Esteban Fernández: "CABALLO VIEJO"
Por Esteban Fernández
Les voy a dar hoy detalles muy personales, así es que les pido que queden entre nosotros. De niñito me gustaban Mary Tarrero la mujer de Carlos Prío y la bailarina Lina Salomé, de joven prefería a Iris Chacón y ahora me quedo con Jennifer López y con Vida Guerra.
Les cuento que durante muchos años cada vez que he tenido una relación íntima con una dama (y ellas siempre han sido "Piscis" aunque yo no creo en el Horóscopo) solamente tiene que quedarse unos días en mi casa para que de inmediato se sienta incómoda por la gran cantidad de "admiradoras" que me llaman por teléfono, que me dejan mensajes y me envían correos electrónicos.
Menos mal que esa primera impresión se desvanece relativamente fácil al darse cuenta que es amor platónico y que todas las respetables damas activistas de mi “fan club” son asiduas lectoras de mis artículos, son patriotas y son simplemente amigas sin conexión romántica alguna. No es que me quieran a mí sino a Cuba y su libertad. Casi siempre soy amigo de sus esposos también y el cien por ciento de mis lectoras nunca han mezclado el anticastrismo que nos une con otro tipo de relación.
La gran verdad -monda y lironda- es que ser feo me ha perjudicado mucho. Lo único que me ha ayudado un poco es mi buen sentido del humor. Hacer reír a una mujer es la mejor forma de llegar a su corazón. Desde luego, si lanza una carcajada cuando me encuero es una mala señal.
Y lo que complica las cosas es que soy muy selectivo. En inglés se dice "picky". Me explico: ¿Cuales son verdaderamente las que me gustan y cuales las que no me llaman la atención? Se los voy a decir porque este escrito es precisamente para eso, para indicarles mis gustos por las féminas aunque a ustedes quizás no les interese.
En mi defensa les diré que hubo un error garrafal al concebir a los seres humanos donde todo nos envejece menos el gusto por el sexo opuesto. Es decir que podemos tener 70 años y nos siguen encantando las mismas figuras que nos gustaban cuando teníamos 30. Considero que lo correcto sería que al alcanzar los 60 años ya nos gusten las canas, las arrugas y la celulitis, pero no es así.
Aunque en mi caso particular no tienen que ser necesariamente mujeres jóvenes sino simplemente que me cautiven de alguna forma. Eso es todo lo que pido. Existen mujeres mayores, como por ejemplo Ann Romney -la esposa de Mitt Romney- con sus bellas pantorrillas que yo la encuentro estupenda. Sin embargo, Miley Cirus ("Hannah Montana") es jovencita y no la quiero ni para que me saque los perros a orinar. Mientras, las jóvenes reinas de concursos de bellezas pesando 129 libras no me hacen "tilín". Y no soy racista porque aunque encuentre fea a Michelle Obama me encanta Beyoncé.
Voy a ser más específico, pero recuerde que esto quede entre nosotros y cien amistades más que yo sé ustedes les envían mis escritos: A pesar de que hasta hace 14 años fui fumador no me interesan las mujeres que fuman y no me gustan los tatuajes. Me vuelven loco las que tienen grandes caderas y exuberantes traseros. Sin embargo, me caen malísimamente mal las que tienen esos dos atributos y se quejan de tenerlos. La que se atreva a decirme que quiere hacerse una cirugía para quitarse caderas y glúteos le hago la cruz. No me gustan las modelos sino las mujeres naturales.
No me agradan las brutas, pero instintivamente les huyo a las que son más inteligentes que yo. Mi damisela encantadora debe ser agradecida y extremadamente cariñosa. Un fallo tremendo es emperifollarse y maquillarse demasiado porque detesto acostarme con una linda y levantarme con una fea.
Una relación sentimental de algunas bellezas femeninas (como Kim Kardashian y Chiquinquirá Delgado) con tipos que me caigan mal como Kanye West y Jorge Ramos hacen que no me interesen para nada por muy buenas que estén. Así es que cuando se peleen con ellos que no traten de entrar en mis sueños placenteros porque ya no tienen cabida en mis fantasías.
Para que nadie crea que soy un "machista insoportable" les puedo asegurar que la mujer no tiene que cocinarme, ni lavarme ni plancharme la ropa. Yo perfectamente puedo hacerme esas cosas. Desde luego, si realiza esos menesteres domésticos yo encantado de la vida, pero no es un requisito indispensable.
Me interesa mucho que sea limpia porque una peste me desilusiona por completo. Unas uñas largas en los pies es para mí como un antídoto contra el amor. Un requerimiento muy importante es que no aspire a que yo constantemente la ayude a mover los muebles de un lugar para otro.
Y lo más importante: Debe estar políticamente de acuerdo conmigo y que jamás se atreva a querer que yo deje de redactar mis columnas para que vaya a hacer “algo más constructivo”. No tiene que ser cubana pero tiene que respetar mi cubanía.
Es imprescindible que a la hora de la hora no me diga: “Oh my God!” sino “¡Qué rico papi!” Aunque sea por misericordia. Y por favor no me acusen de vivir de ilusiones, simplemente saco juventud de mi pasado y no se preocupen que estoy acostumbrado a los desengaños.
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