Cuba. La manipulación de la historia. El caso de Evangelina Betancourt Cossio Cisneros ( Camagüey 23 septiembre 1877 - La Habana 29 abril 1970 )
Evangelina Betancourt Cossío y Cisneros era una joven cubana de 18 años de edad, de singular belleza, oriunda de Puerto Príncipe, capital de la provincia de Camagüey. Tenía tres hermanas mayores, Flor María, Carmen y Clemencia. Su madre, Caridad Cisneros, había fallecido años antes. Su padre, Agustín Cossío y Serrano, afligido por la muerte de su esposa, se había trasladado con sus hijas a Sagüa La Grande, donde los acogió en su hogar un matrimonio amigo. Pesador en caña, consiguió trabajo en el Central Constancia que entonces era el mayor de Cienfuegos.
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Por Domingo del Pino Gutiérrez
27 de marzo de 2010
Un trabajo de campo:
A mediados de febrero de 1965, la revista de la Universidad de La Habana, Alma Mater, decidió hacer unos reportajes para recordar el levantamiento de 24 de febrero de 1895 contra España. Miguel Angel Sánchez, “Macho Rico”, Rosa Ileana Boudet, otros alumnos de la escuela de Periodismo cuyos nombres ahora no recuerdo, y yo mismo, que colaborabamos en la revista, recibimos el encargo de lanzarnos a la calle a la búsqueda de supervivientes que tuvieran alguna historia interesante e inédita que contar. En aquellos dias hablamos con varios viejitos, todos mayores de ochenta que habían participado, según ellos afirmaban, en la insurrección. Nos reunimos en un colegio del barrio habanero de Marianao para una primera conversación con ellos, después nos repartimos a los viejitos según sus experiencias y el tema que más nos gustase. Recuerdo que Rosa Ileana, siempre más inclinada a lo sentimental que a lo práctico, se decidió junto a otros dos o tres excombatientes, por una viejita de unos ochenta años que se llamaba Evangelina. Por deferencias a la edad de la entrevistada los encuentros posteriores tuvieron lugar en su domicilio. La historia de Evangelina, cuyos recuerdos eran ya entonces bastante imprecisos, no me llamó la atención. Yo era el único gallego del grupo, conocía menos la historia de Cuba y además el relato de Evangelina quedaba desdibujado entre los de los otros ex mambises
La historia de Evangelina Cossio, “caso” en gran medida debido a su utilización por la prensa norteamericana, había sido muy importante en aquellos primeros años de la guerra hispano cubana. Aquella bella cubanita de 16 o 17 años de edad en 1895, magistralmente manipulada por el gran magnate de la prensa, Randolph Hearst, había sido utilizado para levantar en zafarrancho de combate contra España a una opinión pública norteamericana a la que había sido presentada como Blanca Nieves tropical humillada, vejada y torturada por la malvada y envidiosa bruja del bosque encarnada por necesidades del relato en brutales y viciosos militares españoles. Y aunque el rostro no es el espejo del alma como habían sostenido místicos y románticos, la carita dulce y afortunadamente blanca de Evangelina Cossio, su facilidad para la lagrimita oportuna y su portentosa imaginación, sirvieron perfectamente al afán de sensacionalismo de una prensa norteamericana a la que interesaba tanto la cuenta de resultados del periódico como a Randolph Hearst lograr su obsesión de ver en pie de guerra a Estados Unidos y España.
Sobre el resto de la historia, los relatos -cubano, norteamericano, y español- difieren. Algunas fuentes cubanas afirman que Evangelina, aprovechando el paso del Capitán General Arsenio Martínez Campos por Santa Clara fue a verle para rogar por la vida de su padre y al parecer obtuvo que le conmutaran la pena de muerte por la en aquellos tiempos habitual deportación a Ceuta. Cuando llegó el momento de cumplir la sentencia Arsenio Martínez Campos había sido sustituido por el General Valeriano Weyler y Evangelina Cossio, de nuevo emprendió viaje y fue a La Habana para entrevistarse con Weyler y evitar que su padre fuese deportado. La suerte le acompañó otra vez y la deportación fue conmutada por la prisión de por vida en Isla de Pino. Evangelina y su hermana Carmen fueron autorizadas a acompañarle y se instalaron en un pequeño barracón que les fue asignado en el recinto para oficiales de la prisión de Nueva Gerona.
Según las fuentes cubanas era jefe del penal de Isla de Pino el coronel José Berriz, sobrino del General Azcárraga y amigo personal de Weyler. En relatos posteriores a la prensa norteamericana, Evagelina dijo que el coronel Berriz había venido una tarde a su casa y había intentado abusar de ella. Sus gritos, añadió, habían atraído a un grupo de confinados políticos que lograron reducir al coronel y atarle aunque fue casi inmediatamente liberado por los soldados que acudieron en su auxilio.
El Coronel Berriz consignó en su versión de los hechos que Evangelina había intentado levantar a los presos contra los responsables de la prisión, la acusó de rebelión y por su condición de mujer ordenó que fuese trasladada con su hermana Carmen a La Habana. Ambas hermanas fueron recluidas en la Casa de las Recogidas de la capital mientras se celebraba su juicio.
La prensa norteamericana "descubre" a Evangelina:
Evangelina no fue “descubierta” por la prensa norteamericana hasta agosto de 1897, nueve meses después de su encarcelamiento en La Habana. Los periodistas Thomas G. Alvord Jr., Clarke Musgrave y Eugene Bryson la vieron por casualidad un día de agosto de 1897 cuando habían ido a visitar por otro motivo la Casa de las Recogidas. La belleza y la juventud de la cubanita, fugazmente vislumbrada, les llamó la atención y comenzaron a indagar para ver de quien se trataba. Nada más conocida la historia, y conscientes del partido que se le podía sacar, informaron inmediatamente a Randolph Hearst de la mina de oro periodística que acababan de descubrir.
Los artículos sobre Evangelina Cossío y su lamentable suerte en manos de sus verdugos españoles alimentaron la sensiblería de los norteamericanos durante meses desde que apareció el primero en la segunda mitad de agosto de 1897. Hearst montó en torno al caso de Evangelina una fenomenal campaña publicitaria que no solo disparó las ventas de su periódico sino que le aportó grandes satisfacciones políticas. La nación entera, desde la madre del presidente Mac Kinley, al último inmigrante llegado a Nueva York, se movilizaron en defensa de Evangelina. Hearst envió numerosos telegramas a Weyler que publicaba puntualmente su periódico, interesándose por la liberación de Evangelina, y las mujeres norteamericanas, movilizadas por él iniciaron una campaña internacional a favor de la joven cubana que las llevó a solicitar la intervención de la Reina Regente del trono de España y del Papa León XIII. Ambos intercedieron con el gobierno español, y éste a su vez con Weyler, pero el Capitán General, como en otras ocasiones, se mostró insensible a los ruegos, sin ninguna consideración para el rédito político que una condescendencia con una mujer prisionera le podría haber reportado.
Como poco podían aportar los periodistas norteamericanos sobre supuestas vejaciones y torturas sufridas por Evangelina en la Casa de Recogidas, argumentaron que para una joven de su condición era altamente nocivo que se la mantuviera en el mismo centro habanero donde recluían a las prostitutas y otras mujeres de “mal vivir”. Entre las múltiples sevicias y torturas supuestamente sufridas por Evangelina la prensa norteamericana resaltó que era obligada a fregar el suelo de la prisión. El gobierno norteamericano llegó a pedir información y mediación a su cónsul en la Habana, el Coronel Fitzhugh Lee, sobrino del famoso general Lee de la guerra de secesión norteamericana.
Entrevistado por la prensa de su país en uno de sus viajes a Estados Unidos, Fitzhugh Lee reconoció que Evangelina Cossio disponía de dos habitaciones limpias en La Casa de Recogidas, y que estaba bien vestida y alimentada. Aquellas declaraciones quedaron sin embargo diluidas en el torrente de noticias y reportajes que seguían afluyendo a los periódicos norteamericanos, que habían encontrado en el caso de Evangelina un filón inagotable de información que disparaba las tiradas.
Randolph Hearst decide liberar a Evangelina:
Pero Hearst siempre iba más allá de los demás y cuando el interés por Evangelina Cossio comenzó a decrecer concibió un golpe de efecto magisral. Se trataba, nada más y nada menos, que de liberar a Evangelina de su cautiverio y llevarla a Estados Unidos. Pensar el plan y decidir llevarlo a cabo fue todo uno. Se puso inmediatamente en contacto con Carl Decker, un periodista aventurero o un aventurero metido a periodista que figuraba en la nómina de sus corresponsales en La Habana, y le ordenó que organizara la evasión de Evangelina. Con las claves secretas que había establecido para comunicar con sus hombres y a través del Yate Buccaneer de su propiedad, que mantenía permanentemente en el puerto de la Habana para llevar y traer informaciones y reportajes que no hubieran pasado la censura, Hearst mantuvo en todo momento el contacto y la dirección de la operación. Decker alquiló la vivienda contigua a la Casa de las Recogidas, pagó a dos cubanos para que le ayudaran y fue a visitar a Evangelina para ponerle al corriente de su plan y lograr su colaboración. La noche del 6 de Octubre de 1897 Decker y sus dos cómplices con una escalera alcanzaron la ventana de Evangelina, limaron los barrotes de la reja y la rescataron. La llevaron a un cuarto que habían preparado en secreto para el caso alejado de la Casa de las Recogidas y allí la tuvieron hasta el día 9 de Octubre en que con pasaporte falso y disfrazada de marinero, la sacaron de la Isla en el vapor de bandera norteamericana “Séneca”.
Cómo pudo Decker sacar a Evangelina de la Casa de las Recogidas, en una operación que debió durar buena parte de la noche, sin que nadie se apercibiera de ello, cómo pudo mantenerla tres días en un cuarto secreto sin ser descubierta, y cómo pudo burlar los controles en vigor sobre el pasaje y la marinería de los vapores que tocaban en el puerto de la capital, en aquella vigilada y controlada Habana de Valeriano Weyler es un misterio que ni siquiera el Capitán General aclara en sus no obstante prolijas y exculpatorias MEMORIAS1 de 1913.
El periodista norteamericano, orgulloso de su acción y deseoso de hacerla rápidamente pública, envió ese mismo día una noticia al Journal que el 8 de octubre publicaba la noticia de la evasión de Evangelina, aún a riesgo de poner en peligro su salida del país. La única precaución adoptada por el Journal fue no facilitar el nombre de Decker, sino un seudónimo a la espera de que el periodista abanadonara La Habana con Evangelina. Pero como era típico en aquella época, los periodistas y los propietarios de periódicos no solo se embarcaban en ese tipo de acciones, sino que además se ufanaban de haberlas llevado a cabo y a los pocos dias de estar Decker y Evangelina a salvo en Estados Unidos la acciónpara su linberación era conocida en todos sus detalles. El aventurero periodista al igual que el aventurero propietario del periódiconsatisfacían su ego no sólo con el aumento de las ventas del periódico, sino mediante la divulgación de su hazaña.El lector medio les aplaudiría más por lo segundo que porla propia información. El periodismo norteamericano comenzaba a no tener o en todo caso a no reconocer limites de ningún tipo.
Cesan a Valeriano Weyler:
En aquellos días de octubre de 1897 La Habana y sobre todo los militares, estaban conmocionados. Los liberales habían sido llamados a formar gobierno por la Reina Regente, y Práxedes Mateo Sagasta se había instalado en la presidencia el día 2 de Octubre. Segismundo Moret tomaba posesión a su vez de la cartera de Ultramar en el Palacio de Santa Cruz y aunque al frente del ministerio de la Guerra cotinuaba provisionalmente el general Azcárraga, el general Valeriano Weyler había sido cesado e invitado a regresar.
En Octubre, en Madrid, el gobierno estaba preocupado por lo que pudiera hacer Weyler, un militar de gran prestigio y ahora respaldado por la reputación de haber sido capaz de contener a la insurrección cubana y de hacerla retroceder. La fuerte camapaña contra él de los periódicos liberales y de algunos independientes y muy influyentes como El Imparcial no había logrado en absoluto empequeñecer la aureola de general español triunfante, algo realmente poco usual por aquellos años, con que regresaba a la Peninsula. El paso de Weyler por Gibara, para aceptar una despedida que le hacian allí las fuerzas vivas de la localidad, fue inmediatamente atribuido por la prensa a un intento de movilizar al Ejército en su favor del que el propio gobierno se hizo eco y pidió explicaciones. Aquello irritó a Weyler sobremanera y en un telegrama muy digno le recordó a su ministro que jamás se había sublevado ni se sublevaria.
Evangelina en Nueva York:
La agitación de aquellos días en La Habana por la destitución acaparaba la atención de todo el elemento peninsular y propeninsular descontento con la medida así como de los roganismos de la Capitanía General encargados del orden público. La evasión de Evangelina Cossio no fue tratada a tiempo, ya sea porque no fue percibida como un asunto urgente, ya porque lo considerasen un asunto secundario. Lo cierto es que no parece que se produjera ninguna movilización especial de la policía de La Habana en su búsqueda, y gracias a ese abatimiento general que despertaba la partida de Weyler, Evangelina pudosalir del país con relaqtiva facilidad.
Quienes se han ocupado de estudiar el caso de Evangelina Cossio, basados en testimonios del propio Carl Decker aseguran que el proyecto salío bien porque con el dinero de Hearst, Decker pagó a guardianes de la prisión y aduaneros del puerto de la Habana. Ya en Nueva York, Hearst alojó a Evangelina Cossio en el más lujoso y recien inaugurado (OJO) hotel de la ciudad, el Waldorf Astoria y su periódico organizó multitud de actos publicitarios como un banquete multitudinario en su honor en el famoso restaurante Delmónico al que asistieron encantados de tanta publicidad gratuita el delegado del “gobierno cubano” en Nueva York, Estrada Palma,y la Junta Cubana en pleno.
Aquel banquete fue seguido por una comparecencia en el Madison Square Garden en donde Evangelina fue ovacionada y admirada, como los grandes boxeadores y deportistas que de alli salieron consagrados, por una enfervorecida multitud fuertemente trabajada por la prensa amarilla norteamericana. Las palabras de Evangelina, sabiamente interrumpidas por sollozos y otras llamadas al corazón, fueron acompañadas por cientos de cohetes luminosos lanzado y su paso por la ciudad iba precedido por bandas de música y pancartas. The New York Journal de Hearst publicó articulos diarios sobre Evangelina ilustrados por su mejor dibujante, Frederic Remington, en una magistral y pionera creación artificial de personaje, que junto con la transformación en espectáculo público de la vida real o ficticia de los personajes públicos, y la escenificación para el cinematografo primero y la televisión después de los actos y acontecimientos más íntimos de la vida y pasiones de los seres humanos ha sido característico de la prensa y los medios de comunicación norteamericana hasta nuestros días. La tendencia de la prensa a hacer que todo en la vida sea espectáculo arranca de aquella época en que también se descubre el arte de construir una realidad virtual que superponer a las realidades reales cuando conviene.
Evangelina Cossio, que solicitó la nacionalidad norteamericana nada más pisar tierra de Estados Unidos, tuvo, entre otros muchos, el privilegio de ser recibida por el Presidente Mac Kinley. Una vez creado el personaje, era necesario tratarle acorde con la importancia de la creación. Pero como todas las creaciones artificiales Evangelina, cuando dejó de ser útil, dejó de ser noticia.
Evangelina se casa:
Aquella prometedora carrera de Madison Square Garden y visitas a la Casa Grande, de reposar sobre alguna base real hubiera tenido un final distinto al vulgar desenlace con que terminó todo cuando Evangelina se inclinó instintivamente sobre lo más prosaico y a la vez mas práctico a que una mujer de su tiempo podia esperar: un marido. Olvidada de todos, incluso de los propios cubanos, Evagelina con Carlos Carbonell, uno de los tres hombres que la había ayudado a salir por entre los barrotes de su encierro en la Casa de las Recogidas, regreso a Cuba y allí se dedicó a lo más primitivo a que la mujer puede dedicarse: tener y criar a dos hijas. El resto de su vida, sesenta años más, los pasó añorando sus breves dias de heroína y desgranando recuerdos para sus vecinos de barrio.
La aventura de Evangelina y el montaje de los periodistas norteamericanos en torno a ella, independientemente de los hechos corrientes en que se basaron, contribuyeron a quebrantar por muchos años el prestigio de España y la reputación de algunos de sus más conspicuos jefes militares. Con la excepción de los cónsules españoles en Estados Unidos.
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[1] Mi Mando en Cuba. Valeriano Weyler
Relato español:
El padre de Evangelina le hablaba de la Guerra de los Diez Años. Tenía armas ocultas en su casa y en el vecindario y habían convenido en unirse el 22-5-1895 a los insurrectos… Un espía le descubrió, le detuvieron, le juzgaron y le condenaron a muerte.
Evangelina viajó a Santa Clara a pedir la gracia para él… Martínez Campos la había conmutado la pena de muerte por la de prisión a vida en Ceuta antes de ser sustituido en la Capitanía General. Convencida de que su padre no resistiría ese traslado, Evangelina viajó a La Habana a donde ya había llegado Valeriano Weyler para reemplazar a Martínez Campos. Consiguió entrevistarse con el nuevo Capitán General y logró que trasladasen a su padre a Isla de Pinos…
Ni Evangelina ni Carmen tuvieron dificultad para acompañarlo… Pero llegó nuevo jefe del penal de Isla de Pinos, el coronel José Berriz, sobrino del general Azcárraga y amigo de Weyler. Según relata Evangelina en su biografía, Bérriz, después de detener al padre de Evangelina, trató de abusar de ella en la pequeña vivienda que les había sido asignada, pero fue golpeado y amarrado por un grupo de confinados políticos que acudieron en su auxilio.
Varios soldados armados no tardaron en liberarle. Pero las autoridades consideraron que Evangelina había tratado de propiciar una sublevación contra España. Acusada de rebelión, fue detenida y llevada a La Habana, donde la encarcelaron en la Casa de las Recogidas, con su hermana Carmen en espera de ser juzgada…
Randolph Hearst el 17-8-1897, es decir unos nueve meses después del encarcelamiento de la muchacha, inició en el Journal una vasta campaña a favor de ella. Dirigió telegramas a Weyler y dio instrucciones a uno de sus colaboradores de movilizar a las mujeres de Estados Unidos para que le pidieran a la Regente de España que intercediera por Evangelina… Firmó la petición la madre del Presidente MacKinley entre otras muchas mujeres… Hasta el Papa León XIII, no obstante su simpatía por la Corona española, intercedió por ella.
Según el Journal La obligaban a fregar los pisos y a dormir sobre tablas… (Fregar el piso en cubano es fregar el suelo). Por el contrario el World decía que todo era exagerado y que, aunque había prostitutas y mujeres de mal vivir en la Casa de Recogidas, en el segundo piso donde se encontraba Evangelina eran mejor tratadas y podía recibir su comida de fuera…
Incluso el cónsul norteamericano en La Habana, Fitzhugh Lee, se mostró indignado en un viaje que hizo a su país, por lo que decían los periódicos de Evangelina: "La señorita Cisneros, esa joven tiene dos cuartos limpios en la Casa de las Recogidas, esta bien vestida y alimentada… Lo demás son patrañas", dijo a la prensa…
Pero Hearst encargó a Karl Decker, un fornido periodista que conocía bien La Habana, que rescatase a Evangelina… Decker alquiló la casa contigua a la Casa de las Recogidas, reclutó a dos ayudantes y visitó a Evangelina para ponerse de acuerdo… La noche del 6-10-1897 Decker y dos hombres colocaron una escalera, limaron los barrotes de la habitación de Evangelina y se la llevaron a un cuarto franco donde permaneció hasta el 9-10-1897 en que salió en el vapor Séneca disfrazada de marinero y con pasaporte falso. El periodista había comprado el silencio de los guardias…
El 15-10-1897 Evangelina solicitó la ciudadanía americana. Hearst la alojó en el hotel Walfdorf Astoria que acababa de inaugurarse. La invitaron en la noche del 16-10-1897 al famoso restaurante Delmonico, donde recibió una ovación. Asistieron Estrada Palma y otros miembros de la Junta Cubana. Después la presentaron en el Madison Square Garden…con fuegos artificiales y bandas de música…
Más tarde el general John A. Logan la llevó a Washington donde fue recibida por el Presidente MacKinley. Aparecían artículos diarios en el Journal ilustrados por Frederic Remington. Pero Evangelina pronto dejó de ser noticia. Se casó en Cuba con Carlos Carbonell, que había participado en la operación de su huida, y a la muerte de Carbonell se casó en 1918 con el abogado cubano Miguel Romero. Tuvieron dos hijas, Liliana y Sady. En 1967 Evangelina vivía con su hija Liliana en una modesta casa del municipio de La Habana.
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Por Josefina Ortega
Una boda siempre tiene de interesante que nunca puede saberse cuándo, además de ser una meta, resulta también otro punto de partida.
Pero hay algunas que resuman tantas aventuras románticas que aún con la suerte de tener felices desenlace, no parecen ser la consumación de la clásica unión simplona y anodina.
Así debió suceder en el verano de 1897, cuando en la ciudad norteña de Baltimore contraían matrimonio una pareja de cubanos.
Él era un “acaudalado habanero” y ella una “bella joven”, nativa de Isla de Pinos, al sur de la Isla grande.
La prensa norteamericana local, como de costumbre, se desbordó en esos clásicos adjetivos fútiles en las notas de sociedad, pero aquella unión “ante Dios y los hombres” la protagonizaban, además, dos personas que recién habían vivido un episodio novelesco y audaz: Evangelina Cossío y Carlos F, Carbonell.
Y eso era suficiente para encandilar a la mayoría.
La historia comenzó en el verano de 1895 en Isla de Pinos ―hoy llamada Isla de la Juventud― cuando el padre de la joven, dentro de un grupo conspirador contra el poder colonial, participó en un levantamiento armado.
Fracasado el plan, Cossío fue arrestado y llevado a prisión.
Las autoridades españolas, no contentas con las acciones, cargaron también con la hija del insurrecto y la encerró, en la tristemente célebre Casa de Recogidas de La Habana.
Evangelina pasaría allí ―según afirma el historiador Gerardo Castellano―, 15 meses de reclusión.
Se cuenta que la joven isleña mostró una entereza envidiable, incluso, por muchos hombres.
Al cabo de ese tiempo, las autoridades españolas consideraron que no era suficiente y la condenaron a 20 años de encarcelamiento, que debía cumplir bien lejos, en España.
En el ínterin, durante una visita consular norteamericana a su celda, Evangelina intentó convencer al oficial consular, a que le proveyera de una lima para serrar los barrotes de la ventana de su calabozo, y una cuerda para escapar.
Escandalizado, el estadounidense, se negó, y poco después comentaba de aquella propuesta descabellada a su amigo Karl Decker, corresponsal en La Habana del diario neoyorquino The Journal.
Decker, ―un poco periodista sagaz, un poco aventurero, y otro poco amigo de la causa cubana― vio en el hecho una historia fabulosa y fraguó un plan insólito, al que sumó a un joven habanero llamado Carlos F. Carbonell, a un compatriota suyo y a dos cubanos más.
El grupo, con tareas definidas y específicas, alquiló con nombre falso una casa contigua a Las Recogidas, la amueblaron con trastos viejos y cosas inservibles.
En una oscura noche, uno del grupo subió por el paredón y junto a la propia Evangelina se dieron a la tarea de serruchar los barrotes.
Otro ayudó a bajar por los tejados, y Decker, vestido de cochero, esperaba a pocos metros con un vehículo listo.
Todo funcionó como se esperaba.
Ya dentro del coche la joven rescatada, el carruaje partió, perdiéndose por las callejas de San Cristóbal de La Habana.
A la mañana siguiente el escándalo fue mayúsculo.
Las autoridades coloniales, encolerizadas, iniciaron una pesquisa implacable, mientras Evangelina permanecía oculta en una habitación secreta en la casa de Carbonell.
La primera parte del rescate estaba cumplida.
Mientras la búsqueda de la fugitiva seguía, Carbonell, tres días después de la audaz acción, sacaba de su casa a Evangelina, vestida de muchacho y la llevaba a plena luz del día 9 de abril de 1896, hasta los muelles del puerto habanero.
Ambos embarcaban en la lancha Swift, que minutos después arrimaba al vapor Séneca, fondeado a pocas millas de la costa.
El vapor zarparía pocas horas después, rumbo a EE.UU., mientras seguían las investigaciones por toda la ciudad y la prensa amarillista norteamericana iba bajando la intensidad de las noticias sobre el hecho.
Después de tantas emociones juntas ―padecidas y seguramente disfrutada por ambos―, hicieron que la pareja terminara por enamorarse.
El desenlace con final feliz continuó con la fijación de fecha para la boda.
Karl Decker se limitó a contar parte de la historia, sin revelar los nombres de los rescatadores para no aguar la fiesta nupcial de los amigos, pero luego de un tiempo prudencial, daba a conocer en su periódico la verdadera historia, que significó toda una revelación, una venta muy favorable de las ediciones de esos días del The Journal y una sorpresa descomunal para unos cuantos.
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