Esteban Fernández: EL DERECHO DE LOS INTRANSIGENTES
Desesperadamente quieren callarnos y una de las consignas venenosas esparcidas al viento por el castrismo y por los "tontos útiles" es que “Desde el exilio es muy fácil atacar verbalmente a la tiranía e incitar a la guerra”. Y, si la cosa sigue como va, ahorita van a tratar de impedir que cantemos nuestro Himno Nacional por ser una clara invitación al combate.
Pero, gracias a Dios, todavía quedan muchos hombres y mujeres que le hacen muy poco caso a eso. Son los que salieron precisamente para luchar contra aquello y poder decir todas las verdades que consideren necesarias y convenientes a la causa que defienden. Porque tienen la suficiente moral para condenar la tentativa de contubernio, para estar rotundamente en contra de conversar con los represores, para odiar todo tipo de entendimiento con los genocidas y para tratar de evitar cualquier intento de beneficiar económicamente al régimen directa o indirectamente.
Lo cierto es todo lo contrario: Lo que es facilísimo aquí es mantenerse silentes y no decir ni pío contra el régimen ni contra los que le hacen el juego, como hace la mayoría de los desterrados. Lo cómodo es callar, ignorar, seguir la corriente y otorgar.
Si usted ha estudiado a fondo nuestra historia sabe perfectamente que esas mismas palabras fueron las causantes del martirologio de José Martí. Cada vez que el futuro Apóstol se paraba ante una multitud predicando la lucha justa y necesaria salían algunos a llamarlo “Capitán Araña” y a insinuar que "Desde afuera es muy confortable condenar al colonialismo español".
Entonces, hoy en día, si dentro de la patria algún tonto, vividor o pedigüeño propone una soberana bobería y sostiene que de esa forma se logrará la "democracia en Cuba dentro de varios años" hay que salir corriendo a enviarle muchos dólares y celulares mensualmente.
¿Por qué? Vaya, la respuesta de los que quieren silenciar al último reducto combativo es obvia: “Porque el individuo está allá jugándose el pellejo mientras aquí todos estamos comiéndonos un sándwich cubano con una Malta Hatuey en La Carreta de la calle 8”... ¡Por favor, respeto debemos sentir hasta por un cubano astronauta que a millones de millas de distancia de Cuba, en la Luna, en Marte, o en Saturno, ponga allí unos carteles que digan "Abajo los Castro"!
Pero lo que está pasando es que si hasta el más grande de los patriotas se atreve a discrepar, a decir que no se debe enviar dinero para Cuba, ni se debe visitar la Isla, ni quitar el embargo, entonces le cae carcoma a ese atrevido que se lance a contradecir cualquier barrabasada que se le ocurra a la gente allá en la busca de fulas. Porque hay personas en el exilio dedicadas a intentar callar (como les hacen a mi amiga Maria Luisa Morales en comentarios de los lectores del Miami Herald) a todos los que discrepan de algunos supuestos activistas pacíficos.
Entonces, bajo esa premisa ridícula, hombres como Alvin Ross, Guillermo Novo, Pedro Remón, Gaspar Jiménez, Tony de la Cova, Virgilio Paz, Horacio Minguillón, José Dionisio Suárez, Santiago Alvarez, Reinol Rodríguez, Aldo Rosado, Héctor Fabián, Luis Crespo, que han batido el cobre contra la tiranía no tienen derecho ni a susurrar una simple queja contra la gran pantomima que se está realizando en nuestra nación... No deben ni chistar.
Yo le pido a usted que vaya a "Google" y busque ahí a Henry Agüero y encontrará que este compatriota ha sido un verdadero león luchando contra la tiranía. ¿No tiene derecho este valiente compatriota -si así lo decidiera- a criticar lo que considere una payasada de alguien por mucho que este viva en Santiago de Cuba o en Luyanó?
Si una persona considera que determinado cubano, dentro de la Isla, es un patriota y quiere entregarle todo el dinero que tiene en el banco, perfecto. Es el mismo derecho que tienen otros a tenerlo en el peor de los conceptos. Porque salir de Cuba, y vivir en el extranjero no debe ser un obstáculo que impida opinar.
Por lo tanto yo los invito encarecidamente a disfrutar los sábados por la noche escuchando al gran Tito Rodríguez Oltmans diciendo por Radio Mambí: ¡Yo expreso lo que me dé mi realísima gana y no perdono porque no me da la reverendísima gana ! Claro, después de haber barrido el piso con la satrapía y con los descarados de aquí y de allá.
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