La crisis de un periódico
Por Wilfredo Cancio Isla
Miami, EE UU.
mar 16, 2013
Esta semana El Nuevo Herald perdió a uno de sus más esmerados y valiosos periodistas: el editor Osmín Martínez, quien decidió marcharse tras entregar 14 de sus mejores años de madurez profesional y laboriosidad al diario miamense.
Como han hecho (o le han hecho hacer) a una treintena de empleados desde el 2009, Osmín decidió abandonar la compañía y probar suerte en otro horizonte laboral. Contratado en 1998 como editor de mesa, su disciplina y liderazgo lo llevó pronto a convertirse en uno de los pilares del periódico, y en el 2003 fue promovido como vicejefe de Redacción y luego en editor de la primera página.
En un mundo corporativo racional, un empleado del valor y los conocimientos de Osmín se preserva y estimula. Ningún empleador sensato lo dejaría ir después de haberlo forjado en el dominio del funcionamiento interno de la producción periodística. Pero estas expectativas de sentido común no aplican para la actual dirección de Miami Herald Media Co. y mucho menos para el desvencijado Nuevo Herald. Conozco a Osmín desde que fue alumno mío en las aulas de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a fines de la década de los 80s, y fuimos colegas por largos años en el Herald, donde crecieron nuestros lazos de fructífera cooperación, y mi reconocimiento por su destreza y olfato como editor.
La partida de Osmín Martínez de El Nuevo Herald es la evidencia más contundente de la
incapacidad, la ceguera y la desvergüenza laboral que rigen hoy los destinos del diario de Miami.
No pretendo hacer el rosario de los desatinos que ha significado la actual dirección de El Nuevo Herald, con el señor Manny García al frente. Pero sería oportuno por una vez que la comunidad de Miami cobrara conciencia de cómo un símbolo de la cultura y los valores hispanos se está desmoronando a merced de la impericia y la insensatez (prefiero el eufemismo de este sustantivo) de una dirección que parece puesta para destruir y mentir.
Sería útil que la prestigiosa compañía periodística local que tanto se esfuerza en hallar fallas, injusticias y corruptelas en Miami-Dade y sus alrededores, tomara conciencia de lo que está sucediendo paredes adentro del edificio de la Bahía de Biscayne bajo la conducción de García. La compañía matriz McClatchy no parece estar interesada en averiguar nada que pueda destapar un problema interno de sus publicaciones, pero no importa, porque a la larga estallará.
García no solo ha creado un clima irrespirable en la Redacción, sino que se ha dedicado a hostigar a todo aquel que no se convierta en un dócil cumplidor de su voluntad. Se ha rodeado de incapaces y serviles, como suele suceder con los burócratas acémilas, que no saben nada o casi nada, pero hacen planes y mandan correos electrónicos a sus superiores contándoles de presuntos exitos. Llevar una queja ante el Departamento de Recursos Humanos se ha convertido allí en un pecado capital que termina con el acoso del empleado y el ocultamiento de la travesura denunciada. Se incumplen pagos prometidos luego que el trabajo de ediciones especiales se ha realizado en horas extras. A la vez ha desarrollado una maquinaria de delación a partir de los rumores que le hacen llegar a la dirección los correveidiles, que escuchan y soplan en la Redacción. Y todo este ambiente kafkiano es solo la punta del iceberg bajo el cual se acumulan escamoteos de cifras de circulación y de tráfico del sitio digital, erráticas decisiones editoriales y de coberturas internacionales, y otros desmanes que han espantado del lugar a empleados y colaboradores por igual.
García tiene un récord difícil de superar: es el único director que dirige un periódico en español en el mundo que no domina la principal herramienta de ejecución comunicativa: el idioma castellano. Si esto no es un acto de racista desdén hacia el “primo” en español por parte de Miami Herald Co., que el nuevo Papa Francisco me convenza de lo contrario. Ningún periódico del mundo anglosajón se atrevería a poner al frente de su conducción a una persona que no sea un angloparlante con dominio profesional de la lengua como para poder redactar un título creativo en inglés.
Para fin de año, el sitio donde se levanta el edificio que acoge a los Herald será un solar yermo donde la compañía Genting, dueña del terreno, planea construir un hotel de lujo. La edificación insigne del otrora portentoso diario floridano será demolida en pocos meses y sus oficinas pasarán a la ciudad de Doral. Pero la demolición física no es más que la parábola completada de la demolición profesional que comenzó hace tiempo en El Nuevo Herald a tono con la era de García.
Un periódico que no tenga la visión suficiente como para retener a un profesional como Osmín Martínez, no tiene derecho a la sobrevivencia. Ojalá y no sea ya demasiado tarde para salvarlo.
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