“Chivo que rompe tambó con su pellejo paga”
Por Félix Luis Viera
México DF
16/02/2015
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Todo cargo que ocupe una persona inmersa en un régimen comunista como el de Cuba, está sujeto al orden político, si bien sea el presidente de la unión de colombófilos
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Con este título, el escritor cubano Miguel Barnet ha publicado el pasado 8 de febrero en el diario oficialista cubano Granma —como toda la prensa de la Isla, pagado por el gobierno—, un artículo que cuestiona, advierte, “ilumina” acerca del reciente restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos.
En el texto en cuestión, Barnet —presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac)— se expresa como suelen hacer quienes ostentan la verdad única; es decir, quienes se saben impunes, sin derecho de réplica contra sí, sobre todo al dar a la luz ciertas lindezas, que, cuando no son mentiras en frío, lo son por omisión.
Sabemos que todo cargo que ocupe una persona inmersa en un régimen comunista como el de Cuba, está sujeto al orden político, si bien sea el presidente de la unión de colombófilos.
Barnet lo sabe. Y así actúa. Suele ir por el mundo mintiendo o al menos enseñando la mitad de la baraja; técnica que se aprende en el quehacer leninista, y que no es tan difícil como tan cínica.
El artículo en cuestión comienza advirtiendo que “Estos han sido días luminosos”. Ha habido alegría en Cuba porque “estén finalmente entre nosotros Gerardo, Ramón, Fernando, Tony y René”. No vayan a pensar que estos son primos de Barnet o algo así. Se trata de los cinco espías antes presos en Estados Unidos. Que para Cuba, es correcto que sean héroes, y para Estados Unidos espías.
Otro motivo de alegría ha sido, afirma Barnet, “el anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos”, pero este “provoca múltiples interrogantes”.
La “Revolución no bajará nunca las banderas”, afirma el escritor, y cita a Céspedes, Martí y Maceo como los orígenes. Me extraña; Barnet es un hombre muy culto. De modo que debe saber que ni Céspedes ni Maceo —el primero el hombre que diera el Grito de Independencia, que abogara por la libertad no solo en cuanto a España, sino por la libertad, la civilidad, el libre albedrío; y el segundo el gran guerrero, el rebelde que proclamara que “los derechos no se mendigan”—, estarían de acuerdo con el circo castrista hoy existente en Cuba; un circo triste, valga la paradoja.
Y de Martí ni hablar. El gran demócrata, el que deseaba un país “con todos y para el bien de todos”, el que desde siempre advirtió que el respeto a las minorías resultaba imprescindible para fundar una república. Así, no hay dudas de que la revolución castrista no es, ni lejanamente, como dicen ellos, “lo que soñó Martí”.
Si José Martí hubiese tenido una noche, digamos, un sueño fisiológico que lo hubiera llevado a la realidad cubana de hoy, sin duda al amanecer habría comentado con el interlocutor más cercano: “Qué pesadilla tan horrible tuve anoche”.
“La gran potencia imperial no puede seguir dándole la espalda al continente en que vivimos. La correlación de fuerzas ha cambiado. Pensemos que de veras se han convencido de que Cuba es un bastión moral invulnerable. Y que no está sola. Si no cómo interpretar la claudicación a una pretensión tozuda de sometimiento y humillación”, afirma Miguel Barnet en otra parte de su artículo.
Guapería de barrio, que en un muchacho de buena cuna, de suma decencia, nacido y criado en residenciales decentes, no suena bien.
Pienso que si la “gran potencia imperial” todavía lo es, pues no debe temerle mucho, al menos por el momento, al cambio “en la correlación de fuerzas”.
Por otra parte, si Cuba fuese “un bastión moral”, moral, no se publicarían artículos como el que nos ocupa, al cual no hay en la Isla sitio para objetarle.
Cierto lo que afirma Miguel Barnet: “Cuba no está sola”. No está sola, es verdad, sino acompañada y alabada por los peores regímenes de América Latina y más allá.
“...cómo interpretar la claudicación a una pretensión tozuda [por parte de EEUU] de sometimiento y humillación”. Es decir, Estados Unidos claudicó, perdió la pelea, al fin David venció a Goliat, se infiere. Guapería de barrio. De esos guapos bocones, que lo son porque tienen impunidad, inmunidad... y sobre todo se hallan a buen resguardo.
Barnet se refiere a “El llamado embargo”, cuyo propósito, dice el escritor, no es otro que apoderarse de “Una fruta largamente codiciada”, o sea, Cuba. Una fruta, diría yo, que el actual régimen ha convertido en un poco suripanta, que antes estuvo en brazos de la extinta Unión Soviética (no olvidemos que décadas atrás, en los sitios oficiales, ondeaba la bandera de la URSS junto a la cubana) y luego, sin brazos que la acogieran, se ha convertido en una fruta medio paria internacional, que a toda costa busca no llegar a la pudrición con limosnas araucanas y las que vengan.
Por otro lado, sabemos que el embargo, si bien, indudablemente, ha resultado un instrumento político de Estados Unidos para presionar al gobierno de Cuba, tiene un basamento justo. En los inicios de la revolución fueron expropiadas innumerables propiedades de estadounidenses en Cuba; que abarcaron desde grandes empresas de comunicación, centrales azucareros, cadenas de tiendas de distintos contenidos, viviendas, hasta miles de hectáreas de tierra, y el gobierno cubano no indemnizó como es debido a sus propietarios. Eso lo sabe Miguel Barnet, y sabe además, que todas estas nacionalizaciones, finalmente, no resultaron en beneficio del pueblo cubano, sino en lo contrario.
No hay sentido para “negociar la normalización de relaciones diplomáticas” si no se revuelven “algunas cuestiones vitales”, declara el escritor cubano en su artículo. Y se refiere a la Ley de Ajuste Cubano, que “otorga en poco tiempo la residencia a los cubanos que llegan a tierras de Estados Unidos con los pies secos”.
Sabe el etnólogo que esta ley, hoy aplicada con mano larga por el gobierno de Estados Unidos a todo el que llega, tiene su origen en propiciarles asilo a los perseguidos por el régimen; o a quienes no podían realizarse en Cuba en concordancia con sus ideales personales —incluidos escritores, artistas, científicos, profesionales en general—, entre otros. Porque sabe Miguel Barnet que en Cuba ha existido, existe, un estado de terror, de discriminación —él debiera conocerlo muy bien— que ha sembrado en sus ciudadanos el ánimo de huir hacia donde puedan realizarse; y en los últimos años, hacia donde puedan, al menos, comer como Dios receta.
Asimismo, debe estar consciente el etnólogo de que hoy, a quien más perjudica —si de perjuicio se trata— la Ley de Ajuste Cubano, es al gobierno estadounidense, que recibe y recibe obligado por la ley dicha. Sin embargo, cada cubano que logra salir de Cuba hacia el país del Norte, es otro chorrito que tira la olla por su válvula de escape; digamos, entre otros detalles, 6 libras de arroz y 5 de azúcar menos en el total general de la ración mensual. Ellos mismos, los gobernantes cubanos, lo han dicho aludiendo a aquel refrán: “A enemigo que huye, puente de plata”.
Surge alguna pregunta simpática: ¿Si Cuba dictara la ley, no ya de ajuste estadounidense, sino de ajuste salvadoreño o beliceño, cuántos ciudadanos de estos países se lanzarían al mar para alcanzar las costas de la Isla?
Nada, cuadro, que en el mundo entero se sabe que aquel paraíso está que arde.
“¿Y el resto de los emigrantes que se lanzan al mar?”, se pregunta Miguel Barnet, al parecer refiriéndose a personas de otros países pobres que, mar mediante, intentan salir de su tierra para llegar, se supone, a EEUU.
No hay comparación, compañero, si el mar hablara dejaría claro que quienes más lo utilizan, y quienes más han perecido en sus aguas, son los cubanos; pero como el mar no habla, busquen datos y verán.
A lo avisado por el escritor cubano en su artículo, yo agregaría unas preguntas afirmativas: ¿Esos, de otros países, que hoy se lanzan al mar, contaron, hace más de medio siglo, no con la esperanza, sino con la certeza de que hoy sus naciones serían un ejemplo de desarrollo con un nivel de vida equivalente a las del primer mundo?, ¿esos “construyeron” una revolución que les prometió, con toda seguridad, lo antes dicho, y que les exigió sacrificios enormes, lo mismo en las fábricas, los campos, las unidades militares, trabajando miles y miles de horas extras no pagadas, en ocasiones lejos de sus familias por largas etapas?, ¿esos que hoy, desde otros países pobres, “se lanzan al mar”, conocieron, como sí los cubanos, tamaña decepción, fracasos de los que no eran responsables, esa especie de muerte en vida que resulta, precisamente, de haber entregado la vida —la única vida que se tiene— a una causa perdida, manipulados, y reprimidos posteriormente, por un maniaco que, sin que le temblara la voz, continuó prometiendo y prometiendo, e incumpliendo e incumpliendo, hasta experimentar con ellos como animalitos de laboratorio, hasta el presente?
He ahí, Barnet, la diferencia entre los cubanos “que se lanzan al mar” y los “otros” que hacen lo mismo.
A seguidas de la pregunta antes citada, el etnólogo agrega otra: ¿Es que nosotros tenemos un privilegio divino por sobre nuestros hermanos latinoamericanos o caribeños? ¿Somos acaso superiores a ellos?”
Esta pregunta no es más que una ponzoña en un estuche de candor.
“Nuestros hermanos latinoamericanos y caribeños”, dice, frase acuñada por el régimen para decir sin decir nada, como es costumbre.
Mas me pregunto: ¿un privilegio la Ley de Ajuste Cubano? ¿Un privilegio? ¿Por fin qué? ¿Es un privilegio que Estados Unidos les abra las puertas a los ciudadanos de determinado país? ¿Es entonces un privilegio vivir en Estados Unidos, más que vivir en Cuba? ¿Es un privilegio, en cuanto a la Isla se refiere, dejémoslo claro, lograr irse a vivir a Estados Unidos, Suecia, República Dominicana, Haití, Burundi, Ucrania o Luxemburgo? Lamentable, lo es; los cubanos dispersos por más de 60 países así lo atestiguan.
En el caso de EEUU sí, la verdad es que resulta un privilegio, quizás merecido si tomamos en consideración lo que he escrito en párrafos anteriores: el terror, la ignominia y la inopia existente en la Isla.
Apunta asimismo Barnet: “¿Qué (sic) somos un país que promueve el terrorismo? No lo creen ni ellos mismos”.
Bueno, depende, infiltrar espías en otro país, esconder en la Isla a personajes de organizaciones terroristas, bien sean etarras o del grupo nacionalista portorriqueño FALN, podrían tomarse como acciones que estimulan el terrorismo. El diario Fox News asegura que en Cuba se hallan refugiados al menos 70 terroristas internacionales.
Y olvidemos ya lo pasado: el entrenamiento de guerrillas —que pagaban los cubanos con su sudor, si bien la mayoría no lo sabía— para no pocos países de Latinoamérica; una acción costosa y finalmente inútil y cuyas trágicas consecuencias aún en la actualidad podemos palpar.
Afirma con razón Miguel Barnet que Cuba ha sido víctima “de los más crueles actos de terrorismo de Estado”. Es cierto. Desde los tantos ataques desde el mar hacia las costas cubanas en las décadas de 1960 y 1970, como puede ser el perpetrado contra Boca de Samá en 1971, hasta el más criminal de todos: la voladura en pleno vuelo de un avión de Cubana de Aviación en octubre de 1976, son hechos bárbaros, injustificables.
Pero en lo que acierta el etnólogo, quizá sin querer, es en la afirmación de que los cubanos han padecido “terrorismo de Estado”.
Entre las definiciones más aceptadas de este concepto, se encuentra la utilización, por parte de un gobierno, de métodos ilegítimos con el propósito de inculcar el miedo en la población civil para, de este modo, alcanzar sus propósitos, así como forzar para que surjan acontecimientos que no serían posibles según el desarrollo natural de determinada sociedad. Algunos de los aspectos del “terrorismo de estado” son, según los especialistas, la persecución ilegítima, la coacción o la ejecución extrajudicial. Y asimismo, un orden migratorio que impida a la población el abandono del país, cuya violación implica penas carcelarias.
¿Y dónde, donde ha ocurrido lo antes enumerado en el último medio siglo?
No hace falta decirlo.
“Y en este recuento no podremos nunca olvidar a la prensa cubana, que no será la mejor del mundo, pero tampoco la peor”, afirma el Presidente de la Uneac en otro segmento de su artículo.
Aquí sí, como suele decirse en el argot beisbolero, “partió el bate”. Asevera que en Cuba hay prensa. Cuando en realidad, no hay canal televisivo, estación de radio, sitio Web o diario impreso que no esté en la nómina del gobierno.
Ya aquí sí se pasó el compañero.
Si bien creo que atenúa un poco más adelante: “Los poderes mediáticos han sido quizá la palanca principal para echar a andar el motor de la Historia”.
Es cierto que “los poderes mediáticos” han sido los principales causantes, y culpables, de que hoy en día, por ejemplo, desde lejos, debamos escribir artículos como este que suscribo, intentando poner una gotica de certeza en el océano de mendacidad que resulta la “prensa cubana”; es decir, la castrista, la única existente en la Isla. Sí, ha sido aquella prensa una buena palanca “para echar a andar el motor” de la ignominia.
En su artículo, Miguel Barnet se refiere además a la lucha contra “el relativismo llamado postmoderno y el vale todo”, a la “definición del concepto de identidad”, o “al trabajo comunitario”, que debe llevar adelante la Uneac.
Por otro lado, alude el escritor en el texto en cuestión a “un poderoso mecanismo de integración nacional. Y yo diría más, de verdadera unidad” (las cursivas son mías), a causa de la conservación y desarrollo de “los más legítimos valores del pueblo y la política cultural que ostentamos hoy con orgullo”.
Ojalá fuera posible la unidad, no solo en el caso de los intelectuales y artistas, sino de toda una población; pero justamente, la unidad, en el caso de una población, implica la divergencia, la confrontación de criterios que hace a sus ciudadanos sentirse parte de un todo, de un todo en constante movimiento.
No puede haber unidad en un país donde, precisamente, se ha escindido una parte de ese todo. Donde las personas, sin derecho a apelación alguno, han resultado clasificadas en “si no estás conmigo, estás contra mí”.
Quisiera pensar que Miguel Barnet, al mencionar este concepto, no nos quiera indicar que se refiere a la unidad de los “revolucionarios”, de los castristas, de los que “están” a favor del gobierno. Porque esto sería un pensamiento sumamente baladí, vacío, tanto si se refiere a la población en general, como a los artistas, escritores, pensadores y profesionales de la cultura en cualquier sentido.
Si él, presidente de la Uneac, abogara por la unidad entre los factores mencionados en el párrafo anterior, convocaría, para lograrlo, a todos sus pares que se encuentran tanto dentro como fuera de Cuba, sin que importarse su modo de pensar; investigaría por quienes, lo mismo en la Isla que fuera de ella, están censurados en su tierra; se interesaría, por poner un ejemplo, si en realidad su colega y compatriota Ángel Santiesteban Prats, fue objeto en su país de un juicio amañado y si es cierto que, por estos días, sus malas condiciones en la prisión se han acentuado.
No tiene validez alguna la unidad de solo una parte del todo. Si acaso esto fuese posible, que también lo veo difícil Cuba adentro.
Podría Miguel Barnet, por su cargo y su ascendencia, convocar a esa verdadera unión, a la igualdad de condiciones para los intelectuales y artistas cubanos, vivan donde vivan, piensen lo que piensen. La organización que él dirige incluye en su nombre el concepto “de Cuba”, o sea, de cubanos todos. De modo que podría el Presidente de la Uneac convocar un “borrón y cuenta nueva” en nuestro caso, y aun pedir que fuesen olvidados los improperios cruzados durante tantos años (incluidos los que he registrado en estas líneas) entre uno y otro “bando”.
Es decir, podría el etnólogo clamar porque nos retiren “el bloqueo” a quienes, fuera y dentro de Cuba, lo estamos padeciendo.
Claro, sobre lo inmediatamente antes escrito, viene a la mente aquella sentencia del poeta: “Estoy diciendo cosas que no tienen remedio”.
Pero ojalá no fuera así.
“Chivo que rompe tambó con su pellejo paga”, titula Miguel Barnet a su artículo, parte de un refrán afrocubano, que así termina: “y lo que es mucho peor: en chilindrón acaba”.
Ya ven. Así van las cosas.
© cubaencuentro.com
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CUBA SIGLO XIX: ¿ANEXIONISMO O SEGURIDAD NACIONAL DE LOS EE.UU.?.
LA GUERRA DE 1812-1815. SOBRE LA POLÍTICA DE LA FRUTA MADURA DE JOHN
QUINCY ADAMS
(
Muy breve fragmento de mi ensayo Ecos de Una Extraña Petición,
Mención del Concurso Vitral 2000, concurso de la revista del mismo
nombre de la Diócesis de Pinar del Río; el premio quedó desierto
...por las bases del concurso de haber recibido el premio se tenía
que publicar )
Por Pedro Pablo Arencibia Cardoso
¿ ANEXIONISMO O SEGURIDAD NACIONAL?
Un
hecho histórico donde se obvia o no se profundiza lo suficiente con
relación a estas situaciones históricas, es la intención del presidente
norteamericano Thomas Jefferson de anexarse la isla de Cuba; intención
que aparece en su notificación al Ministro de Inglaterra en Washington,
fechada en el mes de noviembre de 1805.
Esa intención es
realmente una advertencia que le hace el presidente Jefferson a
Inglaterra, de que Cuba sería anexada a los Estados Unidos si España no
la defiende de una invasión inglesa. Su motivación esencial es evitar
que a 90 millas de sus costas se instale el enemigo inglés y utilice a
Cuba como base de agresiones hacia los Estados Unidos5 (la Habana ya
había sido tomada por los ingleses en 1762); o sea, fueron problemas
inherentes a la seguridad nacional los que motivaron esa advertencia a
Inglaterra, y no el deseo de apropiarse de Cuba, aunque Jefferson
conocía de las bondades de la isla y las ventajas estratégicas que le
proporcionaría a los E.U. tenerla en su poder.
Debemos
tener en cuenta que La Unión Americana no invadió a Cuba pese a que
Jefferson era de la opinión, que Cuba podría ser capturada sin mucha
dificultad6, y que en 1808 España estuvo enfrascada en una guerra con
los ejércitos de Francia que ocupaban su territorio, al querer Napoleón Bonaparte imponerle a los españoles a José Bonaparte.(Thomas Jefferson)
Para argumentar sobre la validez del planteamiento de Jefferson, citaré al historiador Ramiro Guerra:
Las
negociaciones entre los dos Gobiernos proseguían, en tanto, Godoy, el
ministro de Carlos IV, abrigaba la convicción de que España sería
vencida, si se apelaba a las armas.7Esas aludidas
negociaciones eran las que dieron lugar al Tratado Godoy-Pinckney de
1795. Ramiro Guerra citando al historiador norteamericano Henry Adams,
el cual escribió el libro History of the United States, during the
administratión of Thomas Jefferson, escribió:
El Tratado de 1795
- dice Henry Adams -, uno de los más ventajosos que jamás hayan firmado
los Estados Unidos, no recibió de la opinión norteamericana el alto
crédito que merecía. A España no se le otorgó el menor reconocimiento
por las concesiones que otorgaba. Se entendía unánimemente que carecía
de medios para oponerse a cualquier exigencia de los Estados Unidos.8
Las
ideas de Jefferson sobre la anexión de Cuba por los Estados Unidos
debemos siempre verlas relacionadas en el diferendo E.U.-Inglaterra,
diferendo que pocos años después, en 1812, se convertiría en conflicto.
El
presidente norteamericano Madison, el cual sucedió a Jefferson en 1809,
no abandonó la idea de la anexión de Cuba, pero ahora motivada no sólo
por el peligro inglés, sino también por el peligro francés, pues tenía
conocimiento, que Napoleón estaba proyectando utilizar a los emigrados
procedentes de Haití para apoderarse de Cuba9. El peligro que entrañaba
tener al imperio francés tan cerca no era grande, pues en mayo de 1803
Francia le había vendido La Louisiana a E.U.; pero, tampoco ese
peligro era nulo: entre 1789 y hasta 1802 habían ocurrido serios
incidentes de carácter naval entre Francia y E.U. por las agresiones
navales de Francia a los buques norteamericanos. No obstante, el peligro
francés radicaba realmente en la posibilidad que al estar en guerra
Francia e Inglaterra, esta última invadiera a Cuba y se apoderara de
ella.
El presidente Madison ante la posibilidad que Inglaterra
quisiera apoderarse de Cuba se interesó obviamente por conocer la
posición de los criollos ante una posible anexión por parte de los
Estados Unidos. Su enviado (William Shaler, cónsul en La Habana) se
entrevistó con José Arango y Castillo el cual cómo representante de un
sector de ricos propietarios cubanos del área agrícola le habló en favor
de la anexión10. A finales de 1811 el exdiputado a las Cortes
españolas, el cubano José Alvarez Toledo le propuso a determinadas
personalidades del gobierno norteamericano que presidía Madison, el ir a
Cuba con el auxilio del gobierno norteamericano, y comenzar una
rebelión con el objetivo de establecer en Cuba un gobierno
independiente, ligado a los Estados Unidos comercialmente primero, y
luego políticamente, por medio de la anexión11. Pese a este clima
favorable, el presidente Madison rechazó la proposición del jefe naval
norteamericano de la costa del Golfo para atacar y tomar La Habana para
impedirle a los ingleses que ellos la tomaran y la usaran cómo base de
operaciones contra los Estados Unidos12. No hubo necesidad de tomar La
Habana, pues los ingleses no intentaron tomarla.
Otro
hecho histórico con un análisis similar a los anteriores, es la
intención de E. U. de anexarse la isla de Cuba en el marco de la guerra
entre España y Francia. Esta intención aparece en la nota del
Secretario de Estado John Quincy Adams del 28 de abril de 1823 a Mr.
Hugh Nelson, su ministro en Madrid, para que la trasmitiera a Su
Majestad.
(John Quincy Adams)
El entonces Secretario de
Estado advirtió a España que de ella solicitar ayuda a Inglaterra en su
guerra contra Francia, los Estados Unidos no permitirían que
Inglaterra, como pago por su cooperación, reciba las colonias de Cuba y
Puerto Rico13. Las razones de esa advertencia son las ya antes
explicadas relativas a la seguridad nacional de la Unión Americana.
Adams,
que sería posteriormente Presidente, tenía ideas anexionistas con
relación a Cuba pero esta advertencia en particular, estuvo
fundamentada sobre los motivos de seguridad nacional ya expuestos.
Debe tenerse en cuenta para comprender que los Estados Unidos no
deseaban anexarse a Cuba, salvo en caso que Inglaterra pudiera
apoderarse de ella o adquirirla, el hecho que en febrero de 1822 el
señor Castillo (socio en negocios de John Warner, el agente comercial
norteamericano en La Habana) le había informado a éste que los nativos,
que representan las tres cuartas partes, o las dos terceras, de la
población blanca de la isla, estaban decididamente a favor de ligarse a
los Estados Unidos - como Estado, no como colonia ¨ 14. Castillo era
considerado, según la carta de John Warner al senador C. A. Rodney, uno
de los primeros políticos de la isla. En septiembre de 1822 también
llegó un tal señor Sánchez (seudónimo de una persona cuya identidad aún
se ignora y que era de total confianza de Warner) quien ofreció a
Estados Unidos la anexión de Cuba en nombre de los hacendados cubanos.15
Emilio Roig de Leuchsenring, reconocido historiador antimperialista, plantea:
Entonces,
como después, en ese deseo yanqui de apoderarse de Cuba, no juegan sólo
la situación geográfica de la Isla y su cercanía a los Estados Unidos,
sino también la rivalidad con Inglaterra y el temor de que sea Gran
Bretaña la que pueda adquirirlo por conquista o cesión.16La
política de la historia que escribía Emilio Roig le impedía ver lo que
era evidente en la historia de los hechos que él conocía.
El
concepto de seguridad nacional al que he aludido en varias ocasiones es,
sin ambigüedad, el relativo a la integridad y a la propia supervivencia
de la nación norteamericana. Aquí no existe dificultad alguna en
aceptar ese término; dificultad que es señalada por el investigador del
CESEU, y su actual director, Jorge Hernández Martínez:
..
si bien puede hablarse de una doctrina al respecto, habida cuenta de un
cuerpo de ideas más o menos generalizadas y compartidas por los
círculos gubernamentales y los grupos de poder fundamentales de la
burguesía monopolista -que en líneas generales sirve de eje a la
proyección estratégica de Estados Unidos- no es menos cierto que se
observan prácticamente tantas definiciones de ‘ seguridad nacional ‘
como autores y obras existen. Por ese motivo se identifican más bien
concepciones que una doctrina como tal y ello no es casual; en la medida
en que se flexibiliza el esquema permite su adecuación a los más
diversos objetivos de la política imperial, lográndose una funcionalidad
óptima en el orden ideológico17La preocupación por la seguridad nacional de la Unión Americana no era infundada; la Guerra de 1812 así lo demuestra.
Deseo
hacer la observación que hay personas que aceptan sin objeción alguna,
la necesidad que tuvo el gobierno bolchevique de apropiarse
definitivamente de territorios vecinos para defenderse, según los
argumentos de la antigua y oficial historia de la Unión Soviética, de la
contrarrevolución blanca o zarista y de las tropas de la Entente; pero
sin embargo, no aceptan de ninguna manera, que los E.U. se apropiaran de
determinados territorios para defenderse de Inglaterra o se apropiaran
de territorios estratégicos para la seguridad nacional o continental,
como fue y es, por ejemplo, el Canal de Panamá. El proyecto japonés de
ocupación del Canal de Panamá durante la Segunda Guerra Mundial, es una
prueba indiscutible de la necesidad de que dicho territorio fuera
ocupado por fuerzas capaces de retenerlo ante una invasión.
Probablemente en varios Estados Mayores de algunas potencias militares
todavía queden clasificados algunos viejos planes de ocupación de esos
estratégicos territorios. En los políticos se entiende la utilización
de reglas diferentes para medir y evaluar los hechos según la
conveniencia política; en los especialistas de una determinada
disciplina esa actitud es algo al menos cuestionable.
GUERRA DE 1812-1815
La guerra de 1812 entre Estados Unidos y Inglaterra tuvo tres causas fundamentales:
1) Los británicos se habían apoderado de barcos de E.U. que estaban comerciando con Francia.
2) En 1810 fueron capturados 400 marineros de Estados Unidos.
3) Los británicos armaron a indios que invadieron la frontera oeste existente en esa época.
Estados
Unidos había suspendido el comercio con Europa entre 1807 y 1809,
aunque el comercio con Gran Bretaña cesó solamente en 1810. El Congreso
de los Estado
s
Unidos declaró la guerra a Gran Bretaña el 18 de junio de 1812, sin
tener conocimiento que dos días antes Inglaterra había levantado el
bloqueo contra Francia.
(El Capitolio en ruinas tras el incendio de Washington, D. C. en 1814.)
Durante
el desarrollo de esa guerra entre Estados Unidos e Inglaterra se
realizaron múltiples acciones navales entre buques de las partes
contendientes, pero no escasearon tampoco las acciones terrestres dentro
del territorio norteamericano, las cuales son desconocidas por aquellos
que afirman que los Estados Unidos nunca han tenido una guerra con otro
país dentro de sus fronteras. Algunos ejemplos de acciones bélicas
terrestres fueron: la toma de Detroit el 16 de agosto de 1812 por los
británicos; el desembarco de los británicos y derrota de los
norteamericanos en Maryland en agosto de 1814 (el 24 de agosto
ardieron el Capitolio y la Casa Blanca), el 12 de septiembre la milicia
de Maryland frenó el avance británico; se bombardeó a Baltimore
durante 25 horas por la flota británica entre el 13 y el 14 de
septiembre de 1815 y se efectuó un ataque de 5 300 británicos a los
atrincheramientos norteamericanos próximos a Nueva Orleans el 8 de
enero de 1815; acción que se produjo pese a que la guerra ya había
terminado con el Tratado de Ghent el 24 de diciembre de 1814. En esa
guerra York (Toronto) y Buffalo fueron incendiados.18
SOBRE LA FRUTA MADURA DE ADAMS
La
idea básica de Adams con relación a la anexión de Cuba, la cual está
plasmada en la muy famosa política de la "fruta madura ", no era el
imponerle a Cuba la anexión; sino, que los propios cubanos la pidieran
por las "leyes de gravitación política" que se desarrollarían producto
de las relaciones políticas, comerciales, sociales, etc., entre ambos
países; aunque, en esa época ya eran significativas esas relaciones. Una
aplicación de esta política que ilustra inequívocamente la esencia no
impositiva de la misma, fue la llevada a cabo por William McKinley
durante el período del primer gobierno interventor norteamericano. Es
muy manejado el planteamiento que los E.U. intervinieron en 1898
durante la Guerra de Independencia de 1895 porque la fruta ya estaba
madura, sin embargo, respetó (McKinley durante el mandato de Leonardo
Wood en el período de intervención puso especial énfasis en
mostrarle objetivamente a los cubanos las ventajas que les daría la
anexión ) la decisión tomada por los cubanos sobre este asunto: la
independencia.Adams planteaba además, que la Unión
Americana no podría oponerse a ella (o sea, a la anexión aunque lo
quisiera. Ese es el espíritu y la letra de tan vilipendiada política.
Considero que es útil conocer, para apropiarse de la esencia de esa
política, que John Quincy Adams se opuso a la esclavitud, a la anexión
de Texas y a la Guerra Mejicana. Veamos un fragmento de la mencionada
política:
Puede darse por
sentado que el dominio de España sobre los continentes americanos,
septentrional y meridional, ha terminado irrevocablemente. Pero las
islas de Cuba y Puerto Rico aún permanecen nominalmente, y hasta tal
punto realmente, bajo su dependencia, que todavía goza aquella del poder
de transferir a otros su dominio sobre ellas y, con éste, la posesión
de las mismas. Estas islas por su posición local son apéndices naturales
del continente americano, y una de ellas (la isla de Cuba), casi a la
vista de nuestras costas, ha venido a ser, por una multitud de razones,
de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales
de nuestra Unión. La dominante posición que posee en el golfo de México y
en el Mar de las Antillas, el carácter de su población, el lugar que
ocupa en la mitad del camino entre nuestra costa meridional y la isla de
Santo Domingo, su vasto y abrigado puerto de La Habana que hace frente
a una larga línea de nuestras costas privadas de la misma ventaja, la
naturaleza de sus producciones y la de sus necesidades propias, que
sirven de base a un comercio inmensamente provechoso para ambas partes,
todo se combina para darle tal importancia en la suma de nuestros
intereses nacionales, que no hay ningún otro territorio extranjero que
pueda comparársele, y que nuestras relaciones con ella sean casi
idénticas a las que ligan unos con otros los diferentes Estados de
nuestra Unión. Son tales, en
verdad, entre los intereses de aquella isla y los de este país, los
vínculos geográficos, comerciales y políticos, formados por la
naturaleza, fomentados y fortalecidos gradualmente con el transcurso del
tiempo que, cuando se echa una mirada hacia el curso que tomaran
probablemente los acontecimientos en los próximos cincuenta años, casi
es imposible resistir a la convicción de que la anexión de Cuba a
nuestra República federal será indispensable para la continuación de la
Unión y el mantenimiento de su integridad ( ... )Es
obvio que para ese acontecimiento (la anexión de la Isla a Estados
Unidos) no estamos todavía preparados, y que a primera vista se
presentan numerosas y formidables objeciones contra la extensión de
nuestros dominios dejando el mar por medio ... Pero hay leyes de
gravitación política como las hay de gravitación física y así como una
fruta separada de su árbol por la fuerza del viento, no puede aunque
quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y
rota
la conexión artificial que la liga con ella, es incapaz de sostenerse
por si sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión
Norteamericana, y hacia ella exclusivamente, mientras que la Unión
misma, en virtud de la propia ley, le será imposible dejar de
admitirla en su seno 19
De una lectura profunda, y sobre
todo, carente de posturas u objetivos ideológicos, no se infiere lo
que casi siempre leemos sobre el anterior fragmento y que es repetido,
una vez más, en:
Esta teoría,
contenida en las instrucciones del Secretario de Estado James Quincy
Adams a Hugh Nelson, Ministro norteamericano en España, expresaba la
decisión irrevocable de adueñarse de Cuba, así como las circunstancias
que aconsejaban una espera paciente del momento oportuno20...
Las
últimas palabras del fragmento citado de Adams ayudan a dar luz sobre
un aspecto que permanece casi siempre oculto en las exposiciones no
académicas sobre esas relaciones: La existencia de fuerzas políticas en
la sociedad y el gobierno de los Estados Unidos opuestas a la anexión de
Cuba.
En las pocas ocasiones en las que se hace alusión a esas
fuerzas políticas en contra de la anexión, es para resaltar (y
generalizar) el carácter racista que motivaba esa posición
antianexionista en una parte de esas fuerzas y el beneficio que esa
actitud le proporcionaba a España.
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