viernes, marzo 06, 2015

Dimas Castellanos desde Cuba: Pedir perdón al jugador de beísbol Orestes Miñoso, un hecho de justicia post mortem


Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Son muchos los perdones, como hechos de justicia,  que se tienen que pedir  en Cuba con numerosos jugadores de beísbol tanto profesionales como los que fueron supuestos aficionados. Para no cansarlos sólo les diré algunos nombres que  me vienen a la mente:

Profesionales: Luis Tiant, Octavio ¨Cuqui¨ Rojas, Tony Taylor, Leonardo Cárdenas, Julio Bécquer, Pedro Ramos, Willy Miranda, Mike Fornieles,  Miguelito de la Hoz, Tany Pérez, Antonio Oliva, Roberto Ortiz, jJoe Valdivielso, Hilario Valdespino, Edmundo Amorós, Orlando Peña,  Miguel " Mike " Cuellar,  Haitiano González, Borrego Alvarez, etc.

Aficionados: Manuel Alarcón, Rigoberto Betancourt y tantos otros que optaron por la libertad.
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Tomado de http://www.diariodecuba.com/

Pedir perdón a Miñoso, un hecho de justicia post mortem

Por Dimas Castellanos
La Habana
Mar 2015

Orestes Miñoso junto a su estatua en el estadium de las medias blancas de Chicago


El domingo 1 de marzo de 2014, a los 91 años de edad, el cubano Saturnino Orestes Armas Miñoso, una de las glorias del béisbol de todos los tiempos, radcado en Estados Unidos desde la década del 60, expiró su último aliento  sin volver a ver la tierra en que nació.

Su trayectoria

En Cuba, después de darse a conocer en el circuito semiprofesional con el equipo del Central España, Miñoso jugó de 1946 a 1960 con los Tigres de Marianao (única novena cubana con arraigo regional debido a que el ayuntamiento la proclamó representante del municipio). En esas 14 temporadas, Miñoso fue elegido Novato del Año en la primera y Jugador Más Valioso en otras dos. De cinco pies diez pulgadas de estatura, 175 libras de peso y poseedor de un potente brazo, jugando el jardín izquierdo y la tercera almohadilla se destacó como bateador, tocador y robador de bases.

En Estados Unidos jugó con los New York Cubans en 1947, equipo que ganó la Serie Mundial de las Ligas Negras. En 1949 debutó en las Ligas Mayores con los Indios de Cleveland —que habían roto la barrera racial en la Liga Americana—, donde fue elegido Novato del Año. Luego estuvo con los Medias Blancas de  Chicago, donde jugó 12 de 17 campañas. En este equipo, al debutar, en su primer turno al bate, saludó a las graderías con un batazo de cuatro esquinas. También jugó con los Cardenales de San Luis y con los Senadores de Washington.

Si en Cuba Miñoso bateó para 280 de promedio, en las Mayores lo hizo para 298. Con los Medias Blancas conectó 135 jonrones y empujó 808 carreras. Estableció el récord de jugar durante cinco décadas. En múltiples temporadas fue líder en hits, dobles, triples, elevados de sacrificio y bases robadas, y fue golpeado por lanzamientos en 192 ocasiones.

Si el norteamericano Jackie Robinson fue el primero en romper la barrera racial, el primer negro cubano y latinoamericano en jugar en Grandes Ligas fue Orestes Miñoso, además de ser el primero en integrar un Todos Estrellas. Participó en siete Juego de las Estrellas y ganó tres Guantes de Oro.

Aunque se le conoció como "El Cometa" o "El Charro", su apodo predominante fue "Minnie", el único pelotero cubano al que se le compuso una canción: Cuando Miñoso batea de verdad la bola baila el chachachá….

Por su labor fue exaltado al Salón de la Fama del béisbol cubano de Miami; al Salón de la Fama del Caribe, con sede en República Dominicana; al Salón de la Fama de México y, recientemente, en diciembre de 2014, al rescatado Salón de la Fama del béisbol cubano, que había sido clausurado en 1960 por el Gobierno Revolucionario. Sin embargo, falleció sin ver realizado el sueño de integrar el Salón de la Fama de Cooperstown, en Estados Unidos.

El racismo

El béisbol, aunque nos llegó de Estados Unidos, donde existía un fuerte racismo, en Cuba encontró un escenario diferente. A pesar de que las manifestaciones racistas no habían desaparecido, las guerras de independencia del siglo XIX les propinaron un golpe tan fuerte, que imposibilitaba la separación de negros y blancos en la pelota, como igualmente era imposible separarlos en el disfrute del baile y la música, tres componentes de la identidad nacional que trascienden el color de la piel y la posición económica.

Ese hecho explica, con excepción del circuito amateur, la alta presencia de cubanos negros y mulatos de origen humilde que jugaban junto a los cubanos blancos en  el resto de los circuitos beisboleros del país. En ese sentido, la pelota desempeñó un papel similar al de las guerras de independencia. A su vez, por razones económicas, los jugadores de tez oscura fueron de índole más profesional que los blancos, pues no podían darse el lujo de jugar pelota amateur como entretenimiento.

A partir de la toma del poder por parte de Fidel Castro, la impedimenta de competir libremente debido a la abolición del profesionalismo, la implantación de fuertes restricciones a la emigración y el no poder jugar en los circuitos profesionales, dio lugar a la diáspora de peloteros cubanos, antes y después de promulgarse la Ley de Ajuste. En el caso del legendario Miñoso hay que agregar que —al igual que le ocurrió a otros como Humberto Fernández, que perdió sus propiedades— parte de su fortuna, obtenida en las Grandes Ligas, la invirtió en una casa de apartamentos que le fue confiscada por el Estado revolucionario.

Una de las causas de la subordinación del deporte a la política fue la participación de  militares en la dirección de los organismos deportivos. Esta tendencia mundial, al asociar a los deportistas con los Estados, supuso que los equipos nacionales representaban a sus países del mismo modo que los ejércitos en las guerras.

Cuba, que tenía excelentes resultados en el béisbol, se vio arrastrada por esa corriente. En 1936, cuando se creó el puesto de Comisionado de Pelota Profesional, recayó en el coronel Ignacio Galíndez; y en 1938, cuando se fundó la Dirección General de Deportes (DGND), quedó bajo la dirección del coronel Jaime Mariné. Así, el deporte cubano, a partir de 1960, heredó esa subordinación, en la que el Jefe de la Revolución cubana fue su máximo exponente, al extremo que su papel determinó el destino del deporte en el país. Esa perjudicial política —razón por la cual una figura de la talla de Orestes Miñoso no pudo regresar a su país— tiene que cambiar radicalmente.

Gracias a la iniciativa de un grupo de entusiastas de la pelota cubana, encabezados por el cineasta Ian Padrón, se logró recientemente rescatar el Salón de la Fama del Béisbol cubano y elegir de forma democrática a dos legendarias figuras que residían en Estados Unidos: Orestes Miñoso y Camilo Pascual.

El Minnie no fue invitado oficialmente a la exaltación que tuvo lugar en el estadio Mártires de Barbados el pasado mes de diciembre. Su ausencia privó a la mayor parte de la afición cubana, incluso a los habitantes de su Perico natal, de conocerlo y brindarle un merecido homenaje. Su desaparición física nos ha dejado con ese mal sabor.

La enseñanza de lo ocurrido obliga a las autoridades a invitar a esa otra gloria, Camilo Pascual, quien ya sobrepasó los 81 años de edad y está dispuesto a pisar nuevamente su tierra. Pascual, como pitcher, se destacó en Cuba con los equipos de Marianao y Cienfuegos, y en Estados Unidos con los Senadores de Washington, los Indios de Cleveland, los Mellizos de Minnesota, los Rojos de Cincinnati y los Dodgers de los Ángeles.

Volviendo al Minnie, a quien le correspondía un homenaje no menor al recibido por Benny Moré, el Bárbaro del Ritmo, en el momento de su muerte, la prensa cubana, sobre todo la televisiva, casi lo obvió. Se pasó por alto el acontecimiento de su muerte, para escarnio de nuestro deporte, la cultura y la nación cubana.

En contraste, el presidente norteamericano, Barack Obama, en un discurso pronunciado el mismo domingo en que falleció Miñoso, lo recordó como un ídolo, como hijo ilustre de Chicago. Ojalá este hecho, representativo de lo que no debe ser, sirva para que nunca más ocurra. Ahora nos corresponde pedir perdón a Miñoso.