El escritor y poeta cubano Raúl Rivero sobre Siria y las mentiras del usurpador Nicolás Maduro
Hasta el mismo Bashar el Assad, que a estas alturas solo puede creer en la fidelidad de sus esbirros más cercanos, debe de estar asombrado y muy agradecido de la corriente de solidaridad que le llega desde puntos diferentes de la remota América Latina. Allá trabaja a favor de su permanencia en el poder, y para que el mundo pase por alto sus crímenes, un grupo de plañideras que lo consideran un hermano y son implacables con el imperialismo yanqui.
Como el dictador está tan atareado en la organización del exterminio de los rebeldes y de la desamparada población civil, no tendrá la información detallada de tanto afecto lejano y el tiempo no le alcanza para responder los recados de sus camaradas. Mucho menos va a comprender que, en el fondo, sus amigos latinoamericanos utilizan el dramático conflicto de Siria para asuntos propios.
Desde Quito, Caracas, La Habana, La Paz y Managua el apoyo oficial al régimen sirio es una campaña en bloque en contra de Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN, con el vocabulario de siempre y alguna incursión folclórica del presidente boliviano Evo Morales.
Se ratifica la política de los últimos años de lo que fue la rimbombante pandilla del socialismo del siglo XXI. Ellos, guiados por Hugo Chávez, sus discursos de matón de barrio y sus temores ocultos en las mochilas, se aliaron con lo mejor de cada casa, desde Sadam Hussein hasta Muammar el Gadafi, a quien el fallecido dirigente venezolano consideraba una especie de Simón Bolívar de África.
De todos los gobernantes de América Latina que han expresado sus apoyos al compañero sirio, el más apasionado es Nicolás Maduro. El presidente de Venezuela, convencido de que como dijo su padre y predecesor, Bashar el Assad es un gran humanista, se ha lanzado al ruedo con resolución y con una canasta para recoger también su cosecha.
Maduro aseguró que existía un plan original para atacar a Siria y, simultáneamente, matarlo a él y eliminar así "este portento que es Venezuela".
Es una ofensiva imperial y hay que estar alerta, dijo. Así aprovechó el problema de Siria para otro patético llamado a la unidad del chavismo disperso, para pasarle la mano a los militares ariscos, desviar la atención de la crisis económica y evocar al fantasma de Hugo Chávez que debe protegerlo "del mal y los peligros".
Este artículo apareció en El Mundo. Se reproduce con autorización del autor.
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