¡HAY QUE SEGUIR MACHACANDO!
Por Esteban Fernandez
Dedicado a mi amigo Leonardo Fandiño
Sí, hay que seguir martillando y echándole con el rayo a los que hace casi 56 años usurpan el poder en nuestra tierra cubana. Se puede perder todo, se puede disipar la esperanza en la liberación de Cuba, se puede estropear la salud, se pueden desvanecer los deseos de regresar a la Isla, podemos estar decepcionados de la mayoría de los cubanos de allá y los de aquí, pero lo único que no podemos permitir es que cesen nuestras críticas a los genocidas de la nación cubana.
La frustración no puede ser motivo para no atacar a los culpables de la destrucción de Cuba ni a los causantes de la gran división familiar, ni a los que nos quitaron la libertad, ni a los que nos obligaron a abandonar a la patria, ni a los que han asesinado y encarcelado a lo mejor de la nación y haber convertido en miserable a nuestra otrora próspera tierra.
Permitido está que alguien a voz en cuello diga que: “No le interesa volver más nunca allá”. Aceptable no creer en la posibilidad de hacerle la guerra a los Castro. Lo inaceptable es no insistir en llamarles a esos Castro y a toda la pandilla que lo sigue: “Desmadrados, malvados, degenerados, genocidas, ladrones y diabólicos” y cuantos epítetos despreciativos existen.
Hay que escribirle a todos los periódicos del mundo en las secciones de opiniones y cartas al editor, insistir en dar nuestras opiniones negativas sobre el castrismo y responderles a todos los fidelistas que
están infiltrados en cuanta publicación se edita y en todos los blogs de la Internet.
Todos los días me encuentro con alguien que me dice que: “Ya no creo en los cubanos, que no hay posibilidad de triunfo, que ya soy americano, que no quiero saber nada de Cuba, que aquello está perdido” y al que así se exprese no tiene problema conmigo. Pero que no me digan que no están dispuestos a donde quiera que se paren barrer el piso con Fidel y Raúl Castro y con todos los fidelistas y comunistas en Cuba y en el mundo entero. Porque eso no se lo permito a nadie que quiera yo lo considere ser mi amigo.
Y eso hay que hacerlo hasta el último día de nuestras vidas, aunque mueran ambos asesinos, hay que seguir destrozándolos verbalmente hasta después de haber sido enterrados -boca abajo- cien pies bajo tierra, aunque pasen 56 años más. Eso es lo menos que puede hacer un cubano con dignidad y coraje. Con esa gente no hay perdón ni olvido por los siglos de los siglo.
La falta de fe es una prerrogativa humana y cubana pero la falta de ataques a los enemigos es una traición a los motivos que nos llevaron a donde estamos. La vejez dificulta las acciones guerreras, pero mientras tengamos lengua para atacar hay que hacerlo.
Y ni eso es una excusa porque tengo un íntimo amigo, vice presidente de la Junta Patriótica en California, llamado Leonardo Fandiño(foto) que ha estado enfermo de cuidado y hace unos días en una reunión en su casa, después de abrazarme, lo vi escribir en una pequeña pizarrita: “¡Mientras esté vivo yo sigo en esta lucha!”
Y ese es precisamente el ejemplo a seguir. Ni dentro de un hospital, ni agotados, ni viejos, ni desilucionados, podemos dejar de defecarnos en los hermanos Castro y en todos los mal nacidos a su alrededor.
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