¿Vencerán los Castro a Washington?
Por Roberto Álvarez Quiñones
Los Ángeles
14 Oct 2014
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Además del levantamiento del embargo, se exige a Obama que asista, junto a Raúl Castro, a la Cumbre de las Américas.
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A juzgar por el diario The New York Times –que en 1957 "inventó" a Fidel Castro cuando publicó el reportaje de Herbert Matthews en la Sierra Maestra— EEUU debe levantar el embargo contra Cuba y el presidente Barack Obama debe sentarse junto a Raúl Castro en la próxima Cumbre de las Américas, a celebrarse en Panamá en abril próximo.
El reciente editorial de ese diario neoyorquino sobre las relaciones Cuba-EEUU tiene las trazas de una maniobra de tufo comercial, económico, y también político, impulsada por un creciente lobby empresarial estadounidense que cuenta con respaldo mediático y un fuerte apoyo de sectores ubicados en la izquierda ("liberal") del espectro político estadounidense, e incluye a un segmento de la comunidad cubana integrado mayormente por empresarios cubanoamericanos y la nueva oleada de quienes se declaran a sí mismos como inmigrantes económicos y no políticos.
A esta campaña le importa un bledo la suerte del pueblo cubano, los valores democráticos universalmente reconocidos y las libertades básicas del hombre moderno, derechos todos asfixiados en la Isla desde hace más de medio siglo.
Resulta muy irónico que entre las libertades inexistentes en Cuba se halla la de crear capital y hacer negocios (los timbiriches por ley no pueden crecer), de manera que, de levantarse el embargo, los cubanos no podrían relacionarse con las compañías o los bancos estadounidenses, cosa que solo podría hacer el Estado comunista y la mafia militar que controla la economía isleña, que podría enriquecerse exponencialmente.
El presidente Obama sí podría reanudar relaciones diplomáticas con Cuba y hacer otras cosas para favorecer a los Castro, pero el embargo solo puede ser derogado por el Congreso. Y eso no se vislumbra a corto plazo, a menos que el Partido Republicano pierda la mayoría en la Cámara de Representantes o que congresistas que apoyan el embargo cambien de opinión, algo que por ahora no parece muy probable.
Lo que no puede descartarse es que en abril próximo Obama se siente a la misma mesa que el único dictador del continente. Claro, antes el gobierno de Canadá tiene que sumar su aprobación a la de Washington. Para ir a Panamá, Obama tendría que borrar a Cuba de la lista de países que apoyan el terrorismo internacional. No sería coherente que el jefe de la Casa Blanca compartiese la mesa con un gobernante salpicado de terrorismo. Pero Obama tal vez podría pasarle por encima a ese "detalle" e ir a Panamá.
De producirse un eventual compadreo Habana-Washington ello significaría la ejecución sumaria, con funerales incluidos, de las Cumbres Panamericanas y la causa de fortalecer la democracia y el respeto a los derechos humanos en el continente.
Hay que recordar que concluida la Guerra Fría, la convocatoria en 1994 del presidente Bill Clinton de constituir una especie de Club Democrático de las Américas, con reuniones periódicas de los jefes de Estado, tuvo el propósito de establecer un Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA), y de paso aislar a la única tiranía continental para presionarla y estimular cambios hacia la democratización de Cuba.
Con la eclosión de gobiernos populistas de izquierda de fuerte vocación proteccionista y antiestadounidense, y sobre todo con la llegada al poder de Hugo Chávez en 1998 y la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA) y de Petrocaribe, falleció aquel proyecto —realmente demasiado optimista— de Clinton de establecer un mercado común interamericano.
Washington, no obstante, insistió en el único propósito que quedó en pie, el de celebrar reuniones hemisféricas para examinar la salud de la democracia en el continente y señalar a la dictadura castrista como la oveja negra latinoamericana. ¿Y qué ocurrió? Resulta que quien está aislado hoy no es el régimen de La Habana, sino EEUU. La más antigua democracia del mundo está tan aislada por la izquierda populista de América Latina que de hecho ha sido acorralada.
Cuba, más influyente que EEUU
Aunque parezca absurdo, actualmente los Castro tienen más influencia y mayor poder de convocatoria en la región que el Gobierno estadounidense. Ello explica por qué el dictador Raúl Castro ha sido invitado a Panamá. Obama tiene ahora dos opciones: o no asiste a la conferencia y firma el acta de defunción de estos cónclaves continentales, o acepta ir a la cita y ya declara a EEUU oficialmente derrotado en su largo diferendo con la Cuba comunista.
Es una tontería mayúscula lo que dijo el portavoz de la Casa Blanca cuando afirmó que Obama "comprende" que la invitación a Cuba se debe a la voluntad de varios gobiernos "amigos" de EEUU, y que ello podría servir para que el gobierno castrista explique "su visión" de la democracia. ¿Se invitó alguna vez a conferencias panamericanas a Pinochet, los Somoza, Trujillo, o Batista, para que explicasen nada?
Raúl Castro nunca ha sido elegido para nada en toda su vida. Y hoy es dictador por derecho dinástico (establecido en 1959 por Fidel Castro), quien al enfermarse gravemente lo ungió graciosamente como nuevo "presidente" cubano. En Cuba no hay elecciones democráticas desde 1948, es decir, desde hace 66 años. El argumento de sentar al general Castro junto a los mandatarios realmente elegidos (excepto Nicolás Maduro, quien perdió en las urnas y se apropió del poder mediante un fraude cocinado en La Habana) para "contagiarlo" de democracia es de una ingenuidad pueril. Y en la realpolitik no hay espacio para la ingenuidad.
Legitimar la dictadura castrista
La invitación a Cuba tiene realmente el objetivo central de legitimar definitivamente a la dictadura castrista y constituye un desafío sin precedentes de América Latina a EEUU, gracias a la muy evidente falta de liderazgo que padece hoy la única superpotencia mundial bajo la presidencia de Obama.
De participar Cuba se consagraría la "doctrina Insulza", formulada por el actual secretario general de la OEA, el socialista José Miguel Insulza, según la cual si un líder latinoamericano es de izquierda no es necesario que sea elegido en las urnas democráticamente.
Así lo enunció el alto dirigente regional en febrero de 2007 en Lima, cuando afirmó: "La fuente de legitimidad del sistema cubano se llama Fidel Castro". Y remató: "Fidel Castro es un líder carismático que ha marcado medio siglo de la vida hemisférica... y esa personalidad ha terminado por imponer como legítimo dentro del hemisferio o dentro de América Latina un régimen como el que hoy día tiene Cuba".
O sea, que tiranía y democracia son directamente proporcionales: mientras más tiempo logra mantenerse en el poder un dictador, más legitimidad adquiere, si es de izquierda y tiene "carisma".
El castrismo arruinó a uno de los cuatro países más prósperos de la región antes de 1959, y ha empobrecido dramáticamente a la gente. Ha fusilado a miles de opositores políticos y convertido la Isla en una gigantesca cárcel, apalea a los defensores de los derechos humanos, y ha provocado el éxodo hacia el extranjero de casi dos millones de ciudadanos. Ambos dictadores llevan casi 56 años en el poder. Un récord panamericano absoluto.
Una victoria castro-populista en Panamá no contribuiría a mejorar las relaciones de Washington con América Latina como supone The New York Times, sino todo lo contrario. Separaría más aún a la América del Norte de la que otra se extiende del Río Grande a la Patagonia, que ya cuenta con la CELAC y UNASUR, dos exponentes de la estrategia izquierdista de hacer pedazos el sistema interamericano actual para construir otro al margen de EEUU.
Pero lo más dramático y triste de todo es que la capitulación estadounidense sería una grave afrenta al sufrido y cada vez mas solo pueblo de Cuba. Y Fidel y Raúl Castro podrían gritar eufóricos a los cuatro vientos: "Le ganamos la guerra al imperio yanqui".
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