miércoles, junio 01, 2011

HA FALLECIDO EL GRAN ARQUITECTO CUBANO Y PERSONA NICOLÁS QUINTANA

Nicolás Quintana y Gómez ( E.P.D.)

Me llegó este e mail del Arquitecto Alfredo Pong, el de las caricaturas, por vía del Ingeniero Civil Paul Echaniz, con esta triste noticia:


QUERIDOS COLEGAS:

CON MUCHA PENA LES AVISO QUE EL ARQ. Y PROFESOR NICOLAS QUINTANA* HA FALLECIDO.

TODOS LOS Q TUVIMOS EL PRIVILEGIO DE CONOCERLO, LO RECORDAREMOS SIEMPRE POR SU GRAN CAPACIDAD PARA TRASMITIRNOS NO SOLO SUS CONOCIMIENTOS , OBRAS Y VIVENCIAS DE UNA EPOCA Q NO CONOCIMOS SINO TAMBIEN SU GRAN AMOR POR NUESTRO PAIS QUE COMO OTROS TANTOS SE HA MARCHADO CON LA AÑORANZA DE VOLVERLO A VER.

DESCANSE EN PAZ NUESTRO QUERIDO NICOLÁS QUINTANA.

MAÑANA MIERCOLES 1 DE JUNIO SERA EXPUESTO SU CADAVER EN LA FUNERARIA CABALLERO-RIVERO SITUADA EN EL 8200 SW 40 ST DE 6 PM A 11 PM

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* Nicolás Quintana es Profesor Distinguido de Arquitectura y Urbanismo de la Florida International University, y Director del proyecto Havana and its Landscapes. Entre las muchas distinciones otorgadas al Profesor Quintana durante su larga y exitosa carrera profesional, en el año 2004 recibió el premio Cintas por "Lifetime Achievements", y el premio "Educador del Año" de NACAE.
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Nota del Bloguista:

Les recomiendo encarecidamente a los lectores que vean esta larga conferencia en la que el tiempo no pesa; hay de todo para los interesados en la la arquitectura, la política, la historia, la vida y las artes en general. Todo esto dicho con naturalidad y desenfado. Gracias Nicolás Quintana por haber incluido un post de Baracutey Cubano en tu conferencia para rendir honor a tu cercano amigo Ysrael A. Seinuk. Descansen ambos ya en la Paz del Señor pero no olviden orar alguna que otra vez, ahora ya más cercanos a Dios, para que sus proyectos y deseos hacia Cuba y los cubanos se hagan pronto realidad por la gracia de Dios y el hacer de los cubanos.


Conferencia de Nicolás Quintana

"Sentir y Hacer/ La Habana de los años 40 y 50/
La destrucción/ El umbral del futuro"
por el Arquitecto NICOLÁS QUINTANA

Jueves, 17 de febrero de 2011

Casa Bacardí
Universidad de Miami



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Tomado de la revista Encuentro de la Cultura Cubana, número 18; número homenaje a Nicolás Quintana

«El gran burgués»
Nicolás Quintana
ENTREVISTO
por Rafael Fornés

(FRAGMENTO)

Nicolás Quintana es uno de esos personajes por los que nos sentimos contentos de ser cubanos. Trataré de ser breve y conciso, aunque será muy difícil. Refinado y sencillo, culto y popular; es uno de los arquitectosmás importantes de la generación de los cincuenta. Cuando le conocí junto a Frank Martínez y Manolo Gutiérrez —otros dos miembros de esa generación— tuvimos la idea de crear el Centro de Estudios Urbanos para Cuba.
Discípulo de Don Fernando Ortiz, José Lezama Lima y Tata Güines. Por la escala de sus proyectos trabaja con el General Fulgencio Batista y Zaldívar, el Comandante Ernesto «Che» Guevara, el Presidente Rómulo Betancourt, la alcaldesa Doña Felisa Rincón de Gautier, y el Gobernador Luis Muñoz Marín. Fabula y toca tambores. Hoy dirige la Sección de Arquitectura y
Urbanismo del Cuban National Heritage, es Profesor Asistente de la Facultad de Arquitectura en Florida International University y un conferencista incansable.
rafael fornés: Algunas preguntas serán extensas porque sé que tus respuestas van a ser extensas, escúchalas detenidamente, quiero que sientas la atmósfera, el espacio al que te quiero llevar y una vez dentro desarrolles tu concepto, como cuando concibes un edificio; la entrevista será como él diálogo socrático de Valéry en «Eupalinos ou l’Architecte», o «Kinderganten Chats» de Louis Sullivan.
Cuéntanos tus vivencias de La Habana, cómo la disfrutabas un día en la vida de Nicolás Quintana.
nicolás quintana: De niño, para ir al Colegio La Salle, iba caminando recogiendo a mis amigos en el recorrido, por tanto la formación mía es peatonal.
Recuerdo los portales del barrio de El Vedado, mirándonos pasar. En el 48 ya andaba yo trabajando en Moenck y Quintana en los planos del edificio de la Terminal de Ómnibus, en la Plaza de la República. Después cuando me asocié con Frank Martínez, trabajábamos en casa de Frank. Aquella fue una buena época inicial.
Papá muere el 22 de diciembre de 1950 y paso a dirigir, junto a Miguel Angel Moenck, la firma Moenck y Quintana. La oficina estaba en O’Reilly 23 407 entre Compostela y Aguacate, te puedo decir hasta el número del teléfono: M-3193. Entonces se produce otra ceremonia muy importante: yo salía de Miramar, pasaba por el Vedado, agarraba el Malecón, llegaba al Parque Central y allí parqueaba. Caminaba y mi primera parada era en la esquina del Centro Asturiano donde estaba Caribbean Photo de Walter Hutterly, un suizo-cubano muy amigo mío, que era el dueño del negocio. Yo vivía enamorado de las cámaras Leica.
Me tomaba más o menos tres cafés en lo que llegaba del Parque Central hasta la oficina. Era como una ceremonia que fue estructurando mi manera de ver el mundo, fíjate que yo salía de Miramar donde tenía otro tipo de actividad y entraba en este mundo colonial y ecléctico que me rodeaba, penetraba O’Reilly por el Parque de Albear y mirando su estatua pensaba: Este hombre en 1870 diseñó el Malecón hasta Belascoaín; hizo el primer plano topográfico de la Ciudad en 1871; y diseñó el Acueducto de La Habana... un genio.
En la calle O’Reilly había muchas librerías, la Librería Martí se encontraba en los bajos del edificio Moenck y Quintana, eran inquilinos nuestros. Antes de llegar allí estaba otra, La Casa Belga. Entraba y me iba a veces con tres libros bajo el brazo y la mayor parte de las veces los compraba.
Bajaba al café de Reboredo en la esquina, siempre a las diez de la mañana. Por allí pasaban José Lezama Lima, Víctor Manuel, Cintio Vitier y la gente relacionada con el Grupo Orígenes. La última persona con quien hablé en «la pecera» fue con Fernando Ortiz. Él vino con una cajita con varios libros, entre ellos Historia de una pelea cubana contra los demonios. Me dio el libro, me abrazó y me dijo: Lo que yo pronostico para usted está firmado en este libro. La dedicatoria dice: «Al viejo amigo y arquitectísimo Nicolás Quintana con mis augurios de un feliz 1960 y fin de siglo.» Es increíble que es precisamente a fin de siglo, que me llaman a Los Angeles a dictar una conferencia sobre Fernando Ortiz, el 26 de Mayo de 1999... un augurio hecho realidad. Nos separaban 44 años de edad y nos unía un profundo amor a Cuba y su cultura.
Lo que yo dejaba atrás era la base de una pirámide donde tú pones un templo encima, el templo es tu propia vida, y la pirámide es todo el país y sus costumbres. Un país se compone del paisaje natural y de lo construido por el hombre; el otro componente importante es su gente.
Eso que tú notaste en tu último viaje, que en medio de una destrucción absoluta, en medio de la miseria, en un mundo kafkiano, la gente se está riendo, los niños están jugando, y la música está sonando. Esa es Cuba, y eso son los cubanos. A veces siento que los tristes somos nosotros porque no estamos en Cuba. No se puede ignorar la horrible situación política, pero ellos allá tienen un tesoro, o lo que queda de él, destrozado. Nosotros no lo tenemos aquí afuera y sabemos que la Patria es un tesoro que no es propiedad del que gobierna, sino que es de todos.
Yo me pregunto: ¿Dónde estaríamos hoy? ¿A qué ritmo creativo de actualización y nivel de calidad estaríamos hoy? Durante la colonia en Cuba, los estilos arquitectónicos llegaban siempre con cincuenta o sesenta años de retraso con relación a Europa, pero en los cincuenta nos sentábamos con Le Corbusier, Sert, Rogers, Albini y Gropius. Lo mismo sucedía en todas las artes. ¡Estábamos al día!
r.f.: Quisiera emplear un lenguaje coloquial, tratando de reconstruir el trazado armonioso de tu conversación, además de complementarlo con tu rico y simpático anecdotario. ¿Te parece bien? ¿Cuál era la realidad arquitectónica antes de salir de Cuba?
n.q.: Antes de la salida de Cuba, la generación anterior a la nuestra funda atec (Agrupación Tectónica de Estudios Contemporáneos), después de la visita de José Luis Sert a La Habana y la incorporan al ciam (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna). A José Luis le tomaba cinco años hacerse ciudadano cubano y además tenía que revalidar el título, entonces es cuando Harvard lo contrata, y se va a Estados Unidos. Así perdimos su presencia, aunque la recuperamos más adelante. Nicolás Arroyo, Eugenio Batista, Emilio del Junco y Rita Gutiérrez establecen la conexión europea. No ocurre a través de Columbia University con Leonardo Morales, que era puro Beaux Arts. Ellos y nosotros nos inclinamos en dirección a Le Corbusier y a los ciam; ahora ha salido un libro estupendo sobre los ciam donde se menciona mi participación en los Congresos.
Los ciam me abren un mundo nuevo, pero es de Cuba y sus tradiciones de donde surgen las bases de trabajo de la generación nuestra, cuando empezamos a producir una arquitectura que nos preparó intelectualmente para laborar en cualquier contexto internacional, y nos capacitó para penetrar lo representativo de cada área y encontrar sus elementos esenciales. Creamos un sistema donde, en su proceso de desarrollo, no es la estética lo que predomina inicialmente sino la innovación, y dentro de ese quehacer creativo se logran edificios bellos. Hicimos una arquitectura con el oído pegado a la tierra... cubanísima.
r.f.: ¿Harías trabajos en Cuba? Ricardo Porro ha regresado y enseñado en la Universidad, ahora está envuelto en la reconstrucción de las Escuelas de Arte.
n.q.: Yo te garantizo que una vez que Cuba se libere y se abra al mundo voy a tener clientes y voy a trabajar en Cuba, no antes. ¿Qué se va a hacer en Cuba con esas dos vertientes: la de adentro y la de afuera? Voy a tener la libertad infinita de poder viajar constantemente entre La Habana y Miami, iré a Cuba y me asociaré con arquitectos cubanos de allá. Les aportaré mi experiencia y proyectos —lo que ellos no tienen— y nos vamos a sentar a hacer arquitectura.
Tenemos la obligación de abrirles el camino a los que no han podido hacer nada, con la capacidad de hacerlo. Participar juntos en las fases de diseño y decirles: yo no vengo a quitarles nada, vengo a darles trabajo... ambos nos necesitamos. Juntos vamos a dignificar de nuevo la arquitectura cubana.
r.f.: Coincidimos en que hablar de Arquitectura sin mencionar la política es imposible. A través de las historias que nos cuentes decodificaremos varios mitos de la revolución cubana. Una de tus grandes invenciones es la del «Gran Burgués», me gusta tanto que la escogí para titular la entrevista, por favor cuenta la historia.
n.q.: Cuando nombran al Che Guevara presidente del Banco Nacional lo fuimos a visitar. Nunca me ha gustado usar cuello y corbata y ese día lo hice. Fui con Miguel Angel Moenck. Recuerdo que el Che no tenía una bota puesta, la media tenía un hueco y se le salían los dedos del pie. ¡Estaba ante el Presidente del Banco Nacional de Cuba! Siempre imaginé en ese puesto a un gran personaje, un economista de gran saber, que manejaba la fortuna del país, que negociaba el futuro de Cuba económicamente. ¡No tenía una bota puesta y se le salían los dedos del pie! Esta fue mi primera recolección de a lo que me iba a enfrentar. Al Che Guevara, Presidente Folklórico del Banco Nacional de Cuba.
Me miró y me dijo: «¿Usted es burgués?» Yo, silencio. Con sus ojos achinados y penetrantes mirándome, me repite: «¿Usted es burgués, no?» «No, yo no soy burgués.» Entonces dijo: «Ah, ahora usted es revolucionario, ahora resulta que todo el mundo en Cuba es revolucionario.»
Sus guardaespaldas estaban allí, riéndose de mí. Entonces le contesté:
«Mire comandante, burgués era mi bodeguero, yo soy «gran burgués»; yo nací con una cuchara de plata en la boca y siempre me preocupé por resolver los problemas de la gente que no tenían lo que yo tenía. Mire usted, yo trabajaba en la Junta de Planificación por un sueldo de burócrata para ayudar a crear una Cuba mejor.» Se me queda mirando y me dice: «Si todos fueran tan honestos como usted la revolución tendría un camino más sencillo.» Yo le contesté: «Francamente, no creo en lo que ustedes están haciendo.»
Y el Che me dice: «Usted sabe que las revoluciones cambian la sociedad, en virtud de conseguir la justicia final.» Yo le contesté: «Sí, pero el problema es que la justicia final no ha llegado nunca a ningún lado... solo los ajusticiamientos.» Se me quedó mirando y me dijo: «La conversación se acaba de terminar en este momento.» En adelante se estableció entre él y yo una relación muy extraña que la identifico, con la perspectiva que me ha dado el tiempo, como de secuestrador y secuestrado. A nosotros nos había llamado Felipe Pazos para que le hicéramos el proyecto del Banco Nacional. La obra más grande de la Revolución la estaba haciendo Moenck y Quintana. Nunca imaginé que heredaríamos al Che.
La próxima visita fue para tratar la compra avanzada de equipos de fabricación extranjera. Comenzamos por los ascensores: «¿Para qué necesitamos ascensores? ¿En qué piso está mi oficina?» «En el piso veintinueve.»
Dice: «Si yo, que soy asmático subo hasta allí, que todo el mundo suba a pie. Punto final.»
Seguimos hablando, esta vez de las ventanas. Yo preveía instalar cristales especiales a prueba de huracanes. Se me queda mirando y con una sonrisa burlona en los labios me dice: «Óigame arquitecto, para la mierda, como dicen ustedes los cubanos, que vamos a guardar en ese edificio dentro de tres o cuatro años, que se la lleve el viento por las ventanas.»
No logramos conclusión alguna en esa reunión surrealista. Era como presenciar angustiosamente un strip-tease de la realidad cubana del momento. Yo estaba como enfermero con un termómetro midiéndole la temperatura al desastre.
De pronto me imaginé en Saint Germain des Prés, en París, donde conocí a Jean Paul Sartre y Albert Camus. Me vi de repente habitando el mundo del absurdo. En Cuba nosotros hemos vivido siempre en lo realmaravilloso pero en lo absurdo ¡no! Mi intelecto estaba en una franca rebeldía. Yo sé construir, no sé destruir, y todo se estaba destruyendo alrededor
mío en ese momento. Me acordé de Camus cuando dijo: «La rebelión, cuando se desenfrena, oscila entre el aniquilamiento de los otros y la destrucción de uno mismo.»
Para mí el Banco Nacional era la representación de Cuba. Cuando Felipe Pazos me llevó a las bóvedas, en medio de lingotes de oro, me di cuenta de lo que Cuba había logrado durante la República tan vilipendiada de la burguesía —la creación de una Nación próspera, que ahora en manos de unos aventureros, nacionales y extranjeros, se estaba convirtiendo en un laboratorio macabro de estupideces.
Por aquel entonces habíamos formado un pequeño grupo y con la excusa de pintar el muro del Malecón ya estábamos en la misma matraca, conspirando. Un día el Che se me queda mirando y me dice: «Usted está conspirando.» Yo contesté: «No es cierto.» No te puedo explicar lo que se siente, el paredón estaba funcionando a todo tren. Me puso tres dedos casi tocando mis ojos y me dijo: «Usted tiene tres salidas: se me va de Cuba, treinta años, o el paredón de fusilamiento. Como usted es gran burgués tiendo al paredón.»
La decisión era inevitable y en el mes de enero de 1960, con toda mi familia, mi colección de arte, mis libros, e incluso hasta mis automóviles me fui de Cuba.
r.f.: En las clases de estructuras el simpático ingeniero Manuel Babé nos aseguraba irónico que no había en el mundo otro hospital como el Hermanos Amejeiras (1982) con las bóvedas del Banco Nacional construidas en los cimientos. La torre no es muy funcional para un hospital, imagínate un incendio y la evacuación de los pacientes, la cercanía del mar y los instrumentos quirúrgicos. Los habaneros presenciamos por 20 años el esqueleto estructural de aquella mole gris en pleno Malecón, como una ofrenda a la ineficiencia constructiva de la Revolución.
¿Cómo explicarías un cambio de programa tan radical?
n.q.: Felipe Pazos era un profesional serio y patriota que había estado en la Sierra, amigo de Miguel Angel Moenck. Nos llamó, como ya te conté, y de acuerdo con la ética se consultó con el Colegio de Arquitectos si nosotros podíamos diseñar el Banco. El Colegio contestó que sí porque Pérez Benitoa se había ido del país. Pagamos nuestro por ciento de los honorarios al Colegio y procedimos. Yo quería hacer un edificio con un cuerpo más alto en el centro que hubiera llegado a una altura de diez pisos y dos cuerpos más bajos a ambos lados, abrazando una Plaza, relacionándola íntimamente con el edificio. Ese era mi esquema inicial, pero los ingenieros de Obras Públicas dijeron que lo económico y «lo revolucionario» era construirlo sobre las bóvedas existentes heredadas del gobierno de Batista. Hacer como los conquistadores españoles que construían sus edificios sobre las ruinas aztecas e incas, como demostración de su poder y dominación.
Si estos son los parámetros de trabajo, me dije, vamos a buscar dentro de ellos la mayor excelencia posible. Para integrar el proyecto al contexto urbano yo contaba esencialmente con la construcción de una Plaza Monumental escalonada, alineado su eje con el monumento del General Antonio Maceo, el cual debía ser movido de sitio. Estos elementos hubieran balanceado la verticalidad de la torre, sintetizando la composición, y yo quedaba tranquilo conmigo mismo. Fue un momento difícil en mi vida profesional. Creo además que el proyecto, como está construido no es Nicolás Quintana, no me representa. Ortega y Gasset decía que el hombre es él y sus circunstancias, es muy cierto.
Hoy pienso que el edificio es hiriente, por los materiales que escogieron, por el piso que le agregaron a las plantas bajas, por la eliminación de la Plaza, por su desconexión con el monumento a Maceo y por la construcción de una horrible rampa de acceso. El concepto del absurdo tiene una fiel representación física en el burdo híbrido que es el «hospital» Hermanos Amejeiras.
r.f.: Los arquitectos trabajamos con el poder, pienso en las ciudades del Nilo y el Mediterráneo, Sixto V y Roma, el París de Haussmann, Versailles o la fundación de cientos de ciudades en América. ¿Cuáles eran las diferencias esenciales entre tus dos últimos jefes: Batista cuando dirigías los planes maestros de Varadero y Trinidad en la Junta Nacional de Planificación (JNP), e inmediatamente después el «Che» Guevara con el Banco Nacional de Cuba. Explícanos además cómo se produjo la «transición».
n.q.: Vamos a empezar con mi padre. Según me contaban, el viejo y Miguel Ángel eran los arquitectos del Presidente Zayas y ellos iban a jugar dominó a su finca algunos fines de semana. A la entrada siempre estaba un cabo que abría el portón, muy diligente. Papá fumaba unos tabacos enormes y carísimos y le regalaba siempre algunos, porque simpatizaba con aquella persona. Era Fulgencio Batista. Con el paso de los años Batista es Presidente y una noche estamos comiendo en el Club Kawama y Batista entró con un grupo. El viejo y Miguel Ángel se levantan en señal de respeto y más tarde los llaman a la mesa de Batista. Entonces papá me dice: «Ven para que aprendas cómo se manejan estas cosas.» Así fue como conocí a Fulgencio Batista y Zaldívar.
Años después empiezo a trabajar en la jnp, con el arquitecto José Luis Sert como consultor, en el Plan Piloto de Varadero. Una noche que habíamos bebido mucho vino, él empezó a cantar la Tercera Internacional caminando por la playa, acuérdate de que él era un republicano español. Lo paré a tiempo. José Luis era un tipo formidable y un buen amigo.
El Centro Turístico de Varadero era el sitio donde estábamos laborando. Se hicieron muchas obras: se dragó la Laguna de Paso Malo, se construyeron los muelles y un montón de obras más. Habíamos codificado la altura de los pinos existentes como la mayor altura a la que se podía construir y tomamos una serie de decisiones ambientales para proteger Varadero.
Hoy día Varadero está totalmente «cancunizado», fuera de escala los edificios con el sitio natural. Han cometido una barbaridad imperdonable. Un crimen ambiental.
Recuerdo que una vez Batista me dijo: «Nicolás, yo he inaugurado varias obras en Varadero y siempre hay un asiento vacío en la tribuna que se supone es el asiento tuyo, de Nicolás Quintana y Gómez, Jefe del Plan. Nunca te veo en las inauguraciones ¿por qué?» Le respondí: «Es que yo no soy batistiano, Presidente.» ¿Cuál es la diferencia entre el Innombrable y Fulgencio Batista y Zaldívar? Que a mí no me pasó entonces absolutamente nada. Cuando se levantó me puso la mano en el hombro y me dijo: «Tengo entendido que eres un gran arquitecto».
Durante el verano yo siempre alquilaba en Varadero una casa cerca de la playa. Batista alquilaba la casa de Gómez Wallington frente a la playa. A veces él venía, y me preguntaba cómo iba el Plan. Así hubo varias reuniones ocasionales y Batista te daba el chance de medirlo. Cuando el Innombrable se robó el país, engañando al pueblo de Cuba según confesión propia, todo eso se alteró, uno no podía comunicarse con el individuo. Esa relación humana no se perdía con Batista, a pesar de todos sus defectos evidentes de típico dictador latinoamericano. No te puedo decir que odiaba a Fulgencio Batista y Zaldívar. No me interesa odiar, no hay nada creativo en eso. En cuanto al Innombrable… Camus decía que: «No hay destino que no se venza con el desprecio».
Los ministros de Batista eran gente de primera categoría. Dos ejemplos: Juan J. Remos, Ministro de Educación, y el arquitecto Nicolás Arroyo, Ministro de Obras Públicas. Había gente criminal en los cuerpos represivos, en los militares, y en la policía. Batista fue cómplice al permitirlo, eso
es obvio, y fue lo que lo hundió; aparte de la irracionalidad del golpe militar del 10 de Marzo de 1952, que hundió a Cuba.
Por cierto, Batista nunca fue mi jefe cuando yo dirigía los Planes en la jnp. Los jefes de Planes reportábamos a los Miembros de la Junta, que eran cinco. Su Presidente era el arquitecto Nicolás Arroyo. Batista no participaba ni influía en la toma de decisiones.
Creo que el Dr. Rivero Agüero tenía la condición intelectual y humana necesaria para salvar a Cuba y entregar el poder, luego de unas elecciones libres y honradas, al Dr. Roberto Agramonte, al Dr. Márquez Sterling, o al ingeniero Carlos Hevia. Los tres eran hombres de un probado espíritu martiano. Rivero Agüero hubiera sido un buen gobernante de transición, estoy absolutamente convencido. Creo que estábamos en la misma puerta de la solución política y no la cruzamos, nos caímos justo antes de entrar.

r.f.: Ustedes en la Universidad quemaron los tratados de Viñola en protesta por la anticuada enseñanza académica de la Ecole de Beaux Arts. Con motivo de este hecho «violento» el Decano Weiss se reúne con los estudiantes y acepta invitar nada menos que a Walter Gropius. Cuéntanos.
n.q.: Uno que no se arrepiente de lo que hicimos soy yo. Nosotros íbamos a quemar unos pocos libros, tres solamente. Esa quema se hizo para buscar libertad de diseño, la libertad era el motivo, la clave, queríamos hacer una búsqueda que no incluía necesariamente los órdenes clásicos. Fue una quema simbólica que se fue de control y se convirtió en un toque de bembé arquitectónico, pero tenía un objetivo cultural, eran ansias de libertad: «Déjenme hacer lo que yo creo que puedo hacer.» Eramos rebeldes, no revoltosos.
r.f.: ¿Cuáles edificios de La Habana son mudos, cuáles hablan y cuáles cantan?
n.q.: En toda gran ciudad, la mayor parte de sus edificios son «mudos» o «murmuran», pero todos forman parte integral del conjunto urbano, creándose una continuidad… un desfile arquitectónico. En ese desfile los edificios que «hablan» tienen algo de calidad que los sacan de la mudez. Otros, los menos, «cantan» mostrando su excelencia arquitectónica. Es esa variedad
dentro de la continuidad lo que hace a una ciudad grande. La Habana tiene todos los tipos: «Mudos» —son el mayor volumen de lo construido. «Hablan» —el Centro Gallego y el Asturiano, el Capitolio, el Teatro Fausto, el edificio América, etc. «Cantan» —Capitanes Generales, el Segundo Cabo, las Quintas de Santovenia y del Marqués de Pinar del Río, el Palacio Pedroso, la Catedral, los edificios de la Colina Universitaria, el Hotel Plaza, Radiocentro-cmq, el Focsa, el Cabaret Tropicana, y las obras de: Eugenio Batista, Mario Romañach, Emilio del Junco, Miguel Gastón, Frank Martínez, Ricardo Porro, Manuel Gutiérrez, Arroyo y Menéndez, Moenck y Quintana, Eduardo Luis Rodríguez, Roberto Gottardi, José Antonio Choy, Julia León, Fernando Salinas, Daniel Taboada, Joaquín Galbán, etc., etc., etc. Toda una sinfonía.
r.f.: ¿Y los castillos Nicolás?
n.q.: Los castillos «cantan», pero lo hacen en bajo profundo. Ellos proveen los muros de encerramiento virtual dentro de los cuales nos movemos realizando las actividades urbanas rutinarias. Recuerdo cuando yo pasaba junto a esa maravilla de muros y sentía la misma escala monumental que veía por toda Latinoamérica, producida por los mismos nombres: Bautista
Antonelli, Cristóbal de Roda, Silvestre Abarca.
r.f.: ¿Y los patios?
n.q.: El patio interior residencial, morisco, es el espacio de reunión familiar; a su vez, la plaza pública es el espacio de reunión de la comunidad. Entre ambos existe un elemento de transición que es el zaguán, el umbral de entrada. Esa secuencia en el recorrido que va del área pública de la plaza o de la calle, atraviesa la puerta de entrada llegando al zaguán, y de ahí pasa al patio interior familiar, es precisamente una de las varias secuencias que tratamos de reinterpretar de una manera contemporánea en nuestras obras.
r.f.: «Arquitectura cubana... una búsqueda de la verdad». Esa bella muestra de tu pensamiento fue publicada en Arquitectura-Cuba en 1960 o sea después del 31 de diciembre de 1959, como tú mismo señalas. Le noto un amargo sabor entre profecía y despedida, ¿me equivoco?
n.q.: Fue un ensayo donde hay una gran amargura porque ya me iba de Cuba y no sabía cuándo, o si iba a regresar. En el escrito también hay un reflejo de las luchas intestinas entre artistas que eran luchas por el poder arquitectónico, para señalarse uno como el mejor. Una lucha creativa individual entre seres altamente competitivos que impulsaban la arquitectura cubana
hacia adelante.

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Para terminar, deseo expresar una gran pesadumbre. Desgraciadamente la mayor parte de mi obra —los grandes edificios públicos y privados, urbanizaciones de miles de viviendas, nuevas ciudades y extensiones de ciudades existentes, proyectos masivos de usos mixtos, sistemas de fabricación de viviendas de bajo costo, etc.— cerca de 200 proyectos que son producto de toda una vida profesional (50 años) dedicada a darle a los demás todo lo que yo soy capaz de crear, ese trabajo ha sido realizado, en su inmensa mayoría, fuera de Cuba.
En medio del triunfo y el reconocimiento general me acompaña una gran y profunda tristeza, que no se puede describir pues se lleva muy adentro, en el alma. Continuamente me pregunto:

—¿Por qué no en Cuba, en mi Patria?