martes, febrero 17, 2015

Félix Luis Viera sobre artículo de Miguel Barnet: “Chivo que rompe tambó con su pellejo paga”


“Chivo que rompe tambó con su pellejo paga”

Por Félix Luis Viera
 México DF
16/02/2015 

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Todo cargo que ocupe una persona inmersa en un régimen comunista como el de Cuba, está sujeto al orden político, si bien sea el presidente de la unión de colombófilos
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Con este título, el escritor cubano Miguel Barnet ha publicado el pasado 8 de febrero en el diario oficialista cubano Granma —como toda la prensa de la Isla, pagado por el gobierno—, un artículo que cuestiona, advierte, “ilumina” acerca del reciente restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos.

En el texto en cuestión, Barnet —presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac)— se expresa como suelen hacer quienes ostentan la verdad única; es decir, quienes se saben impunes, sin derecho de réplica contra sí, sobre todo al dar a la luz ciertas lindezas, que, cuando no son mentiras en frío, lo son por omisión.

Sabemos que todo cargo que ocupe una persona inmersa en un régimen comunista como el de Cuba, está sujeto al orden político, si bien sea el presidente de la unión de colombófilos.

Barnet lo sabe. Y así actúa. Suele ir por el mundo mintiendo o al menos enseñando la mitad de la baraja; técnica que se aprende en el quehacer leninista, y que no es tan difícil como tan cínica.

El artículo en cuestión comienza advirtiendo que “Estos han sido días luminosos”. Ha habido alegría en Cuba porque “estén finalmente entre nosotros Gerardo, Ramón, Fernando, Tony y René”. No vayan a pensar que estos son primos de Barnet o algo así. Se trata de los cinco espías antes presos en Estados Unidos. Que para Cuba, es correcto que sean héroes, y para Estados Unidos espías.

Otro motivo de alegría ha sido, afirma Barnet, “el anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos”, pero este “provoca múltiples interrogantes”.

La “Revolución no bajará nunca las banderas”, afirma el escritor, y cita a Céspedes, Martí y Maceo como los orígenes. Me extraña; Barnet es un hombre muy culto. De modo que debe saber que ni Céspedes ni Maceo —el primero el hombre que diera el Grito de Independencia, que abogara por la libertad no solo en cuanto a España, sino por la libertad, la civilidad, el libre albedrío; y el segundo el gran guerrero, el rebelde que proclamara que “los derechos no se mendigan”—, estarían de acuerdo con el circo castrista hoy existente en Cuba; un circo triste, valga la paradoja.

Y de Martí ni hablar. El gran demócrata, el que deseaba un país “con todos y para el bien de todos”, el que desde siempre advirtió que el respeto a las minorías resultaba imprescindible para fundar una república. Así, no hay dudas de que la revolución castrista no es, ni lejanamente, como dicen ellos, “lo que soñó Martí”.

Si José Martí hubiese tenido una noche, digamos, un sueño fisiológico que lo hubiera llevado a la realidad cubana de hoy, sin duda al amanecer habría comentado con el interlocutor más cercano: “Qué pesadilla tan horrible tuve anoche”.

“La gran potencia imperial no puede seguir dándole la espalda al continente en que vivimos. La correlación de fuerzas ha cambiado. Pensemos que de veras se han convencido de que Cuba es un bastión moral invulnerable. Y que no está sola. Si no cómo interpretar la claudicación a una pretensión tozuda de sometimiento y humillación”, afirma Miguel Barnet en otra parte de su artículo.

Guapería de barrio, que en un muchacho de buena cuna, de suma decencia, nacido y criado en residenciales decentes, no suena bien.

Pienso que si la “gran potencia imperial” todavía lo es, pues no debe temerle mucho, al menos por el momento, al cambio “en la correlación de fuerzas”.

Por otra parte, si Cuba fuese “un bastión moral”, moral, no se publicarían artículos como el que nos ocupa, al cual no hay en la Isla sitio para objetarle.

Cierto lo que afirma Miguel Barnet: “Cuba no está sola”. No está sola, es verdad, sino acompañada y alabada por los peores regímenes de América Latina y más allá.

“...cómo interpretar la claudicación a una pretensión tozuda [por parte de EEUU] de sometimiento y humillación”. Es decir, Estados Unidos claudicó, perdió la pelea, al fin David venció a Goliat, se infiere. Guapería de barrio. De esos guapos bocones, que lo son porque tienen impunidad, inmunidad... y sobre todo se hallan a buen resguardo.

Barnet se refiere a “El llamado embargo”, cuyo propósito, dice el escritor, no es otro que apoderarse de “Una fruta largamente codiciada”, o sea, Cuba. Una fruta, diría yo, que el actual régimen ha convertido en un poco suripanta, que antes estuvo en brazos de la extinta Unión Soviética (no olvidemos que décadas atrás, en los sitios oficiales, ondeaba la bandera de la URSS junto a la cubana) y luego, sin brazos que la acogieran, se ha convertido en una fruta medio paria internacional, que a toda costa busca no llegar a la pudrición con limosnas araucanas y las que vengan.

Por otro lado, sabemos que el embargo, si bien, indudablemente, ha resultado un instrumento político de Estados Unidos para presionar al gobierno de Cuba, tiene un basamento justo. En los inicios de la revolución fueron expropiadas innumerables propiedades de estadounidenses en Cuba; que abarcaron desde grandes empresas de comunicación, centrales azucareros, cadenas de tiendas de distintos contenidos, viviendas, hasta miles de hectáreas de tierra, y el gobierno cubano no indemnizó como es debido a sus propietarios. Eso lo sabe Miguel Barnet, y sabe además, que todas estas nacionalizaciones, finalmente, no resultaron en beneficio del pueblo cubano, sino en lo contrario.

No hay sentido para “negociar la normalización de relaciones diplomáticas” si no se revuelven “algunas cuestiones vitales”, declara el escritor cubano en su artículo. Y se refiere a la Ley de Ajuste Cubano, que “otorga en poco tiempo la residencia a los cubanos que llegan a tierras de Estados Unidos con los pies secos”.

Sabe el etnólogo que esta ley, hoy aplicada con mano larga por el gobierno de Estados Unidos a todo el que llega, tiene su origen en propiciarles asilo a los perseguidos por el régimen; o a quienes no podían realizarse en Cuba en concordancia con sus ideales personales —incluidos escritores, artistas, científicos, profesionales en general—, entre otros. Porque sabe Miguel Barnet que en Cuba ha existido, existe, un estado de terror, de discriminación —él debiera conocerlo muy bien— que ha sembrado en sus ciudadanos el ánimo de huir hacia donde puedan realizarse; y en los últimos años, hacia donde puedan, al menos, comer como Dios receta.

Asimismo, debe estar consciente el etnólogo de que hoy, a quien más perjudica —si de perjuicio se trata— la Ley de Ajuste Cubano, es al gobierno estadounidense, que recibe y recibe obligado por la ley dicha. Sin embargo, cada cubano que logra salir de Cuba hacia el país del Norte, es otro chorrito que tira la olla por su válvula de escape; digamos, entre otros detalles, 6 libras de arroz y 5 de azúcar menos en el total general de la ración mensual. Ellos mismos, los gobernantes cubanos, lo han dicho aludiendo a aquel refrán: “A enemigo que huye, puente de plata”.

Surge alguna pregunta simpática: ¿Si Cuba dictara la ley, no ya de ajuste estadounidense, sino de ajuste salvadoreño o beliceño, cuántos ciudadanos de estos países se lanzarían al mar para alcanzar las costas de la Isla?

Nada, cuadro, que en el mundo entero se sabe que aquel paraíso está que arde.

“¿Y el resto de los emigrantes que se lanzan al mar?”, se pregunta Miguel Barnet, al parecer refiriéndose a personas de otros países pobres que, mar mediante, intentan salir de su tierra para llegar, se supone, a EEUU.

No hay comparación, compañero, si el mar hablara dejaría claro que quienes más lo utilizan, y quienes más han perecido en sus aguas, son los cubanos; pero como el mar no habla, busquen datos y verán.

A lo avisado por el escritor cubano en su artículo, yo agregaría unas preguntas afirmativas: ¿Esos, de otros países, que hoy se lanzan al mar, contaron, hace más de medio siglo, no con la esperanza, sino con la certeza de que hoy sus naciones serían un ejemplo de desarrollo con un nivel de vida equivalente a las del primer mundo?, ¿esos “construyeron” una revolución que les prometió, con toda seguridad, lo antes dicho, y que les exigió sacrificios enormes, lo mismo en las fábricas, los campos, las unidades militares, trabajando miles y miles de horas extras no pagadas, en ocasiones lejos de sus familias por largas etapas?, ¿esos que hoy, desde otros países pobres, “se lanzan al mar”, conocieron, como sí los cubanos, tamaña decepción, fracasos de los que no eran responsables, esa especie de muerte en vida que resulta, precisamente, de haber entregado la vida —la única vida que se tiene— a una causa perdida, manipulados, y reprimidos posteriormente, por un maniaco que, sin que le temblara la voz, continuó prometiendo y prometiendo, e incumpliendo e incumpliendo, hasta experimentar con ellos como animalitos de laboratorio, hasta el presente?

He ahí, Barnet, la diferencia entre los cubanos “que se lanzan al mar” y los “otros” que hacen lo mismo.

A seguidas de la pregunta antes citada, el etnólogo agrega otra: ¿Es que nosotros tenemos un privilegio divino por sobre nuestros hermanos latinoamericanos o caribeños? ¿Somos acaso superiores a ellos?”

Esta pregunta no es más que una ponzoña en un estuche de candor.

 “Nuestros hermanos latinoamericanos y caribeños”, dice, frase acuñada por el régimen para decir sin decir nada, como es costumbre.

Mas me pregunto: ¿un privilegio la Ley de Ajuste Cubano? ¿Un privilegio? ¿Por fin qué? ¿Es un privilegio que Estados Unidos les abra las puertas a los ciudadanos de determinado país? ¿Es entonces un privilegio vivir en Estados Unidos, más que vivir en Cuba? ¿Es un privilegio, en cuanto a la Isla se refiere, dejémoslo claro, lograr irse a vivir a Estados Unidos, Suecia, República Dominicana, Haití, Burundi, Ucrania o Luxemburgo? Lamentable, lo es; los cubanos dispersos por más de 60 países así lo atestiguan.

En el caso de EEUU sí, la verdad es que resulta un privilegio, quizás merecido si tomamos en consideración lo que he escrito en párrafos anteriores: el terror, la ignominia y la inopia existente en la Isla.

Apunta asimismo Barnet: “¿Qué (sic) somos un país que promueve el terrorismo? No lo creen ni ellos mismos”.

Bueno, depende, infiltrar espías en otro país, esconder en la Isla a personajes de organizaciones terroristas, bien sean etarras o del grupo nacionalista portorriqueño FALN, podrían tomarse como acciones que estimulan el terrorismo. El diario Fox News asegura que en Cuba se hallan refugiados al menos 70 terroristas internacionales.

Y olvidemos ya lo pasado: el entrenamiento de guerrillas —que pagaban los cubanos con su sudor, si bien la mayoría no lo sabía— para no pocos países de Latinoamérica; una acción costosa y finalmente inútil y cuyas trágicas consecuencias aún en la actualidad podemos palpar.

Afirma con razón Miguel Barnet que Cuba ha sido víctima “de los más crueles actos de terrorismo de Estado”. Es cierto. Desde los tantos ataques desde el mar hacia las costas cubanas en las décadas de 1960 y 1970, como puede ser el perpetrado contra Boca de Samá en 1971, hasta el más criminal de todos: la voladura en pleno vuelo de un avión de Cubana de Aviación en octubre de 1976, son hechos bárbaros, injustificables.

Pero en lo que acierta el etnólogo, quizá sin querer, es en la afirmación de que los cubanos han padecido “terrorismo de Estado”.

Entre las definiciones más aceptadas de este concepto, se encuentra la utilización, por parte de un gobierno, de métodos ilegítimos con el propósito de inculcar el miedo en la población civil para, de este modo, alcanzar sus propósitos, así como forzar para que surjan acontecimientos que no serían posibles según el desarrollo natural de determinada sociedad. Algunos de los aspectos del “terrorismo de estado” son, según los especialistas, la persecución ilegítima, la coacción o la ejecución extrajudicial. Y asimismo, un orden migratorio que impida a la población el abandono del país, cuya violación implica penas carcelarias.

¿Y dónde, donde ha ocurrido lo antes enumerado en el último medio siglo?

No hace falta decirlo.

“Y en este recuento no podremos nunca olvidar a la prensa cubana, que no será la mejor del mundo, pero tampoco la peor”, afirma el Presidente de la Uneac en otro segmento de su artículo.

Aquí sí, como suele decirse en el argot beisbolero, “partió el bate”. Asevera que en Cuba hay prensa. Cuando en realidad, no hay canal televisivo, estación de radio, sitio Web o diario impreso que no esté en la nómina del gobierno.

Ya aquí sí se pasó el compañero.

Si bien creo que atenúa un poco más adelante: “Los poderes mediáticos han sido quizá la palanca principal para echar a andar el motor de la Historia”.

Es cierto que “los poderes mediáticos” han sido los principales causantes, y culpables, de que hoy en día, por ejemplo, desde lejos, debamos escribir artículos como este que suscribo, intentando poner una gotica de certeza en el océano de mendacidad que resulta la “prensa cubana”; es decir, la castrista, la única existente en la Isla. Sí, ha sido aquella prensa una buena palanca “para echar a andar el motor” de la ignominia.

En su artículo, Miguel Barnet se refiere además a la lucha contra “el relativismo llamado postmoderno y el vale todo”, a la “definición del concepto de identidad”, o “al trabajo comunitario”, que debe llevar adelante la Uneac.

Por otro lado, alude el escritor en el texto en cuestión a “un poderoso mecanismo de integración nacional. Y yo diría más, de verdadera unidad” (las cursivas son mías), a causa de la conservación y desarrollo de “los más legítimos valores del pueblo y la política cultural que ostentamos hoy con orgullo”.

Ojalá fuera posible la unidad, no solo en el caso de los intelectuales y artistas, sino de toda una población; pero justamente, la unidad, en el caso de una población, implica la divergencia, la confrontación de criterios que hace a sus ciudadanos sentirse parte de un todo, de un todo en constante movimiento.

No puede haber unidad en un país donde, precisamente, se ha escindido una parte de ese todo. Donde las personas, sin derecho a apelación alguno, han resultado clasificadas en “si no estás conmigo, estás contra mí”.

Quisiera pensar que Miguel Barnet, al mencionar este concepto, no nos quiera indicar que se refiere a la unidad de los “revolucionarios”, de los castristas, de los que “están” a favor del gobierno. Porque esto sería un pensamiento sumamente baladí, vacío, tanto si se refiere a la población en general, como a los artistas, escritores, pensadores y profesionales de la cultura en cualquier sentido.

Si él, presidente de la Uneac, abogara por la unidad entre los factores mencionados en el párrafo anterior, convocaría, para lograrlo, a todos sus pares que se encuentran tanto dentro como fuera de Cuba, sin que importarse su modo de pensar; investigaría por quienes, lo mismo en la Isla que fuera de ella, están censurados en su tierra; se interesaría, por poner un ejemplo, si en realidad su colega y compatriota Ángel Santiesteban Prats, fue objeto en su país de un juicio amañado y si es cierto que, por estos días, sus malas condiciones en la prisión se han acentuado.

No tiene validez alguna la unidad de solo una parte del todo. Si acaso esto fuese posible, que también lo veo difícil Cuba adentro.

Podría Miguel Barnet, por su cargo y su ascendencia, convocar a esa verdadera unión, a la igualdad de condiciones para los intelectuales y artistas cubanos, vivan donde vivan, piensen lo que piensen. La organización que él dirige incluye en su nombre el concepto “de Cuba”, o sea, de cubanos todos. De modo que podría el Presidente de la Uneac convocar un “borrón y cuenta nueva” en nuestro caso, y aun pedir que fuesen olvidados los improperios cruzados durante tantos años (incluidos los que he registrado en estas líneas) entre uno y otro “bando”.

Es decir, podría el etnólogo clamar porque nos retiren “el bloqueo” a quienes, fuera y dentro de Cuba, lo estamos padeciendo.

Claro, sobre lo inmediatamente antes escrito, viene a la mente aquella sentencia del poeta: “Estoy diciendo cosas que no tienen remedio”.

Pero ojalá no fuera así.

“Chivo que rompe tambó con su pellejo paga”, titula Miguel Barnet a su artículo, parte de un refrán afrocubano, que así termina: “y lo que es mucho peor: en chilindrón acaba”.

Ya ven. Así van las cosas.

© cubaencuentro.com

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CUBA SIGLO XIX: ¿ANEXIONISMO O SEGURIDAD NACIONAL DE LOS EE.UU.?. LA GUERRA DE 1812-1815. SOBRE LA POLÍTICA DE LA FRUTA MADURA DE JOHN QUINCY ADAMS

( Muy breve fragmento de mi ensayo Ecos de Una Extraña Petición, Mención del Concurso Vitral 2000, concurso de la revista del mismo nombre de la Diócesis de Pinar del Río; el premio quedó desierto ...por las bases del concurso de haber recibido el premio se tenía que publicar )


Por Pedro Pablo Arencibia Cardoso


¿ ANEXIONISMO O SEGURIDAD NACIONAL?

Un hecho histórico donde se obvia o no se profundiza lo suficiente con relación a estas situaciones históricas, es la intención del presidente norteamericano Thomas Jefferson de anexarse la isla de Cuba; intención que aparece en su notificación al Ministro de Inglaterra en Washington, fechada en el mes de noviembre de 1805.

Esa intención es realmente una advertencia que le hace el presidente Jefferson a Inglaterra, de que Cuba sería anexada a los Estados Unidos si España no la defiende de una invasión inglesa. Su motivación esencial es evitar que a 90 millas de sus costas se instale el enemigo inglés y utilice a Cuba como base de agresiones hacia los Estados Unidos5 (la Habana ya había sido tomada por los ingleses en 1762); o sea, fueron problemas inherentes a la seguridad nacional los que motivaron esa advertencia a Inglaterra, y no el deseo de apropiarse de Cuba, aunque Jefferson conocía de las bondades de la isla y las ventajas estratégicas que le proporcionaría a los E.U. tenerla en su poder.

Debemos tener en cuenta que La Unión Americana no invadió a Cuba pese a que Jefferson era de la opinión, que Cuba podría ser capturada sin mucha dificultad6, y que en 1808 España estuvo enfrascada en una guerra con los ejércitos de Francia que ocupaban su territorio, al querer Napoleón Bonaparte imponerle a los españoles a José Bonaparte.

(Thomas Jefferson)

Para argumentar sobre la validez del planteamiento de Jefferson, citaré al historiador Ramiro Guerra:

Las negociaciones entre los dos Gobiernos proseguían, en tanto, Godoy, el ministro de Carlos IV, abrigaba la convicción de que España sería vencida, si se apelaba a las armas.7

Esas aludidas negociaciones eran las que dieron lugar al Tratado Godoy-Pinckney de 1795. Ramiro Guerra citando al historiador norteamericano Henry Adams, el cual escribió el libro History of the United States, during the administratión of Thomas Jefferson, escribió:

El Tratado de 1795 - dice Henry Adams -, uno de los más ventajosos que jamás hayan firmado los Estados Unidos, no recibió de la opinión norteamericana el alto crédito que merecía. A España no se le otorgó el menor reconocimiento por las concesiones que otorgaba. Se entendía unánimemente que carecía de medios para oponerse a cualquier exigencia de los Estados Unidos.8

Las ideas de Jefferson sobre la anexión de Cuba por los Estados Unidos debemos siempre verlas relacionadas en el diferendo E.U.-Inglaterra, diferendo que pocos años después, en 1812, se convertiría en conflicto.

El presidente norteamericano Madison, el cual sucedió a Jefferson en 1809, no abandonó la idea de la anexión de Cuba, pero ahora motivada no sólo por el peligro inglés, sino también por el peligro francés, pues tenía conocimiento, que Napoleón estaba proyectando utilizar a los emigrados procedentes de Haití para apoderarse de Cuba9. El peligro que entrañaba tener al imperio francés tan cerca no era grande, pues en mayo de 1803 Francia le había vendido La Louisiana a E.U.; pero, tampoco ese peligro era nulo: entre 1789 y hasta 1802 habían ocurrido serios incidentes de carácter naval entre Francia y E.U. por las agresiones navales de Francia a los buques norteamericanos. No obstante, el peligro francés radicaba realmente en la posibilidad que al estar en guerra Francia e Inglaterra, esta última invadiera a Cuba y se apoderara de ella.

El presidente Madison ante la posibilidad que Inglaterra quisiera apoderarse de Cuba se interesó obviamente por conocer la posición de los criollos ante una posible anexión por parte de los Estados Unidos. Su enviado (William Shaler, cónsul en La Habana) se entrevistó con José Arango y Castillo el cual cómo representante de un sector de ricos propietarios cubanos del área agrícola le habló en favor de la anexión10. A finales de 1811 el exdiputado a las Cortes españolas, el cubano José Alvarez Toledo le propuso a determinadas personalidades del gobierno norteamericano que presidía Madison, el ir a Cuba con el auxilio del gobierno norteamericano, y comenzar una rebelión con el objetivo de establecer en Cuba un gobierno independiente, ligado a los Estados Unidos comercialmente primero, y luego políticamente, por medio de la anexión11. Pese a este clima favorable, el presidente Madison rechazó la proposición del jefe naval norteamericano de la costa del Golfo para atacar y tomar La Habana para impedirle a los ingleses que ellos la tomaran y la usaran cómo base de operaciones contra los Estados Unidos12. No hubo necesidad de tomar La Habana, pues los ingleses no intentaron tomarla.

Otro hecho histórico con un análisis similar a los anteriores, es la intención de E. U. de anexarse la isla de Cuba en el marco de la guerra entre España y Francia. Esta intención aparece en la nota del Secretario de Estado John Quincy Adams del 28 de abril de 1823 a Mr. Hugh Nelson, su ministro en Madrid, para que la trasmitiera a Su Majestad.

(John Quincy Adams)

El entonces Secretario de Estado advirtió a España que de ella solicitar ayuda a Inglaterra en su guerra contra Francia, los Estados Unidos no permitirían que Inglaterra, como pago por su cooperación, reciba las colonias de Cuba y Puerto Rico13. Las razones de esa advertencia son las ya antes explicadas relativas a la seguridad nacional de la Unión Americana.

Adams, que sería posteriormente Presidente, tenía ideas anexionistas con relación a Cuba pero esta advertencia en particular, estuvo fundamentada sobre los motivos de seguridad nacional ya expuestos. Debe tenerse en cuenta para comprender que los Estados Unidos no deseaban anexarse a Cuba, salvo en caso que Inglaterra pudiera apoderarse de ella o adquirirla, el hecho que en febrero de 1822 el señor Castillo (socio en negocios de John Warner, el agente comercial norteamericano en La Habana) le había informado a éste que los nativos, que representan las tres cuartas partes, o las dos terceras, de la población blanca de la isla, estaban decididamente a favor de ligarse a los Estados Unidos - como Estado, no como colonia ¨ 14. Castillo era considerado, según la carta de John Warner al senador C. A. Rodney, uno de los primeros políticos de la isla. En septiembre de 1822 también llegó un tal señor Sánchez (seudónimo de una persona cuya identidad aún se ignora y que era de total confianza de Warner) quien ofreció a Estados Unidos la anexión de Cuba en nombre de los hacendados cubanos.15

Emilio Roig de Leuchsenring, reconocido historiador antimperialista, plantea:

Entonces, como después, en ese deseo yanqui de apoderarse de Cuba, no juegan sólo la situación geográfica de la Isla y su cercanía a los Estados Unidos, sino también la rivalidad con Inglaterra y el temor de que sea Gran Bretaña la que pueda adquirirlo por conquista o cesión.16

La política de la historia que escribía Emilio Roig le impedía ver lo que era evidente en la historia de los hechos que él conocía.

El concepto de seguridad nacional al que he aludido en varias ocasiones es, sin ambigüedad, el relativo a la integridad y a la propia supervivencia de la nación norteamericana. Aquí no existe dificultad alguna en aceptar ese término; dificultad que es señalada por el investigador del CESEU, y su actual director, Jorge Hernández Martínez:

.. si bien puede hablarse de una doctrina al respecto, habida cuenta de un cuerpo de ideas más o menos generalizadas y compartidas por los círculos gubernamentales y los grupos de poder fundamentales de la burguesía monopolista -que en líneas generales sirve de eje a la proyección estratégica de Estados Unidos- no es menos cierto que se observan prácticamente tantas definiciones de ‘ seguridad nacional ‘ como autores y obras existen. Por ese motivo se identifican más bien concepciones que una doctrina como tal y ello no es casual; en la medida en que se flexibiliza el esquema permite su adecuación a los más diversos objetivos de la política imperial, lográndose una funcionalidad óptima en el orden ideológico17

La preocupación por la seguridad nacional de la Unión Americana no era infundada; la Guerra de 1812 así lo demuestra.

Deseo hacer la observación que hay personas que aceptan sin objeción alguna, la necesidad que tuvo el gobierno bolchevique de apropiarse definitivamente de territorios vecinos para defenderse, según los argumentos de la antigua y oficial historia de la Unión Soviética, de la contrarrevolución blanca o zarista y de las tropas de la Entente; pero sin embargo, no aceptan de ninguna manera, que los E.U. se apropiaran de determinados territorios para defenderse de Inglaterra o se apropiaran de territorios estratégicos para la seguridad nacional o continental, como fue y es, por ejemplo, el Canal de Panamá. El proyecto japonés de ocupación del Canal de Panamá durante la Segunda Guerra Mundial, es una prueba indiscutible de la necesidad de que dicho territorio fuera ocupado por fuerzas capaces de retenerlo ante una invasión. Probablemente en varios Estados Mayores de algunas potencias militares todavía queden clasificados algunos viejos planes de ocupación de esos estratégicos territorios. En los políticos se entiende la utilización de reglas diferentes para medir y evaluar los hechos según la conveniencia política; en los especialistas de una determinada disciplina esa actitud es algo al menos cuestionable.

GUERRA DE 1812-1815

La guerra de 1812 entre Estados Unidos y Inglaterra tuvo tres causas fundamentales:

1) Los británicos se habían apoderado de barcos de E.U. que estaban comerciando con Francia.
2) En 1810 fueron capturados 400 marineros de Estados Unidos.
3) Los británicos armaron a indios que invadieron la frontera oeste existente en esa época.

Estados Unidos había suspendido el comercio con Europa entre 1807 y 1809, aunque el comercio con Gran Bretaña cesó solamente en 1810. El Congreso de los Estados Unidos declaró la guerra a Gran Bretaña el 18 de junio de 1812, sin tener conocimiento que dos días antes Inglaterra había levantado el bloqueo contra Francia.

(El Capitolio en ruinas tras el incendio de Washington, D. C. en 1814.)

Durante el desarrollo de esa guerra entre Estados Unidos e Inglaterra se realizaron múltiples acciones navales entre buques de las partes contendientes, pero no escasearon tampoco las acciones terrestres dentro del territorio norteamericano, las cuales son desconocidas por aquellos que afirman que los Estados Unidos nunca han tenido una guerra con otro país dentro de sus fronteras. Algunos ejemplos de acciones bélicas terrestres fueron: la toma de Detroit el 16 de agosto de 1812 por los británicos; el desembarco de los británicos y derrota de los norteamericanos en Maryland en agosto de 1814 (el 24 de agosto ardieron el Capitolio y la Casa Blanca), el 12 de septiembre la milicia de Maryland frenó el avance británico; se bombardeó a Baltimore durante 25 horas por la flota británica entre el 13 y el 14 de septiembre de 1815 y se efectuó un ataque de 5 300 británicos a los atrincheramientos norteamericanos próximos a Nueva Orleans el 8 de enero de 1815; acción que se produjo pese a que la guerra ya había terminado con el Tratado de Ghent el 24 de diciembre de 1814. En esa guerra York (Toronto) y Buffalo fueron incendiados.18

SOBRE LA FRUTA MADURA DE ADAMS

La idea básica de Adams con relación a la anexión de Cuba, la cual está plasmada en la muy famosa política de la "fruta madura ", no era el imponerle a Cuba la anexión; sino, que los propios cubanos la pidieran por las "leyes de gravitación política" que se desarrollarían producto de las relaciones políticas, comerciales, sociales, etc., entre ambos países; aunque, en esa época ya eran significativas esas relaciones. Una aplicación de esta política que ilustra inequívocamente la esencia no impositiva de la misma, fue la llevada a cabo por William McKinley durante el período del primer gobierno interventor norteamericano. Es muy manejado el planteamiento que los E.U. intervinieron en 1898 durante la Guerra de Independencia de 1895 porque la fruta ya estaba madura, sin embargo, respetó (McKinley durante el mandato de Leonardo Wood en el período de intervención puso especial énfasis en mostrarle objetivamente a los cubanos las ventajas que les daría la anexión ) la decisión tomada por los cubanos sobre este asunto: la independencia.

Adams planteaba además, que la Unión Americana no podría oponerse a ella (o sea, a la anexión aunque lo quisiera. Ese es el espíritu y la letra de tan vilipendiada política. Considero que es útil conocer, para apropiarse de la esencia de esa política, que John Quincy Adams se opuso a la esclavitud, a la anexión de Texas y a la Guerra Mejicana. Veamos un fragmento de la mencionada política:

Puede darse por sentado que el dominio de España sobre los continentes americanos, septentrional y meridional, ha terminado irrevocablemente. Pero las islas de Cuba y Puerto Rico aún permanecen nominalmente, y hasta tal punto realmente, bajo su dependencia, que todavía goza aquella del poder de transferir a otros su dominio sobre ellas y, con éste, la posesión de las mismas. Estas islas por su posición local son apéndices naturales del continente americano, y una de ellas (la isla de Cuba), casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser, por una multitud de razones, de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión. La dominante posición que posee en el golfo de México y en el Mar de las Antillas, el carácter de su población, el lugar que ocupa en la mitad del camino entre nuestra costa meridional y la isla de Santo Domingo, su vasto y abrigado puerto de La Habana que hace frente a una larga línea de nuestras costas privadas de la misma ventaja, la naturaleza de sus producciones y la de sus necesidades propias, que sirven de base a un comercio inmensamente provechoso para ambas partes, todo se combina para darle tal importancia en la suma de nuestros intereses nacionales, que no hay ningún otro territorio extranjero que pueda comparársele, y que nuestras relaciones con ella sean casi idénticas a las que ligan unos con otros los diferentes Estados de nuestra Unión. Son tales, en verdad, entre los intereses de aquella isla y los de este país, los vínculos geográficos, comerciales y políticos, formados por la naturaleza, fomentados y fortalecidos gradualmente con el transcurso del tiempo que, cuando se echa una mirada hacia el curso que tomaran probablemente los acontecimientos en los próximos cincuenta años, casi es imposible resistir a la convicción de que la anexión de Cuba a nuestra República federal será indispensable para la continuación de la Unión y el mantenimiento de su integridad ( ... )Es obvio que para ese acontecimiento (la anexión de la Isla a Estados Unidos) no estamos todavía preparados, y que a primera vista se presentan numerosas y formidables objeciones contra la extensión de nuestros dominios dejando el mar por medio ... Pero hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación física y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento, no puede aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y Justify Full
rota la conexión artificial que la liga con ella, es incapaz de sostenerse por si sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana, y hacia ella exclusivamente, mientras que la Unión misma, en virtud de la propia ley, le será imposible dejar de admitirla en su seno 19

De una lectura profunda, y sobre todo, carente de posturas u objetivos ideológicos, no se infiere lo que casi siempre leemos sobre el anterior fragmento y que es repetido, una vez más, en:
Esta teoría, contenida en las instrucciones del Secretario de Estado James Quincy Adams a Hugh Nelson, Ministro norteamericano en España, expresaba la decisión irrevocable de adueñarse de Cuba, así como las circunstancias que aconsejaban una espera paciente del momento oportuno20...

Las últimas palabras del fragmento citado de Adams ayudan a dar luz sobre un aspecto que permanece casi siempre oculto en las exposiciones no académicas sobre esas relaciones: La existencia de fuerzas políticas en la sociedad y el gobierno de los Estados Unidos opuestas a la anexión de Cuba.

En las pocas ocasiones en las que se hace alusión a esas fuerzas políticas en contra de la anexión, es para resaltar (y generalizar) el carácter racista que motivaba esa posición antianexionista en una parte de esas fuerzas y el beneficio que esa actitud le proporcionaba a España.