miércoles, enero 14, 2015

Juan Antonio Blanco: El sonido del silencio



El sonido del silencio

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La abierta represión dictada por Raúl Castro contra una acción artística anuncia que el conflicto autóctono apenas entra en un nuevo capítulo.
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Por Juan Antonio Blanco
Miami
13 Ene 2015

En la Plaza de la Revolución, conocida como Plaza Cívica antes de 1959, una reconocida artista cubana logró una extraordinaria performance el penúltimo día de 2014. Tan exitosa fue la actuación de Tania Bruguera que eclipsó por tres días los optimistas titulares sobre el nuevo rumbo de las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Cuba.

La idea de Bruguera era sencilla: situar al pie del monumento a José Martí un micrófono abierto a cualquier ciudadano que en 60 segundos quisiera expresar cómo vislumbra el futuro tras los acuerdos anunciados apenas dos semanas antes por Obama y Castro.

Lo creativo y revolucionario del concepto era que el micrófono estaría esta vez abierto —por primera vez en 56 años— a todos los ciudadanos que acudiesen a usarlo en medio de la Plaza, y no localizado en una tribuna monopolizada por el Gobierno. También era novedoso que se invitara a soñar colectivamente el futuro, en lugar de escuchar discursos de dirigentes octogenarios. Tampoco era una de las tradicionales acciones de protesta de la oposición política sobre abusos presentes o pasados, sino un espacio libre en el que las personas, comunistas o no, pudiesen intercambiar sus anhelos y visiones sobre el porvenir. De hecho, recobraba la Plaza su nombre original. Era, ante todo, poner una manifestación del arte al servicio del bien común.

Raúl Castro decidió ejercer, a su manera, el rol de actor fundamental de la performance cuando lo prohibió y detuvo a Bruguera después de negarle el permiso para realizar su obra. También dispuso encarcelar a decenas de activistas, periodistas y artistas independientes que la policía sospechaba pudieran haber tenido la intención de acudir a la Plaza respondiendo a la iniciativa de Tania. A la artista se le ha retirado su pasaporte cubano y aguarda conocer si será encausada por su "osadía".

Más de mil firmas —muchas de prestigiosos artistas e instituciones culturales latinoamericanas, estadounidenses y europeas–, han suscrito una carta abierta al gobernante cubano pidiendo civilizadamente que deponga su inopinada hostilidad contra Bruguera. La artista se formó en Cuba y su obra ha apoyado siempre los movimientos de protestas por reivindicaciones sociales de diversas partes del mundo. Tania es parte de la nueva ciudadanía transnacional cubana que sueña para su isla una sociedad moderna, plural, tecnológicamente avanzada y próspera.

Una de las interrogantes que muchos se hacen es por qué el General Presidente decidió la opción más extrema (prohibir, encarcelar) para frustrar esta performance artística, si le ofrecía una excepcional oportunidad para demostrar que hay cambios reales en la Isla. Para controlar el escenario tenía a su alcance otras alternativas que ya había empleado en circunstancias similares. Una de ellas habría sido movilizar desde temprano a militantes comunistas que se inscribieran en la lista de oradores e hicieran uso del micrófono, uno tras otro, con sus loas al Partido hasta agotar el tiempo autorizado —y a los que allí los escucharan.

Ya en una ocasión ocuparon todas las butacas de un cine con militantes listos a darle una golpiza a cualquier disidente despistado que hubiese alcanzado una luneta y aplaudiese la sátira sobre la vida en Cuba que se mostraba en el filme. Fue una táctica surrealista que tenía la intención de dar una muestra de tolerancia para exportar al mundo, mientras se mantenía la amenaza del posible uso de la fuerza el control interno. Las porras estaban listas, pero no visibles. Sin embargo, esta vez la imagen que se prefirió proyectar al exterior —y también distribuir al interior del país— no fue de tolerancia sino de impune prepotencia: "que nadie se equivoque", parece ser el mensaje; "hemos ganado la guerra a los americanos", ergo, ahora podemos hacer con los inconformes lo que nos venga en gana. ¡Porras al aire!

¿Acierta Raúl Castro en esa apuesta? Todo depende de la lectura que la opinión pública internacional y, sobre todo, los cubanos hagan de lo ocurrido. En política la "realidad percibida" condiciona conductas y resulta decisiva.

Una posibilidad es la aceptación ciudadana de la percepción de invencibilidad que el régimen cubano intenta imponer ahora. Otra —muy diferente— es que los anuncios de Washington y La Habana del pasado 17 de diciembre marquen la progresiva disipación del enemigo externo en las percepciones colectivas mientras se hace cada vez más visible la opresión e incompetencia del Estado. La retirada unilateral e incondicional del principal actor externo del conflicto cubano (quedan otros, muy débiles pero no desactivados, como Rusia y Venezuela) permite ver con mayor claridad lo que realmente constituye el núcleo duro del conflicto: un tipo de Estado que bloquea libertades y derechos ciudadanos imposibilitando la innovación y el progreso.

La abierta represión dictada por Raúl Castro a propósito de esta acción artística anunció a todos que el conflicto autóctono apenas entra en un nuevo capítulo. No se ha puesto fin todavía a la beligerancia y al bloqueo del Estado contra los derechos ciudadanos, ni se ha iniciado una normalización de las relaciones entre ambos. La artista ha puesto una pica en Flandes que empuja a ciudadanos y funcionarios a definirse ante el problema real. El sonido del silencio en la Plaza de la Revolución puede llegar a transformarse en genuino grito de los excluidos.

Este artículo apareció en Infolatam. Se reproduce con autorización del autor.