Carlos Alberto Montaner: Cómo mataron a una Constitución “moribunda”
Cómo mataron a una Constitución “moribunda”
Por Carlos Alberto Montaner
Miami
25 July 2015
(14ymedio.com) Hace unos años, el embajador Thor Halvorssen me presentó al jurista venezolano Carlos Ramírez López y me dijo: “Quiero que conozcas a uno de los mejores abogados de mi país”. Tenía razón. Basta la lectura de la obra que presentamos hoy para percatarse de que Ramírez tiene, en efecto, una notable cabeza jurídica.
El fruto del árbol envenenado: la constituyente como excusa para matar el Estado democrático demuestra plenamente que la Constitución venezolana de 1999 no tenía otro objetivo que demoler las bases de la democracia liberal que se había forjado a partir de la Constitución de 1961.
Me voy a limitar a agregar un dato histórico que corrobora el análisis de Ramírez, aprendido hace un par de años de boca de un viceministro cubano que llegó al exilio en el 2002.
Cuando Hugo Chávez fue electo presidente en las elecciones de fines de 1998, antes de tomar posesión de su cargo, en Cuba le prepararon una serie de conferencias políticas pronunciadas por un grupo selecto y secreto del Estado Mayor del Ejército cubano.
Los cubanos partidarios de la tiranía planeaban la colonización de Venezuela y Hugo Chávez era el Vidkun Quisling que serviría sus objetivos, más o menos como aquel noruego que se convirtió en el criado de los nazis tras la ocupación de su país.
Entre las cosas que se discutieron estaba la necesidad de comenzar con una nueva Constitución para desmontar los resortes de la democracia liberal. Pero eso había que hacerlo enseguida, en un tiempo récord, antes de que la opinión pública se volviera contra Chávez y lo impidiera.
Fidel Castro recordó que había echado las bases de la revolución en apenas 18 meses porque, de lo contrario, sus enemigos habrían reaccionado rápida e inconteniblemente.
¿Cuándo había que comenzar la campaña por la nueva Constitución venezolana? Pues en el momento mismo de jurar sobre el texto de la Constitución de 1961.
Fue el propio Fidel Castro el que lo propuso. Le dijo, en presencia de todos: “Hugo, en el momento mismo de jurar, la calificas de ‘moribunda’ y a partir de ahí comienzas a enterrarla”.
Hugo no olvidó el consejo. Juró sobre la Constitución “moribunda” y poco después terminó de matarla. Con ese acto comenzó, como dice Ramírez, el final del Estado democrático.
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