Raúl Rivero: Unas personas que llegaron de lejos
Unas personas que llegaron de lejos
Por Raúl Rivero
Madrid -- Nada puede desviar los rafagazos de felicidad que van y vienen entre los presos políticos llegados a España en vuelos directos desde las celdas de las prisiones a los salones refrigerados del aeropuerto internacional de Barajas. Nada. Ni siquiera ese procedimiento de destierro en estado de emergencia que los sacó de la pesadilla de siete años de cárcel al verano que se propone, ahora en julio, evaporar a la Gran Vía.
Ellos, casi una veintena ya, y más de 100 familiares se miran todavía como reconociéndose. Y, en las tertulias que permiten los turnos médicos y las gestiones de la burocracia para regularizar su situación aquí, se pueden percibir esas corrientes especiales que produce la libertad.
Se ven los gestos de acercamiento entre padres, hijos, hermanos y hermanas que no pudieron contarse sus historias durante casi una década y hay una ansiedad que deja, en esos encuentros rápidos, muchas conversaciones en el aire.
Su presencia en España ha provocado centenares de piezas de opinión, polémicas, opiniones encontradas y un debate político que todavía no cede. Ellos mismos, como periodistas o como activistas de derechos humanos, han entrado en los medios de prensa con sus juicios y pareceres.
Han mostrado diversidad, sin unanimidades estúpidas, bajo la idea generalizada de que hay que excarcelar a todos los prisioneros políticos, desmantelar el sistema penal criollo y abrir la sociedad a todos los cubanos para poder comenzar a hablar de signos reales de cambios.
En sus charlas informales o en las nuevas y urgentes despedidas porque algunos viajaron en estos días a otras zonas de España (Sigüenza, Valencia, Málaga, Asturias, La Rioja), siempre cruzadas como se ha dicho por esas rachas de regocijo, aparecen Oscar Elías Biscet, Víctor Rolando Arroyo, Arnaldo Lauxeriques, Pedro Argüelles Morán, Horacio Piña, Adolfo Fernández Saínz y otros amigos que se han negado a viajar a Europa o cuyos nombres no se han visto en las listas de posibles excarcelados.
Es una memoria asaltada por recuerdos personales y por momentos esplendorosos o sombríos que se presentan sin sombra de neblina, como llega permanentemente la figura y el gesto generoso de Orlando Zapata Tamayo. Y las escenas de las Damas de Blanco en las calles de La Habana y el reclamo del periodista Guillermo Fariñas, que le dio la vuelta al mundo.
Pasan ellos y pasa una Cuba que los presos padecieron hasta hace unas horas y sus familias vivieron y tocaron también ayer mismo. Pasan por sus cabezas y se deslizan en las mesas el país que cada uno recuerda y las geografías gratas y remotas de lo que fue una vida que debe empezar a cambiar.
De todo lo que he leído sobre este episodio controvertido, pero envuelto en sus ráfagas de felicidad, me quedo con este mensaje que me envió una escritora española muy amiga.
``Me gustaría mucho'', escribió, ``saber cosas de esos hombres y de sus familias, de sus gustos, de sus planes. Lo que piensan sobre el amor y la música, la poesía, sobre la vida y el porvenir. No podemos olvidar que son, sobre todo, seres humanos. Seres humanos que han sufrido mucho y han regresado del sufrimiento. Eso es lo más importante''.
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