Arnaldo M. Fernández: Sobre forros académicos y déficits de lecturas en la historia cubana
Sobre forros académicos y déficits de lecturas
Por Arnaldo M. Fernández
marzo 2, 2012
Una claque adulona de académicos, intelectuales y políticos, que se dicen de la oposición y el exilio anti-Castro, cuadra el círculo de la producción intelectual cubiche con solapines (para acceder a tal o cual foro), expedientes acumulativos (para exhibir méritos), investigaciones complementarias (para sacar sables), formularios RD-3 (para fijar la fecha de arribo al exilio) y demás parafernalias del castrismo corriente. Antes que buscar mejor argumento ad rem, esta claque bucea en latones de argumentos ad hominen y siempre encuentran que todo criticón es envidioso escarabajo o serpiente del régimen de La Habana. No por casualidad travesean por los pasillos dentro y fuera de la Isla tantas siluetas: desde académicas, como «el socialismo actualizado», o intelectuales —como Castro engendrado por una salación gallega— hasta políticas, como El camino del pueblo hacia la nada.
Semejante claque propicia que el sijú malogre de vez en cuando su vuelo nocturnal por otro de cotorra al mediodía. Por ejemplo, la introducción a la versión en inglés de obras escogidas de José Martí: Selected Writings, Penguin Books (2002), suelta que las autoridades americanas confiscaron three small steamships loaded with weapons and supplies en Fernandina Beach. Tal y como puede leerse en “Fernandina Filibuster Fiasco” (Florida Historical Quaterly, Volumen 82, Número 1, verano de 2003, páginas 16-42), sólo se incautó (enero 12, 1895) el cargamento del Lagonda, porque el Baracoa llegó al otro día en lastre y el Amadís —que navegaba también sin carga útil— ni siquiera llegó a Fernandina Beach, sino que regresó a Nueva York después de ser registrado en Savannah (Georgia). Desde luego que se trata de una bobería historiográfica, pero al hablar de Martí parece bueno saber de qué se está hablando. Tampoco puede largarse a la ligera que, en contra del consejo del general Máximo Gómez, Martí mounted his horse and rushed in to do battle with the Spanish troops, porque Gómez mismo anotó en su diario: «Cuando ya íbamos a enfrentarnos con el enemigo, le ordené que se quedase detrás», y confirmó por carta:
- El 20 de mayo de 1895, a José Miró Argenter: «Le di la orden, ya cerca del enemigo, que se quedase detrás».
- El 22 de agosto de 1895, a Tomás Estrada Palma: «A alguna distancia del enemigo le ordené se retirara»
Parece una bobería precisar si Gómez dio la orden o consejo antes o después que Martí se montara en el caballo; sólo que de esa bobería depende si Martí cayó en combate por desobedecer una orden (o desoír un consejo) o más bien por haberlo expuesto Gómez a morir en acción militar conducida irracionalmente. Ni qué decir del pasaje: A page torn from Martí´s Dairies by an unknown hand is purpoted to have contained the record of a violent confrontation with Gómez and Maceo. Desde los días de Francisco de Paula Coronado Álvarez (1870-1946) al frente (1920-46) de la Biblioteca Nacional se especulaba que las cuatro hojas arrancadas del diario de Martí abundaban en la polémica con Maceo en La Mejorana, pero Luis Rodolfo Miranda puntualizó que contenían una relación al detalle de cómo se habían distribuido los fondos del Partido Revolucionario Cubano, incluyendo «las cantidades enviadas a distintos patriotas» (Antorchas de libertad, La Habana: s/e (1945). Aquí recogió el testimonio del ayudante de Martí, Ramón Garriga, quien a su vez aclararía tanto que Martí había escrito aquellas páginas por causa del disgusto con Maceo sobre manejo de los fondos, como que había entregado a Gómez —tras la escaramuza en Dos Ríos— el diario completo de Martí (Diario de la Marina, 22 de febrero de 1948).
Así, son cuatro páginas en vez de una, la mano de Gómez en vez de una desconocida, y la confrontación con Maceo sobre dinero contante y sonante, en vez de con Gómez y Maceo por disagreement with the military. Son boberías, pero dan mucho más que otras, como haberse cumplido en Dos Ríos poetic and political prophecies, cuando consta clarito que Martí salió para Cuba con el firme propósito de «componer una forma viable de gobierno» (Carta a Tomás Estrada Palma, Montecristi, 15 de marzo de 1895) y seguía aferrado a este objetivo político cardinal la víspera de su caída: «Seguimos camino, al centro de la Isla, a deponer yo, ante la revolución que he hecho alzar, la autoridad que la emigración me dio, y se acató adentro y debe renovar conforme a su estado nuevo, una asamblea de delegados del pueblo cubano visible, de los revolucionarios en armas» (Carta a Manuel Mercado, Dos Ríos, 18 de mayo de 1895).
Para ser justo, debo decir que Nydia Sarabia en su libro Noticias confidenciales sobre Cuba, 1870-1895 publicado en Cuba en 1985 detalla como gracias a Horatio S. Rubens, periodista norteamericano y abogado amigo de José Martí, y a la independencia del Poder Judicial dentro del gobierno norteamericano se logra recuperar buena parte de la expedición de La Fernandina, algo que en la tiranía Castrista siempre se ha tratado de ocultar y que antes del triunfo de la Revolución tampoco fue muy conocido. En la monumental obra en 10 tomos Historia de la Nación Cubana, publicada en 1952, sí aparece algo de esa devolución si mal no recuerdo; dejo eso a los especialistas.
Una digresión: fue Nydia Sarabia la que al encontrarse de casualidad con Dulce María Loynaz y empezar a hablar en una cola de la leche, y conocer que al periodista Pablo Álvarez de Caña, segundo esposo de Dulce María y el amor de su vida, no lo dejaba la dictadura regresar a morir en Cuba, habló con Celia Sánchez Manduley y esta pudo obtener el permiso del régimen por su estrecha relación con el tirano. El otrora famoso periodista de las crónicas sociales de El Diario de La Marina pudo morir en Cuba y al lado de su amada esposa Dulce María que no quiso irse de Cuba con él porque ¨la hija de un general no se va de su país¨. Dulce María Loynaz era hija del Mayor General del Ejército Libertador Enrique Loynaz del Castillo, el autor del Himno Invasor.
Tomado de http://eichikawa.com
Fernandina: mito e ilustración
Por Arnaldo M. Fernández
Julio 2, 2010
Así como su ocurrencia de que «en Cuba solo ha habido una revolución» animó a la historia oficial, Castro consiguió ponerla en vilo con que «detrás de estos hechos está la CIA». Nydia Sarabia, por ejemplo, se sumó a la comparsa historiográfica de que la agencia de detectives Pinkerton era pionera de la CIA, con deliberada intención de uncir «El plan de Fernandina y los espias del diablo» (Anuario del Centro de Estudios Martíanos, mayo de 1982, páginas 200-209). Así, el fiasco del plan original de Martí para la «guerra necesaria» se habría malogrado por el enjambre de agentes federales, policías y espías estadounidenses que cayó sobre el puerto de Fernandina (Florida).
( Dr. Antonio de la Cova )
A quienes se les ocurren estas cosas para congraciarse con Castro suele aguardarles la mala suerte de chocar con investigaciones históricas rigurosas. Así como desguazó, entre otros muchos, el mito fidelista de que «El Tigre» González le había sacado los ojos a Abel Santamaría, el Dr. Antonio Rafael de la Cova espulgó tanto los periódicos como la correspondencia privada y gubernamental de la época para demostrar que ninguna CIA en cierne estuvo detrás del fiasco de la Fernandina y los cubanos, incluso Martí, tuvieron su tanto de culpa.
Sólo por razón de su cargo, el colector de aduanas George L. Baltzell indagó los pormenores de la flotilla organizada por Martí junto con el empresario de Fernandina Nathaniel Barnett Borden. Todo parece indicar que detrás de Baltzell no estaban «los espías del diablo»: seis meses después del incidente, Baltzell buscaba aún que el gobierno de los EE. UU. le reembolsara $5.02 gastados en telegramas oficiales.
Martí descargó la culpa sobre el coronel mambí Fernando López de Queralta, pero él mismo acompañó a López de Queralta a la oficina de un corredor de dudosa reputación, en busca de algo todavía más dudoso: un barco de vapor. De paso firmó el registro del Club Social y dejó así constancia de haber estado en Fernandina.
Borden había levantado tempranas sospechas al contratar a dos capitanes que se conocían entre sí para los yates Lagonda y Amadís, respectivamente, fletados en nombre del mismo cliente: D.E. Mantell (Martí). Al salir el Lagonda (enero 1, 1895) corría ya por los muelles de Nueva York el rumor de los yates «filibusteros», del cual se apropió enseguida el periódico amarillista World. Un editor telegrafió a Hall, corresponsal en Fernandina, para que estuviera atento a las «embarcaciones sospechosas» Lagonda y Amadís. Hall era también juez del condado y mostró de inmediato el despacho al aduanero Baltzell.
En el Llagonda venían Patricio Corona (alias Miranda) y Manuel Mantilla, quien se presentó como John Mantell, hijo de D.E. Mantell. Ambos empezaron a llamar la atención por frecuentar los bares de Fernandina. Entretanto un tal James Batewell llevó el rumor neoyorquino de la «expedición filibustera» hasta Washington, por carta al secretario del Tesoro, John G. Carlisle, con el declarado propósito de recibir la «recompensa» que concedía el gobierno en casos de confiscación de embarques ilegales.
Baltzell y Hall inspeccionaron sin contratiempos el Llagonda, pero al otro día el capitán Griffing reportó que se habían cargado unas «cajas sospechosas». Mantilla se puso tan nervioso que arrojó armas y cartuchos al agua, en vez de llevarlos a los almacenes de Borden. Baltzell terminaría por incautar el barco y avisarle a Frank Clark, fiscal de distrito del sur de la Florida. Mantilla y Corona se montaron en el primer tren que pasó para Jacksonville.
(Nydia Sarabia Hernández, Historiadora y Presidenta de Honor del Consejo Martiano de la Prensa Cubana, Ibrahim Hidalgo de la Paz, investigador del Centro de Estudios Martinanos y la periodista Miralys Sánchez Pupo, Presidenta del Consejo Martiano de la Prensa cubana)
Cuando la tercera nave (Baracoa) arribó a Fernandida (enero 13, 1895), el Savannah Morning News anunciaba ya que «la expedición estaba presuntamente bajo la dirección de Martí, el patriota cubano». Al día siguiente los aduaneros detuvieron al Amadis en Tybee Island (Georgia), pero sólo encontraron sacos de carbón. Sin embargo, el rumor de que esta nave conducía expedicionarios a Costa Rica propició que el gobierno tico enviara tropas de San José a Puerto Limón. Los exiliados cubanos allí cometieron la indiscreción de justificarse con que la expedición organizada en la Florida se enfilaba contra el régimen colonial español en Cuba.
Así y todo, la animosidad del «diablo» puede inferirse de la actuación del fiscal de distrito, quien autorizó enseguida la liberación de las naves Baracoa y Lagonda. Igual suerte corrió el Amadis en Savannah. Las armas fueron decomisadas en principio, pero al cabo se devolvieron todas a Borden, quien juró por su madre que no eran de D.E. Mantell. El fiscal Clark declaró que nothing more would be done by the government in regard to the affair.
-Foto: Florida House Inn en Fernandina © The Florida Times Union. En este hotelito paró Martí en febrero de 1893 y en octubre de 1894.
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