Esteban Fernández: MI COMPADRE JORGE RIOPEDRE
9 de enero de 2015
Cuando la organización JURE me envió a sus campamentos lo primero que hicieron al llegar a Florida fue enviarme a una “casa de seguridad” donde junto a varios jóvenes cubanos, y una muchacha llamada Mirta Borrás, aprenderíamos telegrafía.
Allí de inmediato me hice amigo de Jorge Riopedre, después pasamos a ser hermanos y al final cuando nos despedimos (él se fue para Tampa y yo para Los Ángeles) nos comprometimos mutuamente en que si algún día teníamos hijos los padrinos respectivamente (por poder) seríamos nosotros. Y lo cumplimos.
De nuestra amistad he hablado muy poco por lo siguiente: porque después él fue uno de los primeros cubanos que entró en Radio Martí donde ocupó varios cargos importantes y yo evitaba hablar de nuestras actividades previas y de nuestra solidaridad porque yo soy de las personas de que cuando alguien asume un alto cargo soy muy recatado en mis elogios por temor a parecer guataca, y en segundo lugar porque enseguida que la gente se enteraba que Jorge y yo somos cúmbila inmediatamente me llamaban para que intercediera a favor de ellos para colocarse en Radio Martí. Y por último porque nunca estuve convencido de que nuestra lucha anterior representaba verdaderamente un mérito dentro los predios de la Agencia Federal que regentea Radio Martí.
Pero bueno, ahora Riopedre se acaba de retirar después de 30 años de servicios en Radio Y TV Martí y lo primero que deseo es felicitarlo por la gran labor desarrollada y como creo que mucha gente desconoce la otra etapa de su vida, aunque la mía la conoce hasta el gato, comienzo por decirles que cuando nos conocimos era en la edad de las majaderías, de los estudios, de los bailes, de las fiestas. Y no tuvimos nada de eso. Esos años de pubertad fueron dedicados al anticastrismo de donde salimos vivos de milagro.
Fuera de nuestro círculo los muchachos jóvenes (de todas las nacionalidades incluyendo a los cubanos) estaban asistiendo a clases en las Universidades y Colegios, fiesteando, disfrutando de la época más bonita de la vida, gozando de la juventud.
Y mientras tanto la juventud de Jorgito y Estebita fue dedicada a nuestro desdén contra un tirano que nos arrancó del lado de nuestras familias -la de él en Camagüey y la mía en Güines- y nos condujo al exilio, y eso nos obligó gracias a nuestro idealismo a cancelar todas las actividades juveniles.
Durante todos esos años de la mocedad no vimos un libro, ni un salón de diversiones, ni un recinto escolar, ni inclusive un empleo, ni vimos por dentro a una fábrica ni una oficina.
Todo lo que vimos durante esa fase fueron en primera instancia rifles, sargentos y capitanes del Ejército norteamericano. En lugar de tocar en las puertas de UCLA y de la Universidad Miami, entramos a través de los portones de Fort Jackson con cuatro o cinco mil jóvenes, junto a Hugo Byrne, Santiago Álvarez, Aldo Rosado, Darío Quiroga, Constantino Peña, Carlos Rodríguez, Carlos Fandiño.
Después lo que vimos fue al Capitán Vicente Méndez y les servimos de telegrafistas (foto de la izquierda). Estuvimos juntos en el Barco Venus ¡Cuanto sufrimos atravesando -medio mareados- el terrible Paso de La Mona! No, no fuimos a un solo guateque amenizado por Celia Cruz ni por Gloria Estefan, ni Willy Chirino, lo que estábamos haciendo era comer carne del refugio y como indumentaria solamente tener unas botas, dos pantalones y dos camisas. Si ustedes me pagan para que yo recuerde donde me bañaba (si es que lo hacía) ni donde lavaba mis cuatro trapos no tengo ni la menor idea.
La única verdadera comida que tuve en esos años fue una palomilla con arroz blanco y papas fritas que me pagó un recién conocido de apellido Morales (decía que era familiar cercano de los dueños del Circo Moralitos) que estaba tratando de formar una organización en Miami con los ex soldados de las Unidades Cubanas de Fort Knox y Fort Jackson. Nunca supe si quería captarme para integrarme al grupo o me vio mucha cara de hambre. Jorge Alberto se perdió esa comelata (en La Esquina de Tejas, al lado de las oficinas de Alpha 66) porque se había ido caminando dos millas para llegar a la casa de su hermano Vicente y poder tomar café cubano.
Durante todos esos años de adolescencia yo sólo me enamoré de una jovencita llamada Tita Vera (hermana del famoso “Cojo” Vera de los equipos de infiltración) a la cual vi muy poco porque andaba las 24 horas del día dedicado a mi enemistad contra Castro, en esa etapa no hubo ni un trabajo fijo (al que no me crea puedo enseñarle una carta del Social Security donde demuestra que entre los años 63, 64 y 65 sólo gané 224 dólares) Y Jorge yo creo que ganó menos que eso.
Mientras otros se graduaban de médicos, de abogados, de veterinarios, de maestros, o aprendían algún oficio, nosotros estábamos presos en la Isla Beata junto al Capitán Edel Montiel y varios guajiros anticastristas más. Desde luego, eso no fue óbice para que Jorge -que de santo no tiene un pelo- estuviera enamorando a la sobrina del coronel Montes Arache jefe de los Hombres Ranas de la Base Naval Las Calderas, Santo Domingo.
Nuestras mentes estuvieron encaminadas al servicio de la libertad de nuestro país. Eso es lo único que nos interesaba. Toda la juventud (que era la época en que todos se preparan para el futuro) fue dedicada a nuestra discrepancia total contra un dictador y contra un régimen que acabó con nuestra Patria.
Es más, ya les dije que durante todos esos años de sacrificios jamás fuimos a una obra de teatro, ni a un parque de diversiones, ni a un juego de pelota, ni practicamos un solo deporte. Esos años los pasamos entrenando en las praderas de Fort Jackson y más tarde por las montañas de Puerto Rico o por los pantanos de Florida.
Hasta que un día se apareció mi tío Enrique Fernández Roig en nuestros predios y metió un tremendo escándalo para sacarnos de lo que él interpretaba como “una muerte segura”. Y ahí terminó nuestra odisea. Pero no nos tenga lástima nadie porque estamos muy orgullosos de eso.
1 Comments:
muchas gracias.esteban francisco
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