Por Luis Cino
29 octubre, 2014
Hace unos días, el más oficialista programa televisivo, Mesa Redonda, trató sobre la necesidad de que la prensa oficial cambie, se haga más analítica y crítica, cercana a la vida real de los cubanos.
Ver tanto cantinfleo y cinismo en los que han sido meros voceros y propagandistas del régimen y que ahora tratan de posar como audaces, más que risa, daba lástima.
Todos –especialmente ellos, que son cómplices del sistema para engañar y mostrar lo que no es- sabemos qué es lo que les impide hacer un periodismo de verdad, preocupado por las necesidades e intereses del pueblo. ¿Para qué hablar boberías y darle tantas vueltas al asunto?
¿Acaso no se ha repetido hasta la saciedad que los periodistas son soldados ideológicos de la revolución? Pues entonces que disparen con lo que tengan y que no traten de justificarse.
Lo triste es que en algunos periodistas oficialistas se trasluce el remordimiento por estar obligados a ser parte de la farsa y luego, en sus barrios, en sus casas, tener que dar la cara a sus paisanos. Porque en la calle se habla de temas distintos de los que aparecen reflejados en el Granma y los demás periódicos El país del NTV, con las sobreproducciones, los ancianos bien atendidos y la gente feliz que apoya al sistema a brazo partido, apenas se parece al real, al que habitamos.
¿Aliviará la conciencia tejer galimatías y escudar tanta mentira y verdades a medias tras la responsabilidad social de los comunicadores? ¿Les servirá para justificar la autocensura para no buscarse problemas que se imponen, como si no bastara la impuesta por el Departamento Ideológico del Partido Único?
¡Qué frase más lograda la del comunicador de un periódico del interior del país que aclaró, por si las dudas, que él no es un francotirador, sino “un tirador franco”! ¡Cuán osado debe ser en sus disparos contra pelafustanes y pobres diablos! ¡Me erizo de imaginarlo!
La audacia por la que claman y hasta dónde están dispuestos a llegar –hasta que les autoricen un poquito, solo un poquito más, a conveniencia del régimen- en Juventud Rebelde o en Cuba dice, es a quejarse en voz queda sobre la mala calidad del pan, los baches en las calles, las fosas reventadas, los litigios con las viviendas, el ruido del reguetón a todo volumen en ciertos lugares públicos, los altísimos precios en los agromercados (siempre por culpa de los intermediarios), y si acaso, los abusos con las pensiones de los jubilados y de la Asistencia Social…
¡Como si los periodistas independientes no hubiéramos asumido desde hace muchos años esas críticas y las denuncias de los abusos a los que se ve sometido este pueblo!
Las críticas en la prensa oficial solo llegarán a directores de empresas de poca monta, a jefecillos municipales y a funcionarios de nivel medio, jamás a los ministros y otros pejes gordos. Y siempre a las respuestas de los acusados, que contendrán más pretextos y justificaciones que soluciones, les dedicarán mucho más espacio que a las quejas de los ciudadanos. Y luego, generalmente, no pasa nada.
¿Y qué va a pasar, si la prensa oficial, al silenciar por obligación las tropelías de los corruptos de alto vuelo y sus compinches, los apaña?
Si nadie los denuncia, ¿qué soluciones se pueden esperar de los indolentes, egoístas y corruptos que no pocas veces crean los problemas para llenarse los bolsillos?
Una de las periodistas de Mesa Redonda tuvo la cara de salir en defensa de los ministros, justificar su gestión, entender sus desaciertos y decir que no quisiera estar en el pellejo de uno de ellos! Sí, supongo que para no reventar con tanta carne, langosta y whisky.
Entiendo lo mal que se deben sentir los periodistas oficialistas, atenazados por su instinto de conservación, censurados no solo por el Departamento Ideológico del Partido y los jefes de redacción de sus medios, sino también por cualquier funcionario que les cuelga el teléfono o le tira la puerta en las narices, y hasta por los administradores de las TRD, que cuando se les antoja, no les permiten tomar fotos dentro de sus establecimientos. Y por si fuese poco, deben andar al hilo y no dar lugar a confusiones con los agentes de la PNR, porque es sabido que se ponen muy nerviosos y se les va la mano fácil cuando ven a alguien filmar en la calle lo que no deben.
Desde hace unos años, los periodistas oficialistas son regañados y exhortados a hacer un trabajo mejor y más profesional por el propio general Raúl Castro y el vicepresidente Díaz Canel, pero como no se aclara cuáles son los límites de lo oficialmente permitido, lo que se considera responsable, ni cuál es el momento apropiado para las críticas y la investigación a fondo, siguen en las mismas, hablando y escribiendo jerigonzas y a veces hasta cosas sensatas y verdades, acerca de la necesidad de cambiar la prensa para mejor. Pero no lo hacen. No pueden. Digan lo que digan, no se lo permiten.
¡Patética situación la de los colegas oficialistas!
luicino2012@gmail.com
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