CUBA: Los recursos de la salud
El gobierno cubano parece preocupado, el vicepresidente José Ramón Machado Ventura llamó a "fomentar la cultura de la racionalidad" en la Salud Pública y "a emplear eficientemente los recursos humanos y materiales que posee".
Para mí es un tema difícil porque no puedo evitar sentir agradecimiento. Debe ser un reflejo de aquellos años en los que corría desesperado con mis hijos pequeños en brazos para los hospitales, donde siempre encontré auxilio, comprensión y profesionalidad.
Quien crea que los galenos cubanos se solidarizan por obligación no los conoce. No niego que aprovechan sus viajes al extranjero para comprar una TV o una cocina, pero reducir su solidaridad al mero interés económico es cometer una enorme injusticia.
Sin embargo, últimamente enfrento un sentimiento encontrado, ya no puedo hablar de la Salud Pública como un todo. La realidad es que mientras los médicos trabajan día y noche en La Habana, Guantánamo o Haití, otros dilapidan sus recursos materiales.
Las noticias en los medios nacionales, sin embargo, nos llenan de datos sobre la Operación Milagro, la Escuela Latinoamericana de Medicina, la brigada médica en Haití y las campañas sanitarias en Nicaragua, Bolivia, Venezuela y Ecuador.
Pero la primera prioridad de la Salud Pública debe ser la cobertura de los ciudadanos cubanos. Tan es así que el periódico oficial, Granma, afirma que la atención médica gratuita a la población es "una de las conquistas más preciadas de la Revolución".
A pesar de eso la ineficiencia administrativa está presente en muchos de los centros sanitarios del país. Se roban la comida y el abrigo de los enfermos, se envía personas incapaces a comprar equipos inútiles y se gastan fortunas en construcciones inservibles.
En las almacenes de oftalmología "se amontonan equipos carísimos que no utilizamos para nada y que no sabemos ni siquiera quien ordenó comprar", me dice un viejo médico del sector, "cientos de miles de dólares botados por un incapaz".
No puedo dejar de sorprenderme cuando me entero que la Sala de Quemados del hospital Calixto García no funcionó nunca, ni un solo día, "a pesar de que fue inaugurada hace años por las máximas autoridades políticas del país", me comenta otro médico.
Me cuenta que el techo se ha caído en varias ocasiones y Salud Pública paga otra vez para que le repitan la misma chapucería. El Estado compró las bañeras para quemados a pesar de que son muy caras, pero no pudieron usarse por falta de presión de agua.
Es un caos total sobre el que nadie quiere hablar, "esto está en candela", me dice un enfermero mientras un médico sale huyendo apenas le pregunto. Sin embargo, la rabia puede más y finalmente logro que algunos de ellos conversen con franqueza.
Me cuentan que el Estado destinó una gran suma de dinero para construir una nueva Sala de cirugía en ese hospital. Se utilizan materiales de primera calidad, a un costo altísimo, "todo en los baños es marca Roca", me comenta un empleado.
Sin embargo, no se hace público lo que todos saben, que a pesar del enorme gasto el techo gotea cuando llueve, que las pruebas de presión de agua revelan decenas de salideros en las tuberías y que fue necesario romper las paredes para poder abrir las ventanas.
El ministerio presiona para que las autoridades del hospital den el visto bueno a la obra y por ahora éstas se niegan. Saben por experiencia que aceptarlo implicará tener otra sala "inaugurada" solo para el noticiero de la TV, igual que la de Quemados.
Lo curioso es que el Ministerio de Salud Pública debería ser el primer interesado en rechazar estas chapuzas. Sin embargo, los azulejos se siguen desprendiendo de las paredes sin que nadie se pregunte si no se estarán robando el cemento.
Es el mismo cemento con el que se repararon y ampliaron muchas de las viviendas del barrio de Centro Habana, el que salió de las obras del hospital Almejeiras, junto a camiones de arena, cabillas, azulejos, baldosas y todo lo que pudiera venderse.
Y mientras unos hospitales "venden" materiales de construcción, en el "Julio Trigo" vimos como los acompañantes de los enfermos recorrían los pasillos con recipientes llenos de heces fecales buscando donde botarlas porque los baños estaban rotos.
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