Dios en la portería
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Lo que vende ahora en América Latina, una región con más demagogos que esperanzas, es Dios, el fútbol y los personajes de la television.
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Por Raúl Rivero
Madrid
17 Ago 2013
Los populistas en América Latina no tienen fronteras. Tienen pasión por el poder. Para ejercerlo con sus vanidades sin una quemadura y el barullo de sus ideologías ya no se conforman con cargar niños pobres, abrazar a unos trabajadores o saludar de lejos a los limosneros. Lo que vende ahora en aquella región con más demagogos que esperanzas es Dios, el fútbol, los personajes de la televisión y la derrota de la corbata.
El empeño por ganar un voto, seducir y engañar es más poderoso que las ideas y está por encima de la inclinación política de los personajes. Cristina Fernández de Kirchner fue a Brasil con un fotógrafo entrenado para que la retratara, junto a su delfín, en una conversación de amigos con el Papa Francisco. Luego, durante la campaña para los comicios que acaba de perder estrepitosamente, los cristinistas tapizaron Buenos Aires con la imagen de los tres cristianos.
Para las elecciones de alcaldes y concejales que se realizarán en Venezuela en diciembre, Nicolás Maduro ha designado como candidatos a un grupo de figuras de la televisión. Entre ellos nombró a un actor de culebrones llamado Winston Vallenilla y a un cantante popular conocido como El Potro. El presidente venezolano dijo a la prensa que con esa decisión se suma a los ciudadanos que defienden el derecho de los artistas "a regir los destinos de la patria".
La alegre y fervorosa izquierda sudamericana no está sola en esa contienda. En Paraguay, el flamante presidente Horacio Cartes, un millonario que apareció como un ciclón, ha llegado para enseñar las cualidades del populista de derecha.
Liberados del obispo Fernando Lugo, un cantamañanas zurdo en la línea de Hugo Chávez y el castrismo, los paraguayos tienen que confiar en que Cartes, como ha dicho, le dé un nuevo rumbo a ese país. El hombre, además de un empresario poderoso, es el presidente del club de fútbol Libertad y ha comparado su consejo de ministros con una selección nacional de ese deporte.
A Cartes le gusta usar ese lenguaje, evoca con frecuencia a Dios y a la Virgen y quiere que se le tenga por un individuo espontáneo, informal, casi como un descamisado. Por ser rico, donará su salario para asuntos sociales, como lo dona José Mujica, el uruguayo, por ser pobre.
Por allá nadie corre los riesgos del equilibrio.
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Este artículo apareció en El Mundo. Se reproduce con autorización del autor.
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