domingo, diciembre 12, 2010

Los tres hijos de Mario Vargas Llosa retratan la figura de su padre quien recibió el Nobel de Literatura

Tomado de http://www.lavanguardia.es


Los tres hijos de Vargas Llosa retratan la figura de su padre


(Mario Vargas Llosa y su esposa Patricia con todos sus hijos, las parejas de estos y sus nietos, ayer, en el Grand Hotel de Estocolmo, poco antes de recibir el premio Nobel)

El escritor recibió de manos del rey de Suecia el mayor galardón literario del mundo, el Nobel de Literatura

Libros | 11/12/2010


Poco antes de que su padre recibiera, ayer, de manos del rey de Suecia, el mayor galardón literario del mundo, los tres hijos de Mario Vargas Llosa accedieron a dibujar para este diario, a través de sus recuerdos, la figura del flamante premio Nobel, cuya influencia ha determinado de manera decisiva sus tres carreras profesionales. Los mayores, Álvaro y Gonzalo, conservan, además, vívidos recuerdos de su infancia en Barcelona.

Álvaro Vargas Llosa (Lima, 1966) es el más político de los tres. Dirige en EE.UU. un think tank liberal, el Centro para la Prosperidad Global, escribe libros ensayísticos, artículos en The Washington Post, es tertuliano de radios y televisiones y representa al grupo mediático chileno Copesa. Extremadamente rebelde, “me escapé a los tres meses de la Universidad de Princeton, donde había ingresado muy joven, menor de edad, por mis buenas notas. Rompí toda relación con mi familia y me fui a Lima, donde encontré un trabajito en el diario liberal La Prensa. Mi padre no entendía que renunciara al privilegio de estudiar allí para irme a vivir a un lugar sumamente modesto. Fue mi etapa de desmadre. Al año siguiente me reconcilié con mi familia y volví a la universidad, a la London School of Economics”.

Los tres pasaron unos años de su vida en internados británicos. Álvaro fue con Gonzalo a Cambridge: “Mi padre tenía la obsesión de que fuéramos independientes y de que no nos criáramos como hijos de famoso. Pero no hablábamos nada de inglés, y el primer día que me llevó al colegio, le pregunté: ‘Si uno deja de hablar muchos meses, ¿corre el peligro de perder el habla?’”. Gonzalo apunta que “había una disciplina férrea, ya no pegaban pero sí te torturaban psicológicamente, encontraron nuevas fórmulas que estaban dentro de la legalidad para hacerte la vida difícil. Pero no me arrepiento porque el nivel de la educación era extraordinario: a los 15 años ya hablaba 4 o 5 lenguas”. Por su parte, Morgana fue interna a Ascott: “Estaba harta de tanto viajar por el mundo y ser siempre la nueva de la clase, pero me sentía muy extraña en la campiña británica. El internado fue para mí un mal menor aunque con los años me doy cuenta de la educación fabulosa que he recibido”.

Álvaro es el que muestra mayor conexión con el ideario liberal de su padre. “Cuando mi padre rompió con la izquierda revolucionaria, le recuerdo sufriendo mucho, odiado y vilipendiado de una manera salvaje en medio mundo. Así que mi liberalismo nace de un instinto protector: los que se meten con mi papá son malos, así que lo contrario debe de ser bueno. Yo era más radical, porque mi actitud era revolucionaria aunque aplicada a las ideas liberales... pero ahora más o menos estamos a la par. La única diferencia importante que tenemos es que yo soy del Barça y él es del Madrid. Y, definitivamente, su campaña por la presidencia de Perú en 1990, en la que yo me impliqué, estableció un vínculo mayor. Él se llevó una decepción tremenda con la derrota. Suena duro pero el pueblo ahí se equivocó, votar a Fujimori fue muy irresponsable, la gente estaba harta de sus instituciones y votó por la nada, por joder”.

Los tres han escuchado desde niños que, para su padre, resultaba difícil compaginar la vida familiar con el oficio de escritor. “Con el tiempo ha ido encontrando la formula –afirma Álvaro–, y se ha entregado terriblemente a sus hijos, para compensar el trato horrible que tuvo por parte de su padre. No nos molestaba porque no lo decía con agresividad”.

Si Álvaro es el político, Gonzalo (Lima, 1967) es el solidario. Recuerda que “mi primera imagen de la vida es de Barcelona, a los cuatro años: una litera de arriba en el parvulario Pedralbes, donde te permitían quedarte a dormir cuando tus padres viajaban. Yo sentía pánico de dormir ahí. También tengo un recuerdo nítido del Liceo Francés, y de una niña, Blanca Sánchez, la primera mujer de la que me enamoré, yo tenía 6 años y ella uno o dos más, yo estaba muy impresionado cada vez que la veía. Nunca le dirigí la palabra, pero el nombre se ha quedado ahí, 36 años después”. Gonzalo y Álvaro jugaban mucho con Rodrigo y Gonzalo, los hijos de su vecino García Márquez. “Éramos como familia –dice Gonzalo–, y tras el incidente entre nuestros padres de 1976 ya no nos hemos vuelto a ver, es una de las cosas que me da pena”.

Gonzalo también debe su actual trabajo como alto funcionario de la Acnur –el organismo de la ONU que ayuda a los refugiados– a una experiencia con su padre. “Cuando yo tenía 18 o 19 años me llevó a un orfelinato en Ayacucho al que él había apoyado, y en el curso de esa visita que duró cuatro horas se me reveló mi vocación. En el vuelo de regreso le dije: ‘Papá, no te preocupes, voy a acabar de estudiar Literatura en la Universidad de Londres pero yo lo que voy a hacer en la vida es una labor humanitaria’. Cuatro años después, en 1990 o 1991 ya estaba aterrizando en Kabul. Desde entonces, no he parado: Afganistán, Pakistán, la Yugoslavia en guerra, el Congo, Colombia, Tailandia, Panamá... Y ahora vivo en la República Dominicana y Haití. No estoy más de tres años en el mismo país”.

Finalmente, la fotoperiodista Morgana (Barcelona, 1974), ratifica que, en el aspecto práctico, “mi padre no sabe hacer nada, no sabe ni su teléfono de casa ni su dirección ni tiene la menor idea de cómo funciona su correo electrónico. Es la persona menos práctica de este mundo, sólo sirve para el mundo intelectual”. Cuenta que a ella también se le despertó la vocación acompañando a su padre: “Le seguí durante la campaña electoral por todo Perú. Allí me impresionó ver a tantos fotógrafos tras él y descubrí la fotografía periodística, fue una experiencia maravillosa que me hizo fotógrafa”. A partir de ahí, con los años, acabó formando esporádica pareja profesional con su padre: “Siempre habíamos viajado juntos, y hacerlo para trabajar surgió de modo natural. Le acompañé en su investigación para escribir El paraíso en la otra esquina, luego yo me fui con una oenegé a Bagdad y él vino a verme dos semanas para que hiciéramos un reportaje.Y más tarde fuimos a Gaza, donde visitamos bases de Hamas. Con él siempre se viven aventuras”.
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ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS

Gracias ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Los tres hijos de Mario Vargas Llosa retratan la f...":

Los cubanos estamos en deuda con este gran escritor y gran hombre. El talento, recuerden, no impide ser mala persona (como en el caso del despreciable "Gabo"). Desgraciadamente, Vargas Llosa es un intelectual muy "anormal," sobre todo teniendo en cuenta que es latino. Eso lo enaltece, pero hace a los "normales" lucir peor todavía.

1 Comments:

At 9:22 p. m., Anonymous Gracias said...

Los cubanos estamos en deuda con este gran escritor y gran hombre. El talento, recuerden, no impide ser mala persona (como en el caso del despreciable "Gabo"). Desgraciadamente, Vargas Llosa es un intelectual muy "anormal," sobre todo teniendo en cuenta que es latino. Eso lo enaltece, pero hace a los "normales" lucir peor todavía.

 

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