miércoles, mayo 14, 2014

Esteban Fernández: EL ENJAMBRE DE ANTENAS

EL ENJAMBRE DE ANTENAS

 Por  Esteban Fernández
14 de Mayo de 2014


Una tarde inolvidable voy caminado por la calle  Trujillo y distraídamente miro para la vidriera de una tienda de efectos eléctricos y veo algo increíble: una especie de radio grande con una pantalla y dentro de ella la silueta de un hombre hablando. Quedé estupefacto mientras  al frente del cristal se iban abarrotando los parroquianos.

Y de ahí en lo adelante, poco a poco, la gente fue comprando aquellos aparatos que rápidamente me enteré que les decían “televisores”. Creí, y todavía creo, que era el mejor invento del mundo. Estaban llegando a Cuba antes que a la mayoría de los países del mundo.

En mi barrio todavía no había ningún televisor entonces el primer paso fue averiguar quiénes dentro de la nutrida familia de mi madre ya habían adquirido uno. El segundo fue convencer a mi mamá de caerle encima a la parentela que ya gozaba de ese privilegio -todas las noches- para participar de ese increíble descubrimiento que nos traía la vida moderna.

Después de varios días ella nos dijo triunfante: “Mis primos los Taracido compraron una de esas cosas y vamos para allá esta misma semana”… En pocas palabras “le cayó carcoma a los Taracido”, no por mi madre que era muy recatada  sino porque mi hermano y yo éramos  tremendos malcriados. Recuerdo que el primer programa que vimos fue La Familia Pilón.

Así estuvimos “visitando” esa generosa casa por varias semanas hasta que una tarde cuando ya estábamos listos para irnos para el hogar de los Taracido mi madre dijo: “No, mi prima Pepa Carabeo compró uno de esos artefactos milagrosos y vamos para allá de ahora en lo adelante”… Y recuerdo que con pena dijo: “Vamos a darles un descanso a tus primos Manolito y Carlitos Taracido, supongo que estén cansados de tener que ver la televisión sentados en el suelo”.

Y de ahí “levantamos el campamento” y nos fuimos diariamente para la casa de Pepa. Menos mal que el esposo de Pepa llamado Joaquín Ortega le encantaba y se reía mucho cuando mi hermano Carlos Enrique no sabía pronunciar “Cabaret Regalías” y decía: “Hoy  vamos a ver el Cabarecabaría”…

Pero un día glorioso, exactamente a las 12 de la mañana, llegó a mi casa mi padre con un pequeño televisor debajo del brazo. Les juro que eso fue mucho más grandioso que aquel 6 de Enero en que recibí mi bicicleta Niágara.

Mi hermano y yo ¡y hasta mi madre”! dábamos brincos de la alegría. Pero la contentura duró muy poco porque entonces a los que nos cayó “la carga de los 600″ fue a nosotros.

Se acabó la tranquilidad familiar, la casa llena de gente desde las 6 de la tarde a las once de la noche, hasta la ventana estaba atestada de vecinos. Y mi pobre madre sirviéndoles de criada y trayéndoles vasos de agua a más de 20  personas. Hasta broncas se formaron en la sala cuando la gente quería ver diferentes programas. Y yo -porque se había roto el botón-  tenía que cambiar los canales con un alicate. Es decir que yo era una especie de “control remoto ambulante” hasta que llegó un primo mío llamado Justo Quintero y arregló el problema.

Gracias a Dios llegó el momento en que al bajar de la Loma de Candela en la Ruta 33 podíamos ver que el Valle de Güines parecía un verdadero enjambre de cientos y cientos de antenas y en mi hogar se gozó de privacidad para ver desde  La Taberna de Pedro hasta el Álbum Phillips sin desdorar a Jueves de Partagás.
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La taberna de Pedro con Jesus Alvariño, Juan Carlos Romero, Salboyedo, Agustin Campos
La Taberna de Pedro 1



La Taberna de Pedro 2

La Taberna de Pedro 3

1 Comments:

At 3:36 p. m., Anonymous ESTEBAN FERNANDEZ said...

Gracias mi buen amigo, me alegró mucho que añadiste esos inolvidables programas de La Taberna de Pedro a mi escrito, un abrazo Estebita

 

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