Iván García desde Cuba: Sonia Garro y su esposo Ram'on Alejandro: doce meses de cárcel y en un limbo jurídico
Sonia Garro. (MARTINOTICIAS)
Hace un año, mientras se preparaban las pompas oficiales para recibir al Papa Benedicto XVI, tropas élites del Ministerio del Interior irrumpían violentamente en casa de la disidente Sonia Garro Alfonso, en el barrio Los Quemados, Marianao, al oeste de La Habana.
Fue un operativo espectacular. Todavía algunos vecinos recuerdan lo ocurrido. "Eran tipos vestidos como las fuerzas antimotines de las películas americanas. Usaron balas de gomas. Empleando una violencia exagerada, detuvieron a Sonia y a su esposo Ramón. Se llevaron casi todas de sus pertenencias. Aquello fue tremendo. Los trataron como si fuesen terroristas", comenta una señora.
El camino hacia la disidencia de Sonia Garro está marcado por la pobreza y el racismo. "En mi infancia, los momentos felices se podrían contar con los dedos de una mano. Soy la décima hija de una familia pobre de doce hermanos. Crecí en un barrio marginal y violento. Nunca tuve juguetes el Día de Reyes. Siempre usé ropas gastadas de segunda mano que alguien por caridad le deba a mi madre. Iba a la escuela con zapatos viejos y rotos, pero con una voluntad inmensa, pensando siempre que estudiando y superándome podría cambiar mi suerte", me contaba Sonia en 2009.
Sufrió discriminación racial mientras cursaba sus estudios de técnica de laboratorio. "Yo viví el racismo en carne propia. Recuerdo que un día quise hacer una reclamación en la escuela, y la subdirectora del centro me dijo, 've a donde te dé la gana, quien le va ser caso a una negra'. Cuando me gradué, con diploma de oro, se hizo una actividad en el teatro Astral. El ministro de Salud Pública iba a entregar el pergamino a los más destacados, y se me acercó un funcionario y me indicó que otra persona iba a recibir el título por mí, porque al tener la piel tan oscura, no quedaría bien la foto. 'No te ofendas, no es por racismo, pero vas a echar a perder la foto', me dijo. Nunca recogí ese título", contaba en aquella entrevista que le hice en su casa.
Posteriormente fue expulsada del policlínico donde trabajaba por estar casada con un opositor al gobierno de Fidel Castro. Aprendió a coser en una vieja máquina de los años 50, para ganarse la vida y mantener a su hija Elaine.
"Y desde el portal de mi casa, mientras cosía, veía prostituirse a niñas de 13 y 14 años. También contemplé varios accidentes de menores que jugaban sin el cuidado de sus padres. De ahí fue que nació la idea de crear un proyecto comunitario, donde los pequeños pudieran divertirse, jugar y confraternizar entre ellos sin peligro", expresaba Sonia.
El 24 de febrero de 2007 Garro creó el primer centro independiente. En su domicilio. Llegó a tener una veintena de muchachos, entre 7 y 15 años. Era gratis. Y no importaba si los padres eran revolucionarios o no.
"La primera regla fue no hablar de política. Yo organizaba actividades de dibujo y corte y costura, y mi esposo, Ramón Alejandro Muñoz, músico, se encargaba de hacer coreografías de baile y les enseñaba a tocar instrumentos musicales. Los fines de semanas hacíamos fiestas y repartíamos libros infantiles y juguetes. Organizaciones no gubernamentales extranjeras nos ayudaban con materiales y medicinas, también embajadas y personas que a título individual, de forma modesta, nos daban lo que podían", explicaba Sonia mientras me mostraba fotos de las actividades.
Después de esa experiencia inicial, Garro fue por más. Abrió otro centro en el barrio marginal de El Palenque, en el propio municipio de Marianao. Lo que parecía una acción noble dentro la sociedad, que traería más beneficios que problemas, desató un terremoto por parte de la Seguridad del Estado. "La respuesta del Gobierno a mi labor social fueron tres actos de repudio y un par de golpizas. El último mitin no funcionó, nadie en el barrio asistió. Se fueron con las manos vacías."
Ha llovido mucho en estos cuatro años. Sus proyectos comunitarios cerraron debido al acoso de los servicios especiales. Sonia Garro se incorporó entonces a las marchas de las Damas de Blanco. Y también a media decena de mujeres aguerridas, que protagonizaban protestas callejeras reclamando respeto por los derechos políticos y exigiendo democracia.
Su esposo Ramón no se quedaba atrás. En mayo de 2010, desesperado porque no sabía dónde se encontraba detenida Sonia, se subió a la azotea de la vivienda, todavía a medio construir, y con un machete comenzó a gritar consignas antigubernamentales. La indignación de este habanero fue grabada y subida a YouTube. Recientemente, desde la prisión Combinado del Este escribió una carta pública.
Hace 12 meses que el matrimonio se encuentra en la cárcel. Viven un auténtico limbo jurídico. Oficialmente se les acusa de desorden público y tentativa de asesinato. Pero no existe una fecha para el juicio.
Yamilé Garro Alfonso es madre de dos hijos pequeños. Era una simple ama de casa, ahora ocupa el lugar de su hermana en las marchas de las Damas de Blanco. Todas las semanas o cada quince días, según las visitas, se echa al hombro pesadas jabas con alimentos y aseos, unas destinadas a la cárcel de mujeres Manto Negro, otras al Combinado del Este. En su cuarto de un solar del barrio San Leopoldo, cuida también a Elaine, la hija de Sonia y Ramón que pronto cumplirá 17 años.
La disidencia contestataria y de barricada es fuertemente reprimida por los tipos duros de la Seguridad del Estado. Raúl Castro no quiere que la oposición tome las calles como tribuna pública para exigir sus demandas. Sabe el General que podría desencadenar un efecto de dominó entre los cubanos de a pie, cansados de vivir con un futuro entre signos de interrogación.
La única manera de presionar al régimen para que liberen a Sonia Garro y Ramón Muñoz es con una fuerte campaña internacional. No queda otra.
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