domingo, agosto 04, 2013

Espías en pañales. Bertrand de la Grange sobre los casos de Edward Snowden y Bradley Manning



Espías en pañales

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¿Cualquiera puede pertenecer a la inteligencia militar en EEUU? Pues parece que sí, y ahí están las consecuencias: Edward Snowden y Bradley Manning.
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Por Bertrand de la Grange
Madrid
 4 Ago 2013


Al margen del debate sobre las motivaciones de Edward Snowden y Bradley Manning, los dos analistas de inteligencia que han traicionado la confianza del gobierno estadounidense, falta una aclaración sobre la política de contratación de los servicios secretos de la primera potencia del planeta. ¿A quién se le ocurrió fichar a dos pipiolos inmaduros y emocionalmente inestables para desempeñar unas funciones tan sensibles?

El soldado Manning tenía apenas 22 años cuando fue arrestado en Bagdad, en 2010, bajo la acusación de haber filtrado cerca de 700.000 documentos militares y diplomáticos clasificados al fundador de Wikileaks, el australiano Julian Assange. Ante el tribunal que lo juzga actualmente, el joven militar explicó que tomó esa decisión porque quería denunciar "los abusos de la guerra" y "el desprecio por la vida" en Irak y en Afganistán. Dijo también que estaba "deprimido" a raíz del trato que recibía en el ejército por su homosexualidad.

Se entienden las frustraciones y las angustias de Manning, si bien la deslealtad hacia su país solo le podía acarrear más problemas, como en efecto ocurrió. Hubiera podido denunciar ante el Congreso o un tribunal de EEUU los abusos del ejército estadounidense, reflejados con toda crudeza en un video entregado a Wikileaks, donde se ve a soldados disparando desde un helicóptero Apache contra población civil en Irak. "Sentí que había hecho algo que me permitiría tener la conciencia limpia", declaró Manning. Pero escogió la peor vía para desquitarse.

En cambio, se entiende mucho menos que un veinteañero inexperimentado y frágil tuviera acceso en su ordenador a un gigantesco archivo confidencial del ejército y del Departamento de Estado.

(Edward Snowden y  Bradley Manning)

¿Cualquiera puede pertenecer a la inteligencia militar en EEUU? Pues parece que sí, y ahí están las consecuencias. Sin embargo, nadie habla de la responsabilidad de los que reclutaron a Manning. Son tan culpables como él, sino más. Es como si un hospital nombrara jefe de su departamento de cirugía cardiovascular a un recién diplomado en medicina, sin experiencia alguna. En caso de mala práctica en el transcurso de una operación, la administración sería tan responsable como el propio galeno.

Lo mismo ocurre con el informático Edward Snowden, el otro niñato que traicionó a la CIA y acaba de obtener el asilo temporal en Rusia. El exanalista de los servicios secretos de EEUU no había cumplido los 30 años cuando entregó a la prensa —el diario británico The Guardian y The Washington Post— una pila de documentos secretos de la National Security Agency (NSA), la mayor agencia de inteligencia del mundo. Después de su paso por la CIA, Snowden había sido fichado por Booz Allen Hamilton (BAH), una empresa privada que trabaja para la NSA.

Después de una serie de fracasos escolares y un breve paso por el Ejército —un accidente le impidió cumplir con su objetivo de participar a la guerra de Irak—, Snowden empezó su carrera en la NSA como un simple vigilante. Poco después, en 2006, lo contrata la CIA, que lo manda al año siguiente a Ginebra para encargarse, bajo cobertura diplomática, de la seguridad de la red informática de la agencia en la ciudad suiza. En 2009, empieza a trabajar con la subcontratista privada de la NSA, que lo traslada a una base militar estadounidense en Japón. No le gustó ninguna de esas misiones, contó a The Guardian, que recogió sus confesiones a finales de mayo cuando huyó a Hong-Kong, su primera escala antes de quedarse entrampado durante 40 días en la zona de tránsito del aeropuerto internacional de Moscú.

Aunque tengan un perfil muy diferente, Snowden y Manning comparten varios rasgos, sobre todo la inestabilidad emocional y una cierta dosis de mesianismo, como si tuvieran la misión de salvar la humanidad y la democracia. Snowden denuncia el espionaje masivo de la NSA, que ha desarrollado un entramado que le permite vigilar internet y las conversaciones telefónicas a escala planetaria. "Sentado desde mi escritorio podía grabar a cualquier persona, a ti o tu contador, a un juez federal o incluso al presidente, si tenía un correo personal", se jacta en su conversación con el periódico británico.

Sin embargo, los dos programas de la NSA, Prism y XKeyscore, no son tan eficaces como lo cuentan Snowden y la mayoría de los medios, según varios expertos citados en la prensa estadounidense. Los datos técnicos filtrados a The Guardian son obsoletos. Son de 2008, y cinco años es mucho tiempo en el mundo informático, que progresa muy rápidamente. Entonces, ¿por qué insiste tanto Washington para que Moscú le entregue al informático indiscreto?

Quizá no sea tanto por la amenaza que representan el exanalista de inteligencia y su reserva de documentos aún no divulgados, como una estrategia preventiva para disuadir a potenciales imitadores. No vaya a surgir otro Snowden con datos más frescos.