La disidencia merecida
Por Zoé Valdés
París
2013-09-19
Existen países donde el mero hecho de pensar diferente, de opinar distinto, aspirando a la libertad de expresión y a la libertad tout court, convierte rápidamente en disidente a la persona que brinda sus puntos de vista, y de ahí al encarcelamiento por alta peligrosidad frente a la patria (esa palabra tan barriobajera en boca de los comunistas) va un tramo muy corto. Por supuesto la persona en cuestión podría ser acusada de aliada de un país enemigo al suyo, de traidora al pueblo, y al final, invariablemente de delincuente o criminal, con lo que ya se pierde el honroso apelativo de disidente para llenar las filas anónimas de presos políticos devenidos por obra y gracia de la varita mágica totalitaria en presos comunes, sin derecho a la justicia como dicho sea de paso también los presos comunes tendrían, a un tribunal imparcial, a abogados que no pertenezcan a la cohorte de delatores y colaboradores de la opresión. Uno de esos países es Cuba, mi país. Y hablo con conocimiento de causa porque mi padre fue uno de esos presos políticos, varado en la arbitrariedad de un régimen que jamás reconoció su causa mediante un proceso jurídico, y al que mantuvo durante cinco años encarcelado tras las rejas castristas por el simple hecho de pensar y actuar diferente a la manada de zombis.
En la Cuba de hoy, con esos cambios tan promulgados en el mundo por los agentes castristas diseminados a nivel internacional en la prensa, editoriales, y mundo artístico en general, ha surgido un nuevo tipo de disidente, al que yo llamo bichidisidente. No es más que el oportunista devenido disidente, que recibe dinerito extra, por defender el levantamiento del embargo norteamericano, la libertad de los Cuatro espías terroristas en Estados Unidos, y unas cuantas sandeces más de sumo interés para el régimen. Se extrañarán entonces que un disidente no tenga más que de disidente el nombre, pero es que cuando las monedas suenan hasta el mono baila.
El tan cacareado embargo norteamericano, que por cierto, tan bien funcionó en la Sudáfrica del Apartheid (en Cuba también existe un Apartheid racial y anticubano), en Birmania, y hasta en Viet-Nam, resulta una medida adoptada en contra de aquellos países que violan los derechos humanos, Cuba los viola desde hace más de medio siglo manteniendo a dos tiranos en el poder: Castro I y Castro II, su hermano. Sólo comparado con la Corea del Norte en este tipo de sucesión dinástico-comunista. De modo que resulta difícil de entender que una parte de la disidencia, esa disidencia light inventada por el raulismo (de Raúl Castro II) para opacar a la auténtica disidencia, tenga el descaro de no disentir y de, más bien, avalar el poder absoluto y totalitario de la tiranía.
En cuanto a los Cuatro espías (no son Cinco porque liberaron a uno que ya vive en Cuba, por cierto), es harto sabido que se trataba de un grupo llamado Red Avispa que habría tenido todo el derecho de espiar en Estados Unidos si se hubieran declarado formalmente como espías, cosa que no hicieron y que una vez cumplidas las formalidades es legal en ese país. Para colmo, la vida de cuatro jóvenes cubanos de Hermanos al Rescate fue truncada por el crimen cometido por estos Cinco espías terroristas cuando consiguieron el derrumbe de cuatro avionetas donde estos jóvenes iban con la intención de salvar la vida de balseros cubanos perdidos en el medio del mar; sin contar la cantidad de delitos cometidos en su calidad de espías en tierras "enemigas" para ellos y la dictadura que los monitoreaba, de lo que jamás se han arrepentido.
Vuelvo al tema, la disidencia hay que merecerla, hay que disentir de manera honesta, arriesgarse por ello. Los riesgos son incalculables, dentro como fuera. No es más peligroso ser disidente dentro de Cuba que en el exilio, son dos formas muy parecidas de serlo, reitero: sólo hay que ser honesto. Pero en el circo y al son de las monedas, repito, hasta el mono baila. Sobre todo dentro de la isla, en que algunos disidentes son remunerados para serlo y no por serlo; mientras que en el exilio se puede perder un contrato con una editorial, o con una disquera, o con una galería, si eres un escritor, un músico, o un pintor cubano exiliado, que disiente del castrismo, pero además de toda la partida de verracos colaboradores del castrismo que todavía pululan por el mundo. Al perder esos contratos no sólo se reduce y destruyen las entradas económicas de un artista, además se le desmoraliza, bloqueando sus opiniones y opacándolo.
La disidencia debe ser merecida, ¿cómo? Pues se trabaja para ello durante largos años, a veces sin ver ningún fruto, y con una sola intención y meta: la verdad, la libertad, la democracia.
De otro lado para una gran cantidad de cubanos hoy en día todavía ser considerado un disidente es ser visto como un apestado. El régimen así lo ha impuesto, es archiconocido y hasta se podría comprender. Pero lo que no se entiende es que en países europeos se mancille la bandera cubana al ondear con la hoz y el martillo, cuando esa bandera sólo lleva una estrella solitaria, o se sustituya a José Martí, el gran poeta y revolucionario cubano por el Che Guevara, el argentino que mayor cantidad de cubanos ha asesinado, al que los cubanos honestos llaman, y no sin razón: "El carnicero de La Cabaña".
La Cabaña: una prisión enclavada en un antiguo castillo de la época colonial, donde ejecutaron a tantos hombres y mujeres, a tantos valientes cubanos entre el año 1959 y los años 60, donde fue encarcelado mi padre y el escritor Reinaldo Arenas, un verdadero disidente desde el punto de vista político y sexual, que en Cuba es casi lo mismo, a pesar de la oportunista de Mariela Castro III. En la actualidad, en La Cabaña, se celebra bianualmente, la Feria del Libro de La Habana; en esas paredes todavía húmedas de sangre los editores extranjeros colocan los libros que les ordena el régimen. Ninguno, por supuesto, firmado por un disidente, y mucho menos de un escritor exiliado. La maniobra es honesta en aras de la lectura, ¿qué lectura, la programada por los censores? Por supuesto que no.
Muchos disidentes han muerto en el mundo por su condición loable de serlo. Uno de ellos precisamente fue Reinaldo Arenas. En su carta de despedida antes de suicidarse acusó directamente a Fidel Castro de su muerte. Ya ven, hay que ser todo un hombre como Arenas, para admitir con un gesto tan inmenso, sumamente entregado a la causa de su vida, de la libertad y de la vida, y de su obra, que se muere por la verdad que todos merecemos.
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