miércoles, marzo 18, 2015

Esteban Fernández: REMEDIOS PEORES QUE LAS ENFERMEDADES

REMEDIOS PEORES QUE LAS ENFERMEDADES

Por Esteban Fernández
Marzo 18, 2015 


¿Qué sabíamos de medicinas? Muy poco, estábamos al tanto de que las aspirinas quitaban los dolores, sobre todo los de cabeza, que ante una infección nos debían poner una penicilina, que el Vic Vaporub se debía untar en el pecho y ponerle mercuro cromo a cualquier cortada. Eso era -si no íbamos a estudiar para médico o farmacéutico- lo único que necésitabamos saber.

Hoy  en día anuncian los medicamentos constantemente -en una competencia absurda- por la televisión y existe Google que nos aclara todo lo que queremos saber, incluyendo las medicinas.  Hace poco fue que me enteré que cada pastilla trae grabada un número y que poniéndolo en Google recibimos todo la información necesaria sobre esa pastillita.

Comenzamos a  interesarnos por esos anuncios gracias a un chiste que decía que un niño le pide a los padres que le compren “Kotex” y sorprendido el papá le dijo: “Y ¿tú para qué necesitas eso?” y el muchachito contestó: “Porque vi una anuncio por la televisión que si uno se pone una de esas toallitas sanitarias puede montar bicicleta, esquiar, y hasta escalar montañas”.

Y de ahí en lo adelante descubrimos que poco a poco  la propaganda abrumadora buscando consumidores de determinadas drogas hacen ola en la televisión.

Y … tenemos dos reacciones  contrapuestas: una, nos molestamos y la segunda nos hacen reír porque al principio levantan hasta el infinito los beneficios de determinadas cápsulas y ungüentos y hacen lucir tan bien al medicamento que nos dan ganas de comprarlos y pedirles a nuestros médicos que no los receten aunque no tengamos ni síntomas de la enfermedad.

Y acto seguido de tratar de adoctrinarnos con los beneficios del fármaco están obligados por alguna ley que desconozco a enumerar los efectos secundarios que se pueden sufrir al ingerir el producto anunciado a bombos y platillos: puede dar intensas diarreas, vómitos, nauseas, urticaria, dolores musculares y de cabeza, dañar el hígado y lo más importante: las tabletas pueden dar unos deseos irrefrenables de suicidarse después de ingeridas.

Lo mejor que tienen esas píldoras mágicas es que después de escuchar todas las cosas malas que nos pueden ocurrir  tomándolas la enfermedad que tenemos nos luce como si no fuera nada del otro mundo comparada con las consecuencias de intentar curarla.

Hay anuncios que para realizarlos tienen que ser unos genios para evitar que los censuren. Por ejemplo: la Viagra. Todo el mundo sabe para que se utiliza pero ellos tienen que disimular la cosa. Es decir que no pueden poner a un hombre tomándose la pastilla  y acto seguido encuerarse y salir disparado para la cama donde ya está la mujer completamente desnuda y tirársele encima como un tigre. De eso nada, tienen que incitar a usar la pastilla azul sin caer en la pornografía. Y como colofón nos dicen que podemos quedarnos sordos, ciegos y que si el beneficio dura más de cuatro horas hay que salir corriendo para el hospital.

Algo parecido pasa con los supositorios de Preparación H. Tremendo trabajo que pasan para hacer esos anuncios seducíendonos a usarlos -hasta sin tener hemorroides- sin poner a un tipo introduciéndose uno.

Hay un anuncio increíble sobre una enfermedad de problemas respiratorios, asma y enfisema pulmonar que para explicar como se siente uno teniendo esas afecciones ponen a una mujer acostada en un sofá y un elefante sentado encima de su pecho. Y que utilizando un inhalador aerosol es como si le quitaran dos toneladas de encima. Acto seguido se ve a la enferma muy contenta y sana jugando junto a su nieto. Y desde luego, como el que no quiere las cosa nos dicen que puede causar dolores en el pecho, rinitis, resequedad en la boca, vómitos, dificultad para orinar y otros daños colaterales.

Todo lo antes dicho se puede resumir diciendo que en la actualidad tal parece que el remedio es peor que la enfermedad. Y un millón de veces más desagradable que los padecimientos y los peligrosos alivios son los ridículos anuncios televisivos.