Nota del Bloguista
El video se oye muy bajito, pero con esfuerzo se puede oir.
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Los cambios en Cuba, a debate entre Ninoska Pérez, Oscar Peña, Rafael Peñalver y Roberto Rodríguez Tejera
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EL OPORTUNISTA JOE GARCÍA.
Por Alfredo M. Cepero
(Fragmento)
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Regresando al tema del San Carlos, citando conversaciones con el Departamento de Estado, García dijo que permitir la visita de los diplomáticos castristas a Cayo Hueso conllevaría a una “reciprocidad” por la cual se les permitiría a los diplomáticos de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana que viajaran más por Cuba, donde podrían ayudar a disidentes oprimidos por el régimen de Castro. Y en un despliegue de su característico sarcasmo agregó:
“Estoy dispuesto a apostar que nadie se convertirá en comunista en Cayo Hueso. Pero sí creo que los disidentes en Cuba necesitan ayuda”. Después de estas palabras me cuesta trabajo atribuir motivos altruistas a cualquier acción iniciada por este agitador de opereta.
Ahora bien, la profundidad de la herida en el asunto del San Carlos fue descrita con diáfana claridad por el hombre que dedicó tiempo, tesoro y esfuerzo para salvar a la venerable institución del deterioro y el olvido. Un día antes de la ceremonia celebrativa de la restauración me encontraba yo en Cayo Hueso y pude ver al abogado cubanoamericano Rafael Peñalver barriendo escoba en mano los pisos de aquel pedazo de Cuba Libre.
Confrontando la ignominia de García, Peñalver ha dicho ahora que el San Carlos es “tierra sagrada para el pueblo cubano, sus ideales representan todo lo que el régimen opone”. Acto seguido acentuó la importancia histórica del lugar cuando señaló que el padre de la independencia cubana, José Martí, pronunció un discurso de hermandad y amor desde ese balcón el 3 de enero de 1892.
Desde una perspectiva patriótica, la propuesta de este individuo, que reniega de sus raíces cubanas, no es sólo un insulto a José Martí sino a todos aquellos mártires que han ofrendado sus vidas por la libertad de Cuba en este medio siglo de tiranía castrista. Quienes olvidemos el sacrificio y la inmolación de millares de patriotas cuya lista se extiende desde Plinio Prieto hasta Orlando Zapata y desde Virgilio Campanería hasta Oswaldo Payá no tenemos derechos a llamarnos cubanos.
La dimensión del insulto demanda, por lo tanto, una respuesta contundente. Quienes estamos en la posición y tenemos la oportunidad de honrar la memoria de esos mártires y reivindicar el honor de nuestra patria tenemos la obligación de actuar sin pérdida de tiempo. Tenemos que asegurarnos de que este farsante sea despojado de su escaño de privilegios en la Cámara de Representantes. Para ello, tenemos que postular y apoyar a un candidato con la capacidad y los recursos para derrotarlo en las elecciones parciales del 2014. Si no lo hacemos, todo se quedará en palabras como, para bochorno nuestro, pasa con tanta frecuencia entre nosotros los cubanos. Y lo peor de todo es que seremos nosotros quienes perderemos el derecho a llamarnos defensores de la libertad de Cuba.
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