EN PAZ DESCANSE EL PIROPO
Por Esteban Fernández
Marzo 2 de 2015
Una de las cosas más tristes de la vida moderna ha sido la muerte lenta del piropo. Y no hablo de los piropos groseros que nunca debieron existir, ni de los tontos que le pitan desde el carro a una muchacha que camina por la acera, sino de los bellos halagos que parecían venir de las mentes de poetas, arquitectos, pintores y escultores. Da verdadera pena que ya hasta ser unos caballeros y abrirles las puertas a las damas luce fuera de moda.
Todos podemos recordar lo agradecidas y contentas que se sentían las muchachas antes las bellas galanterías. Tanto era así que cuando no las recibían se sentían ser poco agraciadas por la naturaleza.
Llegaban las mujeres hasta a pedirlas, porque desde el mismo instante en que decían: “Oh, hoy estoy de lo más desarreglada, me veo horrible” ya usted sabía que tenía que lanzarles un agasajo.
El velorio de los piropos se inicia a través de las campañas feministas y de acusar a los hombres de acoso sexual y de exigir una indemnización a cambio. Cuando lo correcto es que ante la falta de respeto, o el manoseo indeseado de un hombre a una mujer, debe llegar otro hombre (padre, marido, novio, hermano, hijo o hasta un buen amigo) a partirle la cara al atrevido. Nunca estaré de acuerdo con exigirle dinero al que les toca los traseros.
¿Es idea mía o todas las quejas (no las querellas criminales encaminadas a buscarse billetes) por los piropos son -por muy elegantes que estos sean- contra viejos, gordos, panzones, calvos y casi siempre desprovistos de capital?
Porque cuando el piropeador es súper bien parecido, como Brad Pitt o Bradley Cooper, entonces todas las barrabasadas que dicen -por muy pesadas que sean- las encuentran muy graciosas.
También cuando el viejo -por muy horripilante que sea- es multimillonario siempre tiene a su disposición las mujeres más despampanantes del mundo aceptándoles y hasta suplicándoles una simple flor. Y desde luego, un abrigo de mink de 15 mil dólares no viene mal.
¿Usted ha visto alguna vez un hombre más feo que el viejo que se casó y le dejó una fortuna a Anna Nicole Smith? ¿Sabe usted cual fue el piropo que le susurró al oído de Jacqueline Kennedy el horripilante y desgarbado griego Aristóteles Onassis? Dicen que le dijo: “¡First Lady, yo tengo billones de dólares a tu disposición!”
Porque actualmente no es tan bien recibido decir: “Si cocinas como caminas me como hasta las raspita” que sin ningún tipo de halagos ni preámbulos simplemente decir: “¡Yo soy el propietario de los Lakers!”
Todo esto me recuerda a un romántico hombre que le dijo a una bella joven: “Lancé una lágrima al mar y en el preciso instante en que tú la encuentres dejaré de amarte”. La muchacha se sonrió y le contestó: “Y ¿encima de ese mar tú tienes un yate de lujo con mi nombre grabado?”
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