Opiniones: Antonio G. Rodiles y Alexis Jardines: Apuntes para la transición en Cuba. Oswaldo Payá y su alerta sobre el Cambio-Fraude que le costó la vida. Iván García Quintero: ¿Por qué la disidencia no es un referente para el cubano de a pie?. Juan Gonzalez Febles: Los nuevos retos y los obstáculos de siempre
Apuntes para la transición
A. G. Rodiles y A. Jardines
- La reconstrucción democrática solo será posible si se involucra al mayor número de cubanos.
- La oposición debe articularse y proyectarse dentro y fuera de la Isla con un peso cívico y político.
- Debemos mostrar que somos una opción de gobernabilidad, capaz de generar un entramado político y jurídico que llene cualquier vacío.
Para la elite en el poder, el tiempo, como parte de la ecuación política, se convierte en la variable más importante. El relanzamiento de su posición en la arena internacional pasa a ser parte de sus prioridades. Mostrar un nuevo momento en las relaciones con Europa y Estados Unidos se vuelve vital en la búsqueda de nuevos socios económicos y políticos que le brinden estabilidad y legitimidad.
En el interior de la Isla, las transformaciones en el sector económico no generan una nueva impronta dado los años de estatismo acumulado, la descapitalización y la precaria situación de múltiples sectores. Un proceso de verdaderas reformas implicaría acciones más profundas que dinamicen una realidad que ya se anuncia como desastre social, reconocido incluso por Raúl Castro en su última intervención. Pero el miedo a perder el control se convierte en obsesión y principal obstáculo.
La posibilidad de viajar de algunos opositores representa en este sentido el paso más audaz que ha dado la elite en el poder, una clara apuesta a mejorar su imagen en el exterior y sacudirse el estigma de la falta de libertad de movimiento. Es muy probable que esta movida esté manejada bajo el presupuesto de que algunos tragos amargos no serán más que eso, que la realidad seguirá metida en su habitual camisa de fuerza, porque los opositores no pasaremos del nivel mediático y al regresar a Cuba, el control absoluto de la Seguridad del Estado y la falta de articulación social, mantendrán todo en su lugar.
Ante este escenario se hacen necesarias algunas preguntas: ¿Está la sociedad cubana en condiciones de pujar por mayores espacios de libertad e independencia? ¿Puede la oposición capitalizar políticamente sus viajes? Entiéndase por capitalizar nuestra capacidad de articularnos y proyectarnos dentro y fuera de la Isla como fuerzas prodemocráticas con un peso cívico o político en cada caso. Proyección que nos permita también terminar con el nefasto juego de gato y ratón con el que la Seguridad del Estado, como brazo del sistema, nos ha mantenido ineficientemente ocupados. Se vuelve entonces imprescindible madurar como oposición y sociedad civil, lograr expandir las grietas de un sistema agotado que sostiene el control y el ejercicio de la violencia de Estado como elementos de contención social.
La experiencia de múltiples transiciones muestra la importancia de comprender el momento del cambio como un paso dentro del proceso de reconstrucción nacional, visto como un punto de inflexión no discontinuo. En un escenario extremo como el que enfrentamos, una transición exitosa implicará necesariamente la activa participación de capital humano preparado, con un fuerte compromiso social y una clara visión de la nación que desea construir.
Sin un tejido social que represente cuando menos un microcosmos del meso y macrocosmos que visualizamos, será muy difícil edificar una democracia funcional. Los ejemplos fallidos son abundantes y resulta irresponsable omitirlos. La conocida "primavera árabe", devenida "invierno", es el caso más reciente que muestra que la instauración de un sistema político necesita un proceso de maduración y articulación de su sociedad civil. Imaginar el cambio y la reconstrucción de un país roto, fragmentado, no solo en el aspecto físico sino también en su dinámica social e individual, resulta ejercicio primordial si pretendemos la construcción de una democracia que contenga los ingredientes de toda nación moderna.
Como oposición debemos romper con paradigmas que impliquen regresión y copia de lo que se ha vivido, en el que símbolos gloriosos, épicos y personalismos juegan un papel significativo. Un imaginario que cifra demasiadas esperanzas en una "chispa" expansiva y que suele aplazar un trabajo efectivo con vistas al mediano y largo plazo.
Sería saludable igualmente reajustar una idea que ha dominado nuestras mentes durante más de medio siglo postrepublicano: la anhelada unidad de la oposición como única vía de presión efectiva para promover el cambio. Consideramos que el protagonismo principal de la transición debe recaer sobre la sociedad civil, mientras la oposición, como actor político, con un discurso y una acción coherente, debe pujar porque su representatividad tenga el alcance y la penetración necesaria.
El viejo Hegel llevaba razón al afirmar que "todo lo que un día fue revolucionario se vuelve conservador". Las palabras pierden su sentido original y se resemantizan al cambiar el contexto que las alimentó y sostuvo, tan es así que la propia lógica de las revoluciones se vuelve en su contra.
El acto verdaderamente revolucionario es un gesto brusco, un momento de ruptura que trastoca el orden establecido. Las revoluciones todas, incluyendo las científicas, están diseñadas para transformar, socavar las bases del modelo o paradigma anterior y, de esa manera, echarlo abajo.
Entonces, lo novedoso en nuestros días es entender esa posible brusquedad como un instante dentro de un proceso, que debe estar permeado de los ingredientes que conforman las sociedades modernas, el conocimiento, la información, el pensamiento, el arte, la tecnología. La revolución es un momento de la evolución, pero no a la inversa.
En la segunda década del presente siglo no podemos pensar en ningún proceso social sin tomar en cuenta el carácter transnacional de los mismos. En nuestro caso sería imposible analizar un tránsito a la democracia y un proceso de reconstrucción sin involucrar a la diáspora y al exilio con sus actores políticos. Si bien ellos no están anclados en la cotidianeidad de la Isla, son elementos vivos de la nación y como tal gravitan en ella. En eso el cubano de a pie no se equivoca. En el imaginario del cubano una parte importante de la solución de nuestros problemas está en Miami (como genéricamente se define a la diáspora). La visión moderna de las sociedades contemporáneas debe llegar y, en nuestro caso, componerse en gran medida a través de una constante retroalimentación entre la Isla y su diáspora. La oposición y el exilio deben ser, justamente, la bisagra que haga posible tal articulación.
Y este es, a nuestro modo de ver, el otro elemento que terminaría encuadrando el escenario cubano: cómo se imbrica en lo adelante la oposición con una sociedad civil transnacional de tal modo que la lógica binaria de lo interno y lo externo, de las figuras del "cubano de adentro" y del "cubano de afuera" llegue a su fin, para lo cual no es suficiente con reconocer, en un plano discursivo (como también lo hace el régimen) que no hay diferencias entre nosotros, que somos iguales, etc. Es algo más: somos un solo e indivisible cubano y ese único cubano debe tener su derecho a ejercer el voto y a influir en el presente y el futuro político de su país no importa en qué lugar del planeta se encuentre o resida. Se trata, para la oposición y el propio exilio, no solo de un problema político, sino conceptual.
Como actores políticos debemos mostrar que somos una opción de gobernabilidad, exponer el capital humano del que disponemos, la capacidad que poseemos de generar un entramado político y jurídico capaz de llenar el posible vacío que dejaría la nomenclatura unipartidista; demostrar que podríamos garantizar la seguridad no solo para el país sino para toda la región y por último, aunque no menos importante, la capacidad para rebasar las campañas de los castristas en eventuales elecciones libres.
Este sería, quizás, el escenario más deseable en términos de expansión de la sociedad civil transnacional y del correlativo constreñimiento del Estado totalitario. Estemos, pues, alertas para no confundir sucesión con transición; aprendamos a vernos y sentirnos como cubanos a secas y exijamos nuestros plenos derechos civiles y políticos, económicos, sociales y culturales como aparecen reflejados en ambos pactos de la ONU. Admitamos que para la transición es tan necesario el capital humano disperso por las instituciones del Estado como las habilidades, el conocimiento y capital financiero de aquellos que han tenido que crecer lejos ―aunque no fuera― de su patria.
El problema de la nación cubana es hoy el problema de la transición y la reconstrucción democrática, proceso que será posible solo si se involucra al mayor número de cubanos, vivan donde vivan. No decimos que la patria es de todos, lo cual es una declaración de jure; decimos que todos, juntos, hacemos la nación cubana, lo cual es ya una declaración de facto.
¿Por qué la disidencia no es un referente para el cubano de a pie?
Por Iván García Quintero
Por Juan Gonzalez Febles
11 de Julio de 2013
Cuba actualidad, Lawton, La Habana, (PD) Lo más significativo y de alguna manera, lo más positivo de la actualidad cubana son los intentos de la cúpula raulista por reciclarse.
Se recicla lo obsoleto o los desperdicios, si se trata de que el régimen militar cubano opta por reciclarse y mutar para sobrevivir, el acto en un nivel lleva implícito el reconocimiento de su obsolescencia y en otro, el reconocimiento de la irreversibilidad del fracaso que viene.
Esta podría ser la versión triunfalista de la actualidad, pero se impone un enfoque realista y la otra versión señala que vienen nuevos retos y estos deberán ser abordados frente a los obstáculos de siempre. El principal entre estos obstáculos es que la oposición interna cubana sigue condicionada a las decisiones de un grupo de desconocidos, amparados desde las mejores posiciones en los Estados Unidos y protegidos por la ley y el estado de derecho que rigen a esa gran nación. Esto no podría ser peor a que hubiera alguna agenda compartida entre estos desconocidos y el régimen militar cubano o que esta agenda se lleve adelante con dinero del contribuyente norteamericano, esperemos que no.
Nuestra gente en la última gira "Urbi et Orbi", salió al exterior por la voluntad, gestión y empeño de estas personas que decidieron quienes serían invitados y quiénes no. Así, ordenaron las agendas o la falta de agendas de los viajeros, para de paso establecer una menguada, ridícula y condicionada agenda exterior, para la oposición democrática interna cubana.
Ahora, se trata de instaurar una nueva modalidad muy difícil de conciliar en la Cuba del presente. Hablo de un espacio marcado no ya por la miseria que se instaló, sino por el del más patético desvalimiento ciudadano. En momentos en que el general presidente y heredero parece haber comprendido que las relaciones clientelares con Venezuela están camino a desaparecer. Del cercano fin del apoyo y los recursos de todo tipo recibidos, a partir de la ineptitud del presidente que designó para ese país, entonces y solo entonces los desconocidos de siempre se proponen destruir los proyectos independientes existentes, privándolos de financiamiento externo en virtud de quiméricos e impracticables proyectos de autofinanciamiento, solo posibles en el marco estrecho, arbitrario o interesado de sus agendas.
En el terreno del periodismo, digamos que bajo la regla de una dictadura militar totalitaria de izquierda y en ausencia de una economía libre de mercado, la autofinanciación es imposible. Si el periódico oficialista Granma tuviera que auto financiarse, simplemente desaparecería. Aunque los empresarios privados del presente -me niego a adoptar el metalenguaje oficial que designa como cuentapropismo la empresa privada- en la Cuba de hoy, sean ex militares, ex funcionarios, ex deportistas de alto rendimiento y artistas oficiales muy vinculados y dependientes del régimen y por tanto comprometidos a cooperar con este medio de prensa, ni aun así Granma conseguiría sobrevivir.
Las versiones que circulan sobre algún medio independiente que en Cuba sobreviviría con anuncios de "cuentapropistas", obituarios y otras zarandajas de ese corte, son el fruto de la gestión de los "desconocidos" que a fin de cuentas son y han sido los obstáculos de siempre.
¿Cómo alguien puede pensar que sin una economía libre de mercado, sin una clase empresarial con una conciencia ciudadana, en las condiciones de una dictadura militar totalitaria de izquierda, pueda sobrevivir proyecto alguno por medio de autofinanciamiento?
Uno de los puntos de mayor confrontación han sido la visita y las declaraciones hechas por Guillermo Coco Fariñas en los podios internacionales por donde ha paseado. Las críticas –muy justas- le llueven a Fariñas desde distintos ángulos. Aun así, noto con pesar que nadie critica a los creadores del Frankenstein. Nadie se atreve a criticar a los desconocidos de siempre. Los que crearon a Fariñas, pagaron y diseñaron su salida a los podios internacionales e incluso, quizás diseñaron su agenda. La pregunta es, ¿por qué?
En cada caso puntual, el resultado es el mismo. ¿Qué pasa que nadie critica o expone a estos poderosos desconocidos? Se han criticado hasta el cansancio las actuaciones de la multipremiada Yoani Sánchez. Se ha dicho que no hizo esto o esto otro, como debería. Lo que nadie se atreve a cuestionar es a los desconocidos de siempre, a los que hicieron posible el fenómeno.
Los nuevos retos que se avecinan son importantes y esto nadie lo duda. Pero el caso es que siempre habrá un nuevo reto o un nuevo horizonte que conquistar. Lo importante y lo verdaderamente definitorio sería erradicar los obstáculos de siempre. En fin, desenmascarar a los desconocidos que desde hace mucho marcan la pauta negativa en los asuntos cubanos y que prevalecen sobre sus errores, por costosos que estos puedan ser o parecer.
Para Cuba actualidad: j.gonzalez.febles@gmail.com
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