Carlos Alberto Montaner: Yoani y la libertad
Desoués de hacer un breve ¨research¨ hallé una entrevista que aclara gran parte del párrafo anterior.
A los no cubanos les informo que antes de la nueva ley vigente a partir de enero de este año 2013, la única manera de mantener sus propiedades al salir al Exterior , salvo que fuera una Salida Temporal, una misión oficial o diplomática, era mediante un Permiso de Residencia en el Exterior, PRE, que en la inmensa mayoría de los casos era cuando una cubana o un cubano se casaba con una persona nacida en el extranjero. Reinaldo Escobar no perdió su apartamento del edificio yugoeslavo situado en Nuevo Vedado y que fue obtenido por él trabajando 5 años en una microbrigada.
***********
Leo Felipe Campos (San Félix, Venezuela, 1979). Es periodista deportivo y coordinador del diario Líder. Tiene dos libros de relatos: Sexo en mi pueblo y El famoso caso de las cartas de Lucas Meneses)
El 1.0 de Yoani Sánchez
Periplo offline de una bloguera
Por Leo Felipe Campos
********
Años antes de crear Generación Y, y de convertirse gracias a ese blog en la comentarista de la realidad cubana más leída en el mundo, Yoani Sánchez vivió una larga historia de pobreza, ingenio, tecnologías y viajes trasatlánticos. He aquí su recuento.
********
http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=2137&pag=3&size=n
8. La tesis de grado
.......
.......
.......
El mismo año de su graduación logró salir de Cuba por primera vez. Viajó a Alemania y estuvo un mes, invitada por algunos de sus antiguos huéspedes y estudiantes de español en La Habana. Fue una turista que practicó el idioma y disfrutó del verde de Fráncfort, de las bondades de Hamburgo y del cosmopolitismo de Berlín. Allá también tuvo su primer celular y le gustó, pero nunca pensó en quedarse. También conoció París, donde estuvo una semana.
Recuerda sus viajes con una sonrisa amplia pero trata de ocultar la nostalgia, como si temiera que su interlocutor confunda la alegría de la memoria con un reflejo que revele posibles intenciones de escapar y vivir en otro lugar, fuera de su país, como de hecho llegó a hacerlo dos años más tarde.
*******
http://www.elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=2137&pag=4&size=n
9. El capítulo suizo
Yoani regresó de sus vacaciones en Alemania y durante los meses siguientes, como dice, “se le llenó la cachimba”, se hartó de tanta crisis y tanto hacer sin recompensa: siguió quemándose las pestañas frente al papel para cumplir con un oficio tedioso que la ocupaba desde años atrás junto a su pareja: transcribir las tesis de grado de algunos universitarios desconocidos (“¿Cómo hacer un intercomunicador?”, “Centrales azucareros”, “La literatura cubana”, “La base del marxismo-leninismo”), trabajo que casi siempre la desvelaba junto al llanto nocturno de su hijo. A veces lograba cobrar en efectivo, y otras con lo que se pudiera, como aquella en que le cancelaron con cepillos, peines y espejos. “Imagínate, con eso fue que nos pudieron pagar después de tanto darle y darle, me acuerdo que hasta le corregimos un pocotón de errores. Volvieron a los días, apenados, y trajeron eso. Y yo tan emocionada que andaba porque estaba contando con el dinero para comprar algunas cosas”.
También trabajó en Nueva Gente, una editorial del Estado que publicaba libros infantiles, pero siguió desencantada y ni siquiera terminó el servicio social. Reparó computadores, se frustró. Pensó que había llegado la hora de dar un nuevo salto para cambiar su vida. Se le amontonó la rabia. Ella lo llama “ese proceso acumulativo”. Entonces decidió estudiar alemán con una nueva perspectiva, recoger los contactos y amigos en el extranjero, y sus pesares, y la interminable lista de preguntas y deseos, para cumplir ese sueño que definió en un primer momento como un proyecto de liberación personal: largarse a Suiza.
¿Por qué a Suiza y no a Alemania? “Porque fue lo que apareció”, dice seca, tajante. Comenzó la gestión con algunos conocidos. Sin su ayuda económica no habría podido costearse los trámites y el boleto aéreo. “Fue un proceso agónico, hasta que el 26 de agosto de 2002 tomé el avión con destino a Zúrich. Allá también fui como turista, pero con una visa que me permitía abrir otras ventanas, como un contrato de trabajo. Mi única limitación era que no podía salir del país por el tipo de visado”.
Se marchó sola, sin el padre de su hijo y sin su hijo. Ella y Reinaldo nunca se casaron. Para aclarar la duda lógica: los menores de edad que no sean hijos de altos jerarcas del gobierno no pueden pisar otro país, a menos que sea de manera definitiva, algo que en este caso resultaba imposible, entendiendo que Yoani abandonaba su tierra, en teoría, en calidad de turista.
Cuando le pregunto si se casó con un europeo para obtener la legalidad que le permitiera vivir con mayor campo de acción, me responde: “Mira, ya te dije que yo no hablo de mi vida personal y privada, pero te puedo decir que no creo en el matrimonio. Eso es lo que te puedo dar. De ahí no transo, yo he amado y me han amado, y ahí termina todo”. En ese momento se ríe, entre líneas y un tanto nerviosa. Y remata: “Si hubo papeles o no hubo papeles, bueno. Pero he amado intensamente y me han amado”.
Su primer trabajo en Suiza fue en el cine Riff Raff, durante las noches. Después conoció a la peruana María Mariotti-Luy, que aún mantiene una pequeña librería llamada El Cóndor, ubicada muy cerca de la Universidad de Zúrich, donde venden libros en español y portugués. Ella la acogió y le ofreció un puesto de trabajo. Sánchez la considera su ángel salvador, recibió la solidaridad y la amabilidad casi maternal de su nueva amiga. Trabajando en la librería se puso al día con buena parte de la literatura de sus compatriotas en el exilio y con la narrativa contemporánea de América Latina que no se distribuye en Cuba. Se enamoró de la obra de Roberto Bolaño. Alternó los dos empleos, cine y librería, y además hizo un curso de integración en el que perfeccionó su alemán.
“Lo que me gustó de Suiza es lo que también me gusta de Cuba, las personas, los amigos”, dice. “Desde el punto de vista de la estructura social siempre puedo tener mil críticas para todo, pero en Suiza yo sentía que podía protegerme en la burbuja de mis amigos, de mi vida privada, que no había tanta intromisión de una ideología, ni de un gobierno, ni de los siete sabios que mandaban en la nación, mientras que en Cuba sentía y sigo sintiendo que no es posible, que no puedo trazarme un tejido personal y social al margen de las consignas”.
Sánchez quería reunirse allá con Teo y Reinaldo. Ambos seguían en La Habana, pero el padre tenía escasísimas posibilidades de volver a salir, entre otras razones por su figura de contrarrevolucionario y su trabajo como periodista independiente. También pesaba la posibilidad de que al no conseguir instalarse en el extranjero y tratar de regresar, en un futuro hipotético, luego de once meses el Estado le confiscara el apartamento.
Desde el primer mes, Yoani había comenzado a preparar las condiciones para llevarse a su muchacho. Se asentó en un barrio céntrico donde vivían muchos inmigrantes españoles, mexicanos, chilenos, y al décimo mes pudo alquilar una casa para ella sola con una conexión doméstica a internet las veinticuatro horas. Se convirtió en alpinista, ahorró mucho dinero y asistió al Consulado con puntualidad suiza, a pagar la extensión de su visa de turista. Llegado el mes once fue declarada emigrante definitiva, estatus que le permitía reclamar a Teo de forma legal.
Lo hizo, con el dinero suficiente para costear el boleto La Habana-Fráncfort-Zúrich más la supervisión especial por tratarse de un menor de edad en un vuelo internacional, que también tiene su costo, y la espera atragantada de más de un año sin verlo, llena de abrigos y juguetes y el deseo de brindarle un entorno amable.
El 7 de septiembre de 2003 Teo salió de Cuba rumbo a Suiza sin derecho a regresar. Ya tenía poco más de ocho años, había crecido –también su cabello– y había perdido algunos dientes. Desde su llegada, la emoción, la experimentación y el descubrimiento: paseos por las montañas, por el zoológico, por los parques de diversiones. Instalarse en su nueva vida en medio de un septiembre que su madre describe como idílico. También lo esperaba un colegio distinto, con muchos niños inmigrantes, rumanos, tamiles y yugoslavos. El plan era quedarse: “Pensar en el regreso me dolía”, recuerda Yoani. “Pero Reinaldo. Ay, bueno”.
Reinaldo logró viajar hasta Alemania y cruzó la frontera suiza. Se vieron, según relata su mujer, “pero no fue posible para él solicitar una residencia permanente. Ésa fue una razón importante para pensar en volver”.
Una razón importante, pero no la única. Después de la euforia inicial de conocer otra cultura y respirar una nueva atmósfera, a Yoani acabaron por pesarle el invierno y la ausencia de la familia, a lo que se sumaba la culpa de pensar constantemente: “Con el dinero que gasté en comprarme este par de zapatos, mi familia hubiera podido vivir un mes.
”Todo comenzó a ser insuficiente. Ese lamento era una herida. En las noches comencé a soñar con la posibilidad de no volver a ver a mi familia y era doloroso. En el sueño yo paseaba cerca a un río, mi padre estaba del otro lado y nunca encontrábamos un puente para poder juntarnos. Eso fue martillante. En ese momento a mi padre, que apenas tenía cincuenta años, le detectaron una insuficiencia hepática y le dieron pocos meses de vida. Fue como un pequeño Chernóbil para mí. De pronto haberme sumergido tanto en los foros cubanos de internet me hizo pensar que yo podía volver para cambiar algo, una cosa típica de los emigrados. Claro, eso no fue ningún motivo principal, pero se fue convirtiendo en una obsesión”.
***********
ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home