Lobos solitarios - del periodismo independiente
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Los periodistas disidentes en Cuba viven al filo de la navaja y sobre ellos flota la Ley Mordaza que los puede llevar a la cárcel por 20 años.
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Por Iván García
octubre 25, 2012
Los periodistas disidentes en Cuba viven al filo de la navaja. Cada día, cuando salen a reportar o escribir alguna historia de esa realidad cotidiana, invisible para los medios oficiales, flota sobre sus cabezas la tenebrosa Ley Mordaza que los puede llevar a la cárcel por 20 años o más.
No solo es el acoso legal. También hay su ración de bofetones, golpes sutiles de taekwondo en las costillas, insultos de energúmenos azuzados por los servicios especiales, llamadas telefónicas amenazantes al filo de la madrugada o detenciones arbitrarias.
Mientras más lejos viven de La Habana, más descaradas y abiertas son las intimidaciones. Conozco casos de periodistas independientes en la Cuba profunda, que luego de estar varias horas en un pestilente calabozo, lo sueltan en la noche, lejos de su casa, en un recóndito camino rodeado de cañaverales.
Pregúntenle al poeta y reportero Luis Felipe Rojas, residente en el poblado San Germán (confirmar), provincia de Holguín, sobre las amenazas y hostigamientos sufridos en la última década.
Ninguno de los periodistas libres puede cotejar su información con instituciones del Estado. Todos los funcionarios te cierran la puerta en la cara. Tampoco te ofrecen cifras o datos. Otra es la manera de conseguirlos. A veces, empleados de organismos estatales, hastiados del socialismo ineficiente de Fidel Castro, te soplan informaciones o números de primera mano.
Personas anónimas te hacen llegar regulaciones interna, cifras sobre suicidios o el análisis de la última reunión del Partido provincial. A cambio de nada. Solo quieren que ciertos aspectos de las alcantarillas del poder se difundan. Técnocratas inconformes, policías de a pie, militares de bajo rango, jineteras con
currículo, marginales de arrabal y deportistas en ciernes, son los verdaderos artífices de una historia o noticia cualquiera.
(Iván García (i), Laritza Diversent (c) y Luis Cino (d))
Cada texto que sale de las añejas laptops de muchos periodistas independientes, tiene una dosis de reseña filtrada por una de esas gargantas profundas, deseosas que la brújula política de Cuba cambie.
Los años de redacción bajo el fuego graneado de hostilidad y acoso ha pulido el estilo de estos lobos solitarios. Cuando se hable del periodismo libre en Cuba, no se pueden olvidar varios nombres imprescindibles.
Desde los activistas de derechos humanos Ricardo Bofill y Adolfo Rivero Caro, quienes en los años de dura represión, reportaban sobre violaciones a las libertades esenciales del hombre, hasta Yndamiro Restano, Rafael Solano, Rolando Cartaya, Raúl Rivero, Ana Luisa López Baeza, Iria González, Tania Quintero y Ariel Tapia.
Rivero Caro ya no está entre nosotros. El resto duerme lejos de su patria, angustiados por el futuro de Cuba, soñando que caminan por el Malecón o toman café acabado de colar en su casa habanera. La represión, la cárcel y el acoso del régimen los obligó al destierro. !Cuánto los hemos necesitados!
Sin ellos hemos tenido que apañárnosla. Ahí está Luís Cino. Se los presento, si acaso no lo conocen. Tiene un blog, Circulo Cínico y escribe crónicas de calibre en Cubanet y Primavera Digital, periódico realizado en un apartamento de Lawton. Es un referente. Por la calidad de sus trabajos y su condición humana.
En Centro Habana, rodeado de solares y edificios que piden a grito reparación, cuna del jineterismo y picaros de la estafa, de gente que piensa dos veces más rápido que el habanero promedio, bastión de la miseria, juegos prohibidos, niños que inducidos por sus padres salen a pedir monedas, plaza fuerte en la venta de melca y marihuana importada, ahí, en el corazón de la capital, reside Jorge Olivera.
Mulato alto y callado. Un buenazo en toda la extensión de la palabra. Fue uno de los reos de la Primavera Negra. Ni siquiera la celda tapiada pudo borrarle la sonrisa perenne en su rostro. Diecisiete años después de iniciarse en el periodismo independiente, Olivera no pierde la esperanza de volver a saludar a su amigo Raúl Rivero y juntos fundar un diario de nuevo tipo en una Habana futura.
Mientras, Jorge sigue disparando con su pluma. Historias, artículos de opinión y poesía redactada por las noches. En Santa Fe, rodeada de gatos, podemos encontrar a Tania Díaz Castro. En Regla, entre babalaos y sincretismo religioso, una reportera de barricada, Aini Martín Valero, tiene imán para las noticias.
Juan González Febles es otro francotirador, periodista incómodo y director de Primavera Digital. Laritza Diversent, vive en el villorrio del Calvario. Según un nefasto decreto estatal, la mayoría de sus vecinos, oriundos de provincias orientales, son ilegales. Sobreviven hacinados en casuchas de aluminio y cartón, comen mal y poco una vez al día.
Para paliar el brutal analfabetismo jurídico, Diversent abrió en el comedor de su casa una oficina de asesoría legal, Cubalex. Y para diferentes sitios digitales escribe artículos sobre temas legales, sin tecnicismos. Los hay muy populares en su vecindario. Si alguna vez aspirara a ser concejal, Roberto de Jesús Guerra ganaría.
No hace falta saber la dirección de su domicilio. Amablemente, la gente de la zona te indica el domicilio de este comunicador nacido en el oriente cubano, ágil e incansable en la búsqueda de información. Maneja con habilidad los equipos audiovisuales y tiene instinto de detective. Fue Roberto de Jesús quien dio la primicia de la brutalidad médica que costara la vida a 27 pacientes siquiátricos en enero de 2010.
Miriam Celaya es una reportera de raza. Reside cerca del Centro Comercial Carlos III. Los periodistas independientes, que en casi nada coindimos, estamos de acuerdo que Celaya es una de las mejores articulistas de esa otra Cuba que el gobierno pretende desconocer.
Hay otros periodistas independientes. Todos, más o menos conocidos, reportan la visión de su comunidad y de su país. Son el grito de los ciudadanos que no tienen eco en la prensa oficial.
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