interior en el que crear una “habitación propia”, según Julia Kristeva. (Aunque la matria vasca era aquella que Unamuno contraponía a la patria española, y ya eso me va gustando menos)

Pero he seguido dándole vueltas al asunto, quizás demasiadas, y por muchas razones. Durante bastante (todo mi) tiempo me insistieron en que había que defender la patria, aunque el enemigo nunca se presentó. Ahora soy un apátrida según el diccionario castrista. (Si me porto bien quizás me asciendan a miembro de la “comunidad cubana en el exterior”). Pero, ¿hay equivalencia entre el patriotismo y la geografía? ¿El viejito de Miami que sueña cada noche, desde hace 45 años, con su patio de gallinas y mangos en Jatibonico es un apátrida? ¿El habitante de la Isla es un patriota por puro fatalismo geográfico? Y más. Me percato de que próceres, caudillos y dictadores, todos son patriotas. Hay nacionalistas y socialistas y nacionalsocialistas. ¿En qué quedó aquello de la “identidad nacional”? Y, por cierto, ¿los marxistas no eran internacionalistas? Es curioso que tras la invasión alemana a la URSS, en la proclama de Stalin no se llame a los rusos a defender el socialismo, sino a la Madre Rusia. ¿De qué patria hablamos en el caso de Cuba? ¿De qué nacionalismo? ¿Romántico, de izquierdas? ¿O religioso, con sus textos sagrados, su catequesis y su promesa de un cielo llamado comunismo para quienes no pequen contra el señor? ¿O el nacionalismo banal promulgado por Michael Billing? (Utilitario, pragmático, multidireccional).

Y está, además, el presunto sustrato histórico de ese patriotismo y ese nacionalismo cuyas raíces y fronda han sido meticulosamente podadas como un bonsái. Aunque la bandera nacional es la de Teurbe Tolón y del anexionista Narciso López, aunque lo haya sido Ignacio Agramonte, todo anexionista es antipatriota por definición. “Anexionista” es el mayor agravio en la jerga oficial cubana. Disidentes, defensores de los Derechos Humanos, periodistas y bibliotecarios independientes son anticastristas, pero como se cumple la ecuación patria = socialismo = Fidel Castro, son antipatrióticos por carácter transitivo, y anexionistas por algún otro carácter que no se especifica. Se sobreentiende. Ha sido anunciada, en cambio, la anexión a Venezuela, que sería gramaticalmente peligrosa (podríamos empezar a hablar como Hugo Chávez).

Tampoco los autonomistas del XIX entran en el canon, aunque les tributaran sus respetos el generalísimo Máximo Gómez y José Martí. Hasta donde recuerdo, ambos tuvieron una participación más activa en la independencia de la Isla que los ideólogos del Partido Comunista. No así en la reescritura de la historia.

Si el nacionalpatriotismo oficial se concilia con el medio millón de cubanos que han practicado el internacionalismo por cuenta del gobierno. ¿Por qué no se concilia con los dos millones que lo han practicado por cuenta propia?

No sé si la patria nos “contempla orgullosa”, pero yo la contemplo dubitativo.

Espero aclararme en dos o tres días. De momento, quisiera introducir el tema con un cuento, reminiscencia de mi infancia, cuando me despertaban cada mañana con el programa de Tía Tata Cuenta Cuentos, “arriba, arriba, compañeritos, llegó la hora del cuentecito”, y yo salía pitando tan pronto empezaba a cantar Carlos Puebla, porque ya sabía que llegó el Comandante y mandó a parar. El cuento aparece en la edición española de Habanecer (2005). No en la cubana, de 1992, por la sencilla razón de que lo escribí en 1998. Como todos los cuentos de ese libro, ocurre el 28 de agosto de 1987. Y éste, específicamente, entre las 5:08 y las 6:52 am.

( Nota del blogguista de Baracutey Cubano: para leer el cuento, hacer click en el enlace al inicio de este post )