Por Pedro Corzo
21 de noviembre de 2014
C
onsiderando sus propuestas de gobierno, las decisiones tomadas en sus mandato y los resultados de su gestión, es evidente que a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, lo que más le interesa es demostrar que es quien “manda” y que su autoridad es incuestionable.
El autoritarismo de Fernández se corresponde a los tiempos en los que gobernaron Catalina la Grande de Rusia, o las reinas Isabel I y Victoria de Inglaterra, por solo mencionar tres de las mujeres que a través de la historia dieron muestra de una voluntad de mando que si bien se correspondía a los tiempos de las monarquías absolutas o de las autocracias, no se corresponde con el siglo XXI.
Cristina enmarca perfectamente en la estirpe de políticos que usan el sistema democrático para acceder al poder pero cuando lo alcanzan, procuran imponer reglas y condiciones que satisfagan sus intereses y veden los derechos de sus enemigos o adversarios o políticos.
Un ejemplo fueron las tensas relaciones entre los Kirchner y José Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, al extremo que los contactos entre el gobierno y el cardenal fueron muy escasos.
Sin embargo la mandataria ha viajado cuatro veces a Roma a expensas del estado argentino en poco más de un año para entrevistarse con Francisco, el cardenal que la presidenta no quería, pero que adora como Papa, porque los titulares de estos encuentros en la prensa, tanto en el país como en el exterior, siempre son positivos para el visitante.
La forma de gobernar de la viuda de Néstor Kirchner, fundador de la que podría ser una dinastía política si logran enganchar en la noria del poder a Máximo, hijo de ambos, guarda más semejanzas con los regímenes bolivarianos que con el resto de los gobiernos legítimamente electos del hemisferio.
La presencia de Máximo Kirchner en un mitin político en el que destacó la figura de la mandataria y la vigencia de su proyecto de gobierno, deja entrever que el heredero está al acecho y que es muy probable que aspire a alguna posición electa en los próximos comicios que se efectuaran en el país.
Máximo, participa de manera relevante en un movimiento político llamado La Cámpora que es la vanguardia del kirchenerismo organizado, que en alguna medida, según analistas, pretende cubrir el espacio dejado por el grupo subversivo Montonero, pero ajustándose a las formulas políticas de estos tiempos.
El hijo de sus padres también cuenta con la maquinaria electoral de su progenitora, herencia de Néstor, lo que sin dudas aporta numerosos e importantes recursos a una eventual campaña electoral.
Muchos de los dirigentes de la Cámpora ocupan posiciones en el gobierno, en dependencias estatales o son legisladores. La organización ha sido un instrumento útil en las administraciones de los Kirchener e imprescindible para que la dinastía pueda seguir siendo, al menos, un importante elemento en la política argentina.
Son varios los factores, incluido el despotismo, junto a su intención de controlar las instituciones del estado, en particular el Poder Judicial, los que identifican a Cristina Fernández con los gobernantes del Socialismo del Siglo XXI.
Su proyecto de democratizar la justicia tenía como objetivo el control político de los tribunales como ocurre en Venezuela, Ecuador y Nicaragua. Cuba esta fuera de esta lista, en la isla no hay ni sombra de justicia.
La presidenta argentina al igual que sus pares bolivarianos está a favor de fortalecer el estado, limitar las actividades económicas independientes y en particular controlar los medios de comunicación.
Cristina al igual que el desaparecido Hugo Chávez y Rafael Correa son gobernantes mediáticos. Gustan del espectáculo, del circo, para que sus partidarios no se percaten de sus depredaciones.
Recurrir al nacionalismo extremo es una práctica común. Hacer el papel de víctima de conspiraciones externas e internas, es un recurso útil para acentuar el control sobre el país.
El fortalecimiento del estado favorece el crecimiento de la burocracia que se traduce tanto en la dependencia de más ciudadanos de la voluntad de quienes gobiernan, como en la multiplicación de trabas administrativas que dificultan las actividades económicas independientes de los planes gubernamentales.
La corrupción bajo el gobierno de Fernández se ha profundizado. En un reporte del Foro Económico Mundial, Argentina fue situada en la posición 139 de 144 países. Según el informe los aspectos más importantes son: el favoritismo en las decisiones del Gobierno, la ineficiencia del Estado y el despilfarro de los fondos públicos.
Cristina comparte con sus pares bolivarianos la pasión por la notoriedad, la criminalización de la oposición y la decisión de controlar los medios para imponer su “verdad” e impedir las críticas, pero también, y esto es parte del histrionismo compartido, de ser la estrella fulgurante de cada informativo.
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“NO SE TRATA DE UN PROBLEMA POLÍTICO, SON LADRONES”
Por Marcelo López Masia-Blog Libertadores
November 1, 2014
Hace diez años viajé a Santa Cruz por primera vez para averiguar qué había pasado con los desaparecidos mil millones de dólares que la provincia había reunido gracias a las regalías petroleras mal liquidadas, los célebres fondos de Santa Cruz.
Por entonces, el recientemente desaparecido periodista Daniel Gatti, autor de la primera biografía sobre Néstor Kirchner llamada “El amo del feudo”, me dio una visión muy particular sobre el matrimonio que gobernaba desde Río Gallegos.
“No son de derecha, ni de izquierda. No son estatistas, ni privatistas. En esencia, son ladrones”, me contaba.
Desde su punto de vista, era irrelevante buscar el destino de los fondos, ya que él estaba convencido que nunca íbamos a enterarnos qué pasó con semejante masa de dinero.
Desde entonces, traté de entender la psicología de estos dos tipos que a principios de los años 80 ya eran dueños de más de 20 propiedades, pero cuya voracidad, lejos de ir menguando, crecía y crecía a
medida que más bienes y dinero poseían.
Hace una década que escucho a los ingenuos o cómplices políticos de la oposición repetir frases tales como: “Hay que hacerle entender a Cristina” o bien “seguro que la Presidenta se dará cuenta de tal o cuál error”.
En las últimas semanas, comencé a bucear sobre la psicología de los ladrones y encontré a un autor norteamericano, oriundo de Augusta, que dio en la tecla sobre este tipo de psicopatía.
El doctor Hervey Cleckley estableció hace ya más de 70 años cómo se genera este trastorno antisocial de la personalidad y cuáles son las características principales de estos delincuentes.
Concretamente, los ladrones son personas agresivas e irresponsables a las que el citado médico aborda extensamente en su obra “La máscara de la sanidad”.
El autor explica que se trata de personas que ”padecen un egocentrismo patológico e incapacidad para amar al resto”. Este profesional estadounidense señala que el ladrón es“altamente agresivo e impulsivo y carece de sentimientos y de culpa (a veces no por completo), y sería incapaz de crear lazos de afecto duradero con otras personas (…) superficialidad emocional, trato social aparentemente agradable e incapacidad para aprender de la experiencia”.
Alcoyana-alcoyana. Esta suerte de Nostradamus yanquee describió con justeza a CFK ya en el año 1941.
Acting-out. “Se trata de la forma como el individuo internaliza en la acción sus fantasías neuróticas particularmente hostiles. Acting out se refiere a la libre, deliberada y a menudo maliciosa autoindulgencia en el impulso, particularmente en la esfera de la agresión”.
¿Ustedes escucharon algún discurso de Cristina donde no termine chicaneando o insultado a algún partenaire de ocasión?
Para el cierre: “Casi todas sus conductas delictivas tienen una significación mágica: exaltar o restaurar un sentimiento primitivo de omnipotencia. Esto le da al ladrón una visión distorsionada de la realidad.
Así, la hostilidad proyectada, es como un mecanismo de compulsión a la repetición. A pesar de su habilidad para aprender cosas, no obtiene provecho de las lecciones de su propia experiencia. Miente aun cuando no exista una razón lógica para hacerlo.
El delincuente-ladrón busca tener cada vez más poder, el cual le hace sentir que él puede decidir qué es malo y qué es bueno”.
Una perla, tipo post data, para entender la locura de los K por la renta, antes que por el esfuerzo: ”el ladrón parece no recibir satisfacción alguna del trabajo productivo. Lo desprecia”.
Cerramos con Cleckley y volvemos al principio, al amigo Daniel Gatti: ”No se trata de un problema político, son ladrones”.
Quién quiera oír, que oiga. A quién quiera seguir negociando con ellos, que Dios lo ayude!
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