jueves, junio 20, 2013

Pedro Corzo: La "nueva clase" cubana en el siglo XXI


 La "nueva clase" cubana en el siglo XXI


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La nueva aristocracia cubana, como dijera en su momento el yugoslavo Milovan Djila, solo ha servido para sustituir a las clases dirigentes desplazadas.
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El hijo de Fidel Castro, Antonio Castro, durante la cena de gala en el cierre de la XIV edición del Festival del Habano.


Por Pedro Corzo

junio 19, 2013


Cuba en el presente es gobernada como  una gigantesca corporación en la que el monopolio de su dirección radica en el poder político de sus directivos.

La dictadura carismática mutó a burocrática y los funcionarios que experimentan el poder, también son muy entusiasta de los privilegios que del mando puedan derivarse.

Este último aspecto es clave para tratar de entender que los eventuales cambios en la isla estarán limitados por los perjuicios  que puedan causar en las prerrogativas de la clase dirigente.

La gerontocracia cubana, en particular la que asumió el control de la República en 1959,  junto a los burócratas, antiguos y recientes, han dejado atrás los tiempos en que aparentaban vivir austeramente, mientras el pueblo era sepultado en la miseria. Los dirigentes consideran que los peligros que corrieron y los esfuerzos que realizaron para controlar el país por más de cinco décadas, sumado a los riesgos que significaba involucrarse  activamente en las ambiciones imperiales del Comandante en Jefe, deben ser retribuidos, así que han decidido disfrutar de las ventajas  materiales que se derivan  del poder.

La nueva aristocracia cubana, como dijera en su momento el yugoslavo Milovan Djila, solo ha servido para sustituir a las clases dirigentes desplazadas, pero sin la capacidad de crear riquezas que aquellas tenían.

La nomenclatura que impuso o se incorporó al totalitarismo  gusta en el presente de una vida confortable, casas, autos y en particular viajar al extranjero, pero como es lógico también están muy interesados en que sus hijos y nietos puedan cursar altos estudios, o al menos disfrutar de lo que ellos construyeron encarcelando, matando, y conculcando los derechos más elementales a los ciudadanos que no se plegaron al pensamiento y a la autoridad del nuevo orden que se impuso en la isla en enero de 1959.

Muchos de los hijos y nietos de estos generales y doctores  residen en el extranjero disfrutando de los bienes que sus parientes adquirieron gracias a su obediencia y aportes a la dictadura. Otros estudian en universidades de países capitalistas o simplemente viajan sin restricciones de ninguna clase.


No faltan los que trabajan en corporaciones extranjeras radicadas en la isla. Buenos salarios, mejores relaciones y un futuro independiente de la política, pero sí consecuencia de esta.


También están los que con espíritu emprendedor han montado negocios propios, lo que obliga a preguntarse de dónde sacaron los bienes para poder tener independencia económica. Sin dudas que el progreso del negocio puede ser consecuencia del talento y los esfuerzos, pero es muy posible una mano amiga les haya hecho llegar los recursos necesarios para echar a andar el proyecto que promueven.

Muchas costosas reliquias de la cultura cubana están diseminadas por el mundo, por lo que es legítimo preguntarse quién y cómo la sacaron de un país donde todo está controlado por el gran hermano,  o uno de sus primos.

Por supuesto que  hay hijos y nietos de dirigentes cubanos que enfrentan dificultades como cualquier hijo del vecino, porque no cuentan con la generosidad de sus padres o parientes, ya que tuvieron el coraje de condenar el régimen de oprobio que sus familiares ayudaron a construir.

La corporación  Gobierno de Cuba, Ltd. está presidida por Raúl Castro, y su junta de accionistas la integran generales, dirigentes del partido y doctores, todos muy celosos de sus prerrogativas por lo que están listos para impedir cualquier ajuste que le reste equilibrio al entramado que les garantiza poder, riquezas e impunidad. Es razonable suponer que si bien el sucesor en jefe exterioriza la mayor autoridad, nunca podrá gobernar al estilo de su hermano,  y deberá conciliar sus intereses y criterios a los del resto de su directorio,  quienes por lógica política no favorecerán un cambio radical que puede afectar las inmunidades de que disfrutan.


A pesar de la importancia e influencia de cada integrante del entramado principal, no se puede obviar que hasta el momento Raúl tiene la llave de los truenos. A falta de su hermano es el único con capacidad para mantener la casa en orden y por eso es de suponer que sus asociados, más que ningún otro sector en la sociedad, han trabajar a favor de un proceso de ajustes lentos, sin traumas, que permita la emergencia de nuevos líderes suficientemente comprometidos con el pasado, para que no inicien un proceso de cambio que se sabe cómo empieza pero no como termina.

En la memoria colectiva de la nomenclatura castrista está presente el proceso que condujo a la extinción de la Unión Soviética por lo que no están dispuestos a permitir que afloren contradicciones internas y conflictos entre poderes que pongan en riesgos sus respectivas sinecuras.


Todos están consciente que el modelo ideológico y político sobre el que decían gobernar ha fracasado, pero también tienen pleno conocimiento de que para que el régimen sobreviva sigue siendo necesario que un individuo, solo un individuo, como en la era de Fidel, ostente el verdadero poder.

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Tomado de http://www.penultimosdias.com

Padres e hijos

Por Ernesto Hernández Busto
Barcelona, España
ago 30, 2012

La noticia de que la hija de un vicepresidente cubano ha decidido quedarse en Tampa atiza, en estos días, el debate sobre la escisión generacional del castrismo y la “traición ideológica” del Hombre Nuevo. Es una polémica que siempre me pareció confusa: los “hijos de papá”, que tanto revuelven la bilis de algunos, siempre han sido parte significativa de una estadística más amplia, ese amplio sector de cubanos que escogió emigrar en busca de una nueva vida. La culpa política no se trasmite de manera genética, y aunque sin duda hay casos puntuales de vástagos que usan el exilio como campo de inversión del dinero y los intereses del régimen, la mayoría de los “hijos de” que hoy residen fuera de Cuba son personas que sencillamente decidieron hacer su propia vida al margen de un sistema fracasado.

En realidad, no son más ni menos castristas que el resto de los emigrados cubanos de su generación. En muchos casos, se trata de una élite educada para una sucesión generacional que nunca llegó, y que tras comprobar sus oportunidades frustradas prefirió empezar, muchas veces desde cero, en otro lugar.

Tratando de organizar mis ideas, he hecho una lista rápida de algunos hijos de altos funcionarios del gobierno cubano que actualmente viven fuera de Cuba:

Alina Fernández Revuelta, hija de Fidel Castro;
Juan Juan Almeida, hijo del comandante Juan Almeida Bosque;
Javier Leal, hijo del Historiador de la Ciudad y miembro del Comité Central Eusebio Leal Spengler;

Agustín y Ramirito, hijos del comandante Ramiro Valdés Menéndez;Antonio Luzón, hijo del General de División y vicepresidente del Consejo de Ministros Antonio Enrique Luzón Batlle;
Josué Barredo, hijo del director de Granma, Lázaro Barredo;
Ofelia Crombet, hija de Jaime Crombet Hernández-Baquero, miembro del Comité Central del PCC;
Iván, Lily y Juan Carlos, hijos de Ministro del Interior José Abrantes, condenado en la Causa 2/89;
Déborah y Ernesto, hijos del General de División Leonardo Ramón Andollo Valdés;
Sergio Montané, hijo del comandante Jesús Montané Oropesa;
Yotuhel Montané (preso por tráfico de drogas), nieto del comandante Jesús Montané Oropesa;
Cynthia, Mirell y Romy Vallejo, hijas del comandante René Vallejo;
Alexis y Margarita Roca, hijos del Ministro de la Industria Alimenticia, Alejandro Roca Iglesias, preso por corrupción;
Diana Ochoa, hija del general Arnaldo Ochoa Sánchez, condenado en la Causa 1/89;
Ileana y Antonio de la Guardia Jr, hijos del coronel Antonio de la Guardia Font, condenado en la Causa 1/89;
Héctor Jr, hijo del coronel Héctor El Güiro Carbonell Méndez, condenado en la Causa 2/89;
Raquel Serguera, hija del comandante Jorge Papito Serguera;
Diana y Deborah Cuza, hijas del ex jefe de la marina y contralmirante José L. Cuza Téllez-Girón;
Acacia y Marcos Gómez, hijos del comandante Delio Gómez Ochoa y Acacia Sánchez Manduley;
Raúl, María Teresa, Piqui y María Victoria: hijos de Marta Artecona, coronel del MININT, fallecida en Miami;
Gustavo Rodríguez López-Callejas, hermano de Luis Alberto Rodríguez López-Callejas e hijo del General de División Guillermo Rodríguez del Pozo;
Alexis Padrón, hijo del mayor Amado Padrón Trujillo, condenado en la Causa 1/89;
José Pepito Padrón, hijo del ex coronel del MININT y fundador de la Corporación CIMEX, José Luis Padrón;
Camilo Loret de Mola, hijo del coronel y viceministro del SIME Gustavo Loret de Mola;
Iván López, hijo de José López Moreno, ex director de JUCEPLAN;
Angelito Machaco Ameijeiras, hijo de Ángel Machaco Amejeiras Delgado;
Tania Ameijeiras, hija del comandante Efigenio Ameijeiras Delgado;
Carlos, Elizabeth y Niurka Lahite, hijas del coronel Carlos Lahite y la Teniente Coronel Daysi López Azcaño;
Juan Carlos y Sasha Figueredo, hijos del comandante Carlos El Chino Figueredo Rosales;
Lisa Pérez Rottman, hija de Orlando Pérez Rodríguez, vicepresidente de la corporación CIMEX;
Ramón, Laura, Yoyo y María Victoria Ibarra, los hijos de Kiko Ibarra, viceministro de la Construcción;
Rolando Anillo, hijo de René Anillo Capote, ex viceministro de Relaciones Exteriores;
Aicel Gálvez Amaro, hija del General de Brigada William Gálvez Rodríguez;
la hija de José Pepe Ramírez Cruz, fundador de la ANAP; el hijo del comandante Belarmino Castilla; la hija de Pedro Álvarez, el de ALIMPORT…


Se trata —por supuesto— de una lista incompleta, a la que siempre podrán contribuir los lectores. Este name dropping provoca cierto morbo, para qué negarlo
. Pero lo realmente interesante del asunto sería recopilar los testimonios de estas personas; preguntarles por qué salieron de la isla, si pesó más la purga contra sus padres, el desencanto del sistema, la necesidad de progresar o de construir un mundo propio. Como enseña aquella célebre novela de Turgueniev, Padres e hijos, una fractura generacional oculta muchas veces otras coordenadas más complejas: un cambio en la visión del mundo, el ascenso del nihilismo, las frustraciones sentimentales…

Cuento entre mis amigos a varios hijos de embajadores, militares, ministros y viceministros. Son lo más cerca que estuvo Cuba de tener una clase media postrevolucionaria. Algunos lo tuvieron más fácil, pero no por ello su exilio me resulta menos legítimo. A fin de cuentas, nunca he creído en el igualitarismo y opino que no hay nada más socialista que el rencor de clase. El diluyente de la servidumbre ideológica que sostiene sistemas como el cubano es un tema complejo, que no merece ser reducido a la lógica del ajuste de cuentas generacional. El exilio masivo también fue una manera de atemperar, como escribía ayer Yoani Sánchez, los paternales furores ideológicos de otra época. Me consta que hay verdaderas tragedias familiares detrás de una lista de apellidos y que en muchos casos los “hijos de papá” y los simples “plebeyos” fuimos víctimas del mismo Leviatán. Me sorprende que hay mucha gente que casi hubiera preferido ver consumado el nepotismo del fatum revolucionario: que los hijos ocuparan los puestos de sus padres, para poder juzgarlos por el mismo “pecado”.

Yo, en cambio, no entiendo ni comparto ese interés en recordar la culpa de un apellido o de una crianza privilegiada; prefiero que hayan escogido irse de un país en ruinas a otro donde se imaginan más libres, más prósperos y más felices.