domingo, abril 20, 2014

Raúl Rivero: La izquierda familiar en ciertos dirigentes de América Latina


La izquierda familiar

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Hay una tendencia en ciertos dirigentes de América Latina a quedarse en los palacios de gobierno aunque sea de marido acompañante.
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Por Raúl Rivero

Hay una tendencia en ciertos dirigentes de América Latina a quedarse en los palacios de gobierno aunque sea de marido acompañante y prolongar así lo que debe ser el deleite del poder y el espejismo de la eternidad. Esa nueva obsesión política puede ser el reflejo de una fidelidad en vena por la monarquía y, al mismo tiempo, una necesidad patológica de imitar a dos dinastías que marcaron y marcan los récords de permanencia en las poltronas de mando en esa parte del mundo: los Somoza en Nicaragua y los Castro en Cuba.

Se conocen fenómenos exitosos y relevantes distinguidos por su atroz persistencia como el del matrimonio Kirchner-Fernández, en Argentina. Otros han pasado por los titulares de prensa en los periodos agitados y urgentes de golpes de Estado y campañas electorales y allí se han quedado exhaustos y fuera de combate. Es el caso del expresidente hondureño Manuel Zelaya y su esposa Xiomara Castro Sarmiento.

En Nicaragua, un bastión de la perpetuidad donde los Somoza gobernaron desde 1934 hasta 1979, el presidente Daniel Ortega, que ha pasado 12 años al mando del país, es considerado y amable con su pareja, la señora Rosario Murillo, y comparte con ella la emoción de debatir en la mesa del desayuno los asuntos más importantes de la nación.

Los peruanos viven una situación semejante. Nadine Heredia tiene una participación importante en diversos asuntos del gobierno de su esposo Ollanta Humala, según observadores políticos y representantes de la oposición. Sin llegar a los planos de Ortega y Murillo, hay una opinión generalizada de que el Perú también está bajo los arrullos de una pareja de enamorados.

Esta semana, el uruguayo José Mujica, conocido como el presidente más pobre del mundo, se inscribió en la lista de aspirantes a quedarse con un pedazo de su humilde mandato. Propuso a su esposa, la senadora Lucía Topolanski, como candidata a la vicepresidencia en los comicios que se celebrarán en octubre de este año.

Reconocido por su desapego a los lujos y privilegios de su cargo público, Pepe Mujica quiere, sin embargo, que su compañera de luchas en la guerrilla urbana y las cárceles de la dictadura militar, se quede en Montevideo, en el Palacio de Gobierno.

La fortuna y el poder no tienen que ver siempre con un lingote de oro, un yate, un avión privado y una limusina.

Es enternecedor ver cómo aquella izquierda combina el amor y la política.

Tomado de Este artículo apareció en El Mundo. Se reproduce con autorización del autor