¿Integridad o intolerancia?
Por Juan González Febles
noviembre 6, 2014
Lawton, La Habana, (PD) Una vez más, dispongo de la oportunidad de debatir sobre las nuevas tendencias que alentadas por el gobierno militar proliferan indetenibles en el espectro político cubano e incluso en las –no para todos- playas amargas del exilio.
Se trata de los muy novedosos “agentes del no cambio”, que de acuerdo con lo recién etiquetado por otro entre muchos laboriosos promotores de iniciativas truncas y proyectos frustrados, serían una contrapartida de los políticamente correctos “agentes del cambio”.
La nueva etiqueta puede colgarse por sí sola o puede acompañarse con calificativos de intolerante, ya que en armonía con las nuevas tendencias, quienes no estén a la moda dictada desde algún sitio habanero de accesos restringidos, en lo adelante, podrán ser etiquetados como “intolerantes”.
Como se trata de confundir, engañar y a fin de cuentas, ganar otra batalla, poco a poco una estrategia política bien diseñada por la dictadura servirá entre otros fines para etiquetar a quienes se opongan a ella como intolerantes “agentes del no cambio”.
Entonces, quizás vendría bien antes de continuar, definir ‘Cambio’.
Cambio, por sí solo, no significa necesariamente que sea bueno. Rusia, China y Viet Nam cambiaron. Cada una de ellas pasó de las arcaicas estructuras del socialismo real a novedosas formas de postmoderna esclavitud política. Que la nueva forma de esclavitud y ausencia de derechos haya ciertamente promovido pingues ganancias para una exigua minoría nacional y para poderosos agentes externos del tal cambio, no pienso que haga bueno un cambio que ciertamente tuvo lugar.
Los cenáculos de poder que desde sus espacios de ventaja y privilegios los aceptaron y promovieron, quizás se prestaron un servicio limitado y temporal. Dios quiera no les sorprendan submarinos o algún misil ruso, chino o norcoreano.
Entonces, y sin temor a ser considerado intolerante, afirmo que no es este el cambio que quisiera para Cuba. Legitimar la ingeniería social que ha permitido a un grupo de poder afirmarse en el mismo por más de cinco décadas con recetas totalitarias de probada eficacia en Alemania nazi, Unión Soviética, China, Corea del Norte, etc., no es ser intolerante y muchísimo menos, significa que se esté “atrapado en la vieja forma de pensar”. Se trata de primero aceptar que ninguno de los pueblos reseñados logró escapar con sus medios de la red totalitaria y esto no significa o significará que tal red haya sido o sea del agrado de ninguno de estos pueblos. Conceptos tales como integridad, jamás pasan de moda. Entonces y en estos términos, no se legitima lo ilegitimable.
Leemos y es rigurosamente cierto, que se “debe considerar también al exilio burocratizado, ese que depende de las ayudas federales del gobierno de los Estados Unidos y cuyo cuerpo está a mitad de camino entre los intereses de Cuba y los de su patria de adopción”.
Solo discrepo, porque se trata de otra verdad a medias, y de forma específica, en el punto de que no es ni fue nunca estar a mitad de camino de nada. En realidad, ni les importan los intereses de Cuba ni los de su patria de adopción, porque simplemente no tienen patria y para ellos, el término integridad pasó de moda. Ha quedado demostrado -para todo el que ha querido apreciarlo- que solo les interesa el dinero que hoy logran sacar de las arcas federales de allá y que mañana piensan sacar de la futura factoría totalitaria que promueven por acá. Así de sencillo.
Tanto desacreditan la opción del cambio democrático real, “los que apoyan con toda vehemencia los llamados -y es solo un ejemplo- a un paro nacional, aunque sepan que no existen ni las condiciones objetivas ni de otro tipo para poder realizar tamaña hazaña”, como los que promueven lo peor y enseñan la peor cara de la oposición pacífica interna en el extranjero.
Luego de conocer personalmente a Laura Pollán y al humilde albañil Orlando Zapata Tamayo y de saber del sacrificio de Pedro Luis Boitel y otros de su estirpe, concluyo que mis héroes del panteón post moderno, Lech Waleza y Vaclav Havel, se habrían quedado a medias en sus afanes de haber contado con los “aliados” con que contamos en el presente. Curiosamente, Walesa y Havel, cada uno estuvieron en su momento exitosamente “atrapados en la vieja forma de pensar”.
Sin temor de ser considerado intolerante, me afirmo en que existen principios que no deben ser negociados. También, insisto en que existe la marea roja. Afirmo además que cada descalabro que sufre en Cuba la lucha por el cambio democrático real llega muy bien financiado por el “exilio burocratizado” y formulado por promotores de un cambio fraudulento y favorable al régimen a partir de “nuevas formas de pensar”.
Estos positivos “agentes del cambio”, afirmados en sus nuevas formas de pensar, en ocasiones demandan desde la libertad de los cinco espías convictos en USA hasta el levantamiento incondicional del embargo. En su novísimo argot político, quizás hasta pretendan hacer pasar todo por tolerancia frente a recurrentes desfasados, “atrapados en la vieja forma de pensar”.
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