jueves, marzo 04, 2010

EL JARDÍN DE MIS RECUERDOS O LA CASI TOTALIDAD

El Jardin de mis Recuerdos
de
Roberto A. Solera

se presentará el 7 de marzo en Books and Books
Coral Gables

265 Aragon Avenue
Coral Gables
FL 33134


a las 4 p.m


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EL JARDÍN DE MIS RECUERDOS O LA CASI TOTALIDAD

Por Félix Luis Viera
Mexico.


Esta obra de Roberto A. Solera resulta inclasificable: un catauro de sumo valer donde se transportan -–con neutralidad que convence, con equidad cuando se analizan este y el otro bando–- hechos históricos reexaminados con suma precisión; las enjundias del ser cubano; los avatares de la República; las vueltas que ha dado, a veces azar de por medio, la sociedad cubana desde su nacimiento hasta el presente más cercano. Es un libro que deberían leer todos los cubanos, incluidos aquellos que piensan que ya lo saben todo sobre la historia de su país. Es un libro para leer despacio; es una obra recurrente, de cabecera, que exige recapitulación en una y otra de sus páginas. En fin, un libro de consulta.

"Cuba entraba en una época de democracia representativa en diciembre de 1940 que duraría hasta el nefasto 10 de marzo de 1952".

Memorias, ensayos, autobiografía, crónica de época, historiografía, artículos periodísticos se intercalan, o mejor decir se sueldan de manera diestra, en un todo armónico, en El jardín de mis recuerdos. Pienso que no pocos de los planos de este libro tienen como fuente las anotaciones del autor durante decenios, de lo contrario no me explicaría que se relatara un hecho de nuestro devenir épico o de lo cotidiano -–que incluye lo político, lo artístico, lo social, aun lo que al deporte se refiere-– con semejante lujo de detalles (detalles de indudable valor que sólo el autor vería en su momento y, que de no ser por su pasión de cronista, los hubiéramos perdido para siempre) que, en verdad, unos nos estremecen, otros nos hacen reír o reflexionar, y todos irán a las arcas de la idiosincrasia de nuestra Isla.

"Como el dinero no abundaba, llevábamos a la bodega papel periódico que el bodeguero pesaba y que luego utilizaría para envolver los “mandados” y sacábamos diez o quince centavos que nos servían para entrar al Almendares".

Así, aquellos buscadores de datos o simplemente los que quieren saber de dónde vinimos, qué hicieron nuestros antepasados o aun lo que han hecho nuestros contemporáneos en las diversas facetas de la historia patria, y de la historia del cubano común, se dará gusto con El jardín de mis recuerdos , que por demás está escrito de forma directa, clara, sin que sea menester un basamento de instrucción específico para metabolizar esta o aquella de las vertientes que expone.

Los lectores, claro, somos subjetivos, porque subjetivos somos los seres humanos. Para el que suscribe han sido de mucha utilidad los segmentos referidos al devenir de lo que podríamos llamar la “historia política” de la nación cubana; confieso que sobre este tema he aprendido mucho más de lo que esperaba de un libro de corte semejante. Aquí, en este plano de la obra, es donde mejor se puede apreciar la neutralidad y equidad que citaba al inicio de estas líneas. Solera no toma partido, no cae en lo pueril; analiza y expone, claro, desde su punto de vista, pero de ningún modo carga la mano injustamente hacia uno u otro lado de la balanza.

"Siempre es bueno echarle una mirada a la casa del enemigo, aunque éste desgraciadamente, sea de la misma sangre y afortunadamente milite en el campo contrario".

Hacia el final de la obra, el autor incluye -–sin dejar de intercalar, como viene haciendo a lo largo del libro, sus apreciaciones individuales sobre lo cotidiano ontológico-– una serie de artículos, crónicas, apuntes que punzan sobre los aconteceres vinculados con los despropósitos de la dictadura cubana, así como de los hechos más destacables de ésta allende la frontera patria. Debo suponer que estos artículos no fueron reeditados para ser incluidos en el libro; así, queda claro que el autor, desde siempre, se ha preocupado por la objetividad dejando a un lado la pasión que a veces nos hace olvidarnos de que estamos escribiendo para exponer con suficientes elementos de juicio, no para anatemizar guiados por rencores que, si bien tienen una justificación, pueden obnubilarnos y, de este modo, hacer que perdamos profundidad en la interpretación de los hechos.

Convoco a leer esta obra -–publicada por Término Editorial y que merecería un mejor cuidado en su factura-–, despacio, como decía al inicio, o más bien rumiando en cada una de sus 429 páginas. Luego, verá el lector que no es un libro para olvidar en el librero, a él tendrá que recurrir cada vez que quiera indagar sobre el devenir de Cuba y de los cubanos.

“…Hoy muchos años después vuelvo a ver los flamboyanes y su belleza indescriptible me hace sentir la felicidad al observarla, y hallar a mis viejos amigos, nunca olvidados, ¡siempre en la memoria!”.