Jorge Hernández Fonseca: Cuba: lo peor de los dos mundos
Por Jorge Hernández Fonseca
1 de Agosto de 2015
Cuba castrista acaba de enfrentar un largo período “socialista” que ha culminado en una sociedad empobrecida. La solución promovida por el alto mando castrista es “amigarse con el enemigo imperialista”. Así, la jefatura cubana acaba de decidir que “sin la instauración del capitalismo es imposible construir el socialismo”. Sin embargo, no es el capitalismo lo que Raúl y sus generales van a implantar en Cuba, sino un híbrido de lo peor de los dos mundos.
El capitalismo requiere libertad individual como condición para el mejor desarrollo de la fuerza emprendedora de la sociedad, incentivando las fuerzas implícitas en cada uno de sus miembros de forma libre e independiente, creando un ambiente que propicie el desarrollo de las fuerzas productivas de los integrantes de la sociedad. Esa libertad individual implica sin embargo el sentir cierta inseguridad social –sentimiento no deseable para muchas de las personas-- pero que potencia la capacidad emprendedora de la otra parte de la misma sociedad. De alguna manera, el potenciar la libertad individual cuestiona en parte la seguridad social plena.
La organización productiva capitalista se estructura naturalmente de forma que los pocos emprendedores –dueños de las empresas-- dan empleo a un volumen mayor de asalariados. Este esquema ha sido calificado en el socialismo como una “explotación capitalista”, compuesta por “explotadores” (los emprendedores-dueños) y “explotados” (las masas “irredentas”).
El socialismo por su parte jerarquiza “lo social” a costa de sacrificar la libertad individual. Se argumenta que “la seguridad social se obtiene sacrificando la libertad individual”, como una especie de pago para obtener la añorada “justicia social para las grandes masas desposeídas”. Así, el socialismo cambia libertad individual general, por seguridad social para las masas.
La organización productiva socialista es muy similar a la organización capitalista. Para erradicar el capitalismo, estatiza las empresas productivas y en paralelo limita la libertad individual a través de una dictadura para “dar justicia social, a cambio de libertad”. Como no hay dueños, las ganancias irían a estado todopoderoso que supuestamente las distribuiría “igualitariamente”, para ofrecer la justicia social prometida. Ese esquema no funciona y va disminuyendo las ganancias hasta la quiebra final de la economía, incentivando regresar al “viejo” capitalismo.
En las circunstancias actuales, el castrismo ha decido implantar un capitalismo de estado permitiendo sólo la “explotación capitalista” extranjera, pero dejando intacta la dictadura para cercenar la libertad individual de los cubanos. En este caso se tiene el peor de los dos mundos: por un lado, la falta de libertad que implica la dictadura socialista y por otro lado, la falta de justicia social que implica el capitalismo solo para extranjeros, mezclando lo peor de ambas sociedades. Esto, para los cubanos, significa la continuidad de la lucha contra la dictadura.
El régimen castrista desaparecerá al desaparecer los hermanos Castro, con o sin la presencia de los EUA en el escenario nacional. Será entonces cuando el pueblo cubano --de dentro y fuera de la isla-- hará valer sus derechos conculcados en este medio siglo de opresión y felonía.
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